Otro de los autores hispanoamericanos más destacados que también cultivó tanto el haiku como la tanka fue el argentino, universalmente conocido: Jorge Luis Borges, quien acerca de esta labor opinó:

     

"He querido adaptar a nuestra prosodia la estrofa japonesa que consta de un primer verso de cinco sílabas, de uno de siete, de uno de cinco y de dos últimos de siete. Quién sabe cómo sonarán estos ejercicios a oídos orientales. La forma original prescinde asimismo de rimas". He aquí algunos ejemplos:


1.

La voz del ave
que la penumbra esconde
ha enmudecido.
Andas por tu jardín.
Algo, lo sé, te falta.

2.
Bajo la luna
el tigre de oro y sombra
mira sus garras.
No sabe que en el alba
han destrozado un hombre.

3.
Triste la lluvia
que sobre el mármol cae,
triste ser tierra.
Triste no ser los días
del hombre, el sueño, el alba.

4.
No haber caído,
como otros de mi sangre,
en la batalla.
Ser en la vana noche
el que cuenta las sílabas.


Ahora vemos el ejercicio de Borges en lo que respecta al haiku:

1.
Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.

2.
Ésta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera.

3.
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

4.
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.