Hablaba y hablaba...
Max Aub

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

 

     

Un agujero
Héctor Rojas Herazo (Colombia)

Le pregunto al tendero gordo, con toda seriedad:

-¿Usted es Dios, señor?

Y él me responde, mientras corta trocitos de jamón, mientras mueren poco a poco sus ojos:

-No, no soy Dios, pero sí lo conozco.

-¿Cómo es él? —le pregunto.

Y él me responde:

-Es así.

Y me da su tamaño, su peso, sus medidas.

 

     
 

La última cena
Ángel García Galiano

El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida.

     

Tabú
Enrique Anderson Imbert

El ángel de la guarde le susurra a Fabián, por detrás del hombro: -¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.

-¿Zangolotino?- pregunta Fabián azorado.

Y muere.

     

Este tipo es una mina
Luisa Valenzuela

No sabemos si fue a causa de su corazón de oro, de su salud de hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno y lo está explotando. Como a todos nosotros.

     

El engaño
Marcial Fernández

La conoció en un bar y en el hotel le arrancó la blusa provocativa, la falda entallada, los zapatos de tacón alto, las medias de seda, los ligueros, las pulseras y los collares, el corsé, el maquillaje, y al quitarle los lentes negros se quedó completamente solo.

 

     

La visita
Javier Tafur González

Tocan a la puerta. Seguro es la misma persona que vino ayer, que vino anteayer, que ha venido todos estos días, que me asedia y me fastidia. Iré a abrirle. Seguramente se sentará en mi silla, cogerá mis libros, fumará en mi pipa. Antes de abrirle me asomaré a la ventana. Sí, ya lo veo, allí está. Ciertamente es el mismo. Puedo demorarme un momento pero volverá a llamar. Terminará por entrar. Lo que me sorprende es que desaparezca cuando entra y siempre sea yo quien hace sus movimientos.

 



·
Preguntas Guía
·

·
Lectores ávidos
·