"El
poeta es obra y artífice de su tiempo"
Estas
palabras del poeta José
Hierro, resultan un afortunado preámbulo para
mostrarnos un panorama general sobre el contexto que vivieron los
intelectuales en la España de finales del siglo XIX y principios
del XX, y nos servirán de marco para valorar, sobre todo,
la importancia del papel de la cultura y de quienes la representan
en el desarrollo de un país; nos adentraremos así,
en la historia de una nación que vivió uno de los
conflictos más relevantes del devenir mundial, cuya huella
sigue vigente hasta nuestros días.
Comencemos
por recordar que el 10 de diciembre de 1898 (como consecuencia de
la insurrección cubana en 1895 y de la guerra con Estados
Unidos por su intervención en la isla), se firmaba el Tratado
de París, mediante el cual España dejaba de ejercer
su poder sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Este suceso significó
la pérdida de la última colonia española en
América y, por ende, el ocaso de su imperio, así como
el inicio de la intervención norteamericana.
Lo
anterior dio lugar a una época donde la renovación
fue obligada, la decadencia de la monarquía se hizo evidente
y el momento de buscar un nuevo esplendor resultaba necesario. La
sociedad española asumió entonces un papel activo
frente a los cambios y la cultura no se mantuvo al margen y se vio
representada por un movimiento cultural (literatura, ciencia, historia,
entre otros) llamado Generación
del 98 (considerada para muchos la "Edad de plata"
de la cultura española).
Esta
generación fue un grupo renovador, que amaban y querían
un país distinto al que les tocó vivir, idealizaban
su realidad y se contraponían con el materialismo del régimen
anterior, buscaban la verdadera esencia de su patria y se caracterizaban
por su sencillez y expresividad.
Por
otro lado, es importante considerar que a finales del siglo XIX
en Europa se intentaba dejar atrás la política de
minorías para dar paso a la de masas, sin embargo, esta transición
era difícil. En España se atravesaban grandes problemáticas:
era una sociedad predominantemente rural, con escasa economía,
con grandes desigualdades sociales y culturales, con una monarquía
"restaurada" que se presentaba como constitucional, donde
dos partidos políticos se alternaban el poder, sin embargo
la democracia estaba lejos de ser una certeza, pues aunque el voto
había sido establecido, en la realidad ésto era desvirtuado
por las prácticas políticas de la monarquía
oligárquica.
En
este contexto en septiembre de 1923 se produjo el golpe de estado
del general Miguel Primo de Rivera,
que resultaría en una dictadura militar apoyada por los simpatizantes
de la monarquía de Alfonso XIII. Sin embargo hacia 1930,
y aunque las intenciones de Primo de Rivera tendían hacia
la renovación monárquica y al saneamiento de la política
interna, España seguía sumida en el rezago de siglos
anteriores, no se había alcanzado ni la constitucionalidad,
ni mucho menos la democracia monárquica que se pretendía,
por lo que ese año el dictador dimitió ante el rey
y abandonó España.
En
abril de 1931, después de 8 años, se llevaron a cabo
elecciones y se situó a los republicanos de izquierda en
el poder, dando inicio así a la II República. Este
nuevo régimen colocó a Manuel Azaña como presidente
y se promulgó en oposición a las armas y al fascismo,
estableciendo una "República democrática de trabajadores
de toda clase, que se organizan en régimen de Libertad y
de Justicia" (Artículo 1° de la Constitución
Republicana, aprobada en diciembre de 1931 y mediante la cual se
desmontaba la estructura monárquica y se ponía fina
a la España católica), buscando reformas agrarias,
modernización del ejército, igualdad legal de sexos
y, entre los puntos más discutidos por los partidos de derecha,
admitiendo la autonomía regional.
Aunque
para este momento, y desde 1898, el grupo intelectual formaba parte
activa de la construcción histórica y social del país,
es durante la II República donde su irrupción en la
escena pública se vuelve determinante; la cultura es entonces
llevada al pueblo, sirviendo como vehículo de expresión,
denuncia, exaltación patriótica, solidaridad y participación
activa en la renovación, donde la necesidad de comunicarse
con las masas era una exigencia y el arte se abría hacia
experiencias personales y colectivas, hacia un compromiso social
con el país, con el pueblo.
La
trascendental participación de hombres y mujeres integrantes
del grupo cultural, continuó, y bajo el legado de la Generación
del 98 surgió la llamada Generación
del 27, que sin falsos patriotismos y populismos buscaban
un sentido auténtico de creación por y para el pueblo,
un arte que fuera parte de la construcción democrática
y dejara su status de adorno exclusivo de las clases acomodadas.
Un movimiento creativo sin conformismo ante sus circunstancias sociales
y políticas, con tintes de lucha, denuncia y esperanza.
La
II República enfrentó graves problemas debido a la
larga crisis de tiempos anteriores, la oposición de los partidos
de la derecha conservadora fue evidente desde el inicio y, cuando
en 1933 un grupo de campesinos fueron asesinados por la Guardia
de Asalto (policía republicana) el prestigio del presidente
se vio seriamente afectado y derivó en una nueva convocatoria
a elecciones.
Esta
vez fueron los partidos de derecha quienes resultaron victoriosos
y se instauró un gobierno de derecha. Grandes cambios sucedieron
y la inconformidad social y política se hizo evidente. En
ese momento grupos con matices fascistas surgieron y firmaron un
pacto de cooperación plena con Benito
Mussolini, mediante el cual Italia prometió ayudar en
el derrocamiento total del bando republicano, enviando dinero, armas
y ofreciendo apoyo en formación militar a las tropas españolas
de derecha en Italia.
En
el país entero los conflictos eran cada vez más patentes,
la izquierda preparaba una insurrección armada y era detenida
violentamente por el gobierno, que prohibió la prensa socialista
y obrera, utilizando la censura en todas sus formas y votando una
contrareforma agraria que revocaba los avances de la II República
en esa materia.
En
1935 fue nombrado el general Francisco Franco
como Jefe del Estado Mayor Central y el autoritarismo se apoderó
de España, en las filas mismas de la derecha la inconformidad
ante el nuevo régimen fue evidente y su oposición
sumió al país en un clima tenso que se presentaba
propicio para el estallido de una lucha.
Hacia
1936 se convocó a elecciones nuevamente y la izquierda unida
a los partidos obreros en el Frente Popular resultó triunfante.
Azaña asumió la presidencia nuevamente en medio de
graves conflictos. Ya en el poder, el Frente Popular aceleró
la reforma agraria, restableció el gobierno autónomo
de Cataluña y declaro la amnistía. No obstante, las
oposiciones se volvieron radicales y la posibilidad de la derecha
de recuperar el poder se tornó cada vez más difícil.
Violencia, crímenes, huelgas inundaron al país y el
estallido de la guerra parecía irremediable.
Al
pasar de los meses, los conflictos continuaron, el teniente Castillo
de la Guardia de Asalto fue asesinado por fascistas armados y sus
camaradas de armas en venganza mataron al jefe de la oposición,
Calvo Sotelo, cinco días después el 17 de julio de
1936 la Guerra
Civil dio inicio con las sublevaciones en Marruecos y Sevilla.
El enfrentamiento entre dos sectores radicalizados fue encarnizado,
por un lado los republicanos defensores de la II República,
por el otro, el grupo conservador de derecha liderado por el general
Francisco Franco.
Durante
esta guerra se vivió una de las demostraciones de solidaridad
más significativas; para defender la II República
se contó con el apoyo de la entonces Unión Soviética
y, voluntarios de todos los países acudieron a España
agrupados en las Brigadas Internacionales.
Por el otro lado, Mussolini envió ayuda armada y Adolfo
Hitler cuerpos de aviación que realizaron, el 26 de abril
de 1937, un bombardeo aéreo de saturación, a manera
de ensayo, sobre la población de Guernica.
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