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Raúl Campero
Medallista de bronce
ecuestre
Londres 1948

DE CUANDO SE ESTABA LEJOS...

México, 1936.
Entra la equitación mexicana en un compás de espera. No hay pruebas a la vista. Acaso los Juegos Olímpicos de Berlín, pero éstos representan un reto tan grande que las autoridades optan por no afrontarlo por el momentos, sino iniciar la preparación para la siguiente Olimpiada. Por eso son comisionados Humberto Mariles y Ramiro Rodríguez Palafox, campeones centroamericanos: serán observadores del torneo ecuestre olímpico en la capital germana.
Mientras tanto y en el Colegio Militar, un grupo de destacados jinetes -subtenientes casi todos- recibe una serie de cursos intensivos. Ha querido el alto mando hacer de ellos no solamente buenos competidores, sino insuperables adiestradores. El más sobresaliente es el veracruzano Joaquín Solano Chagoya, quien ya en el cargo de profesor adjunto de equitación. Es al primero que selecciona el capitán Armando Villarreal Maya, a quien el general Andrés Figueroa -secretario de Guerra y Marina- ha ordenado integrar un equipo de equitación, porque nuestro país ha sido invitado a competir en el I Concurso Ecuestre Interamericano a celebrarse en Washington. Además de Lozano Chagoya, son convocados los también subtenientes Taurino Barriga y Florencio Lazo y el teniente Amaury Quiroz.
Se encuentra ya en la capital estadounidense la selección mexicana cuando es cimbrada una noticia: ha fallecido el general Figueroa -le sucede en el puesto el general Manuel Avila Camacho-. No obstante Amaury Quiroz realiza un espléndido recorrido sobre As
-considerado como uno de los grandes caballos de esas épocas pioneras de la equitación nacional- y gana el Concurso.
Esa fue, en realidad, la primera gran conquista internacional de un equipo ecuestre mexicano...
La Habana, 1938.
El presidente cubano, Federico Laredo Brú y el coronel Fulgencio Batista -jefe del ejército de la isla- organizan un certamen ecuestre e invitan a nuestro país a participar en él. Villarreal Maya recibe la nueva encomienda y ahora selecciona al ya teniente Joaquín Solano Chagoya, a Rodríguez Palafox, Jaime Lara Zapé y Miguel Angel Hernández. Solano Chagoya obtiene su primera victoria en el extranjero: monta a Valiente y su recorrido es inmejorable.
Y la equitación mexicana es, ya, no sólo una realidad sino una gran atracción. Y así, es invitada por primera vez a participar en los concursos norteamericanos: Harrisburg, Nueva York y Toronto.
Sucedió en el afamado Madison Square Garden:
Ante los mejores jinetes -exclusivamente militares- de Estados Unidos, Irlanda, Chile e Inglaterra, Ramírez Palafox logra lo que nadie había hecho en los 50 años del concurso: ¡Pista limpia! sobre Azteca. Y Solano Chagoya también se hace presente: gana la Copa Bowman. Su caballo sigue siendo Valiente.
Son los primeros pasos...

DE CUANDO SE ESTABA CERCA...

Roma, 1 de mayo de 1948.
Inicia el equipo ecuestre mexicano su gran
gira final preolímpica. Enfrenta a partir de hoy en la Piazza di Siena a los mejores jinetes europeos.
Viene de realizar una exitosa excursión por pistas norteamericanas.
Pero este es otro mundo.
Es el Viejo Mundo.
El mundo de la historia, de la prosapia ecuestre.
2 de mayo.
Titular principal del diario La Afición:

GRAN TRIUNFO DE LOS CABALLISTAS MEXICANOS EN ROMA

Y decía la nota informativa:
El capitán Raúl Campero, montando al caballo de media sangre Jarocho, hizo el recorrido perfecto, dentro del límite, y ganó el primer lugar.
Otros cinco jinetes mexicanos calificaron entre los diez mejores. Segundo, tercero y noveno fueron para italianos; el quinto para un francés, y el resto para nosotros: cuarto, Uriza; sexto, Mariles; séptimo, Chagoya; octavo, Valdés; décimo, Carrillo.
El capitán Campero hizo el mejor recorrido de la competencia, pues pasó limpiamente la pista, haciendo el tiempo preciso que se marco: 1:52 minutos, que necesitó para pasar los 16 obstáculos de la pista.
Con esta prueba el capitán Raúl Campero Núñez ratificó una vez más, su gran calidad de jinete, de héroe de la equitación mexicana, ya que en casa y en el extranjero ha logrado triunfos tan resonantes, tan grandes, como el que hemos anotado.
Pero algo muy desagradable está en cierne.
Algunas decisiones comienzan a ser inexplicables.
El capitán Mario Becerril, ex competidor, se refirió a ellas. Escribió una serie de artículos para la revista México Ecuestre. Les llamó La vida íntima & nuestro equipo ecuestre. Leamos aquí uno de ellos.
... en el primer día de competencias en Roma, en la prueba de velocidad que ganó el capitán Campero y que fue el primer triunfo de México en Europa, nos platicó Carrillo que después de que Campero había hecho un recorrido limpio y con buen tiempo, el Jefe -Becerril se refiere así a Mariles- les indicó que entraran a verificar su recorrido pero sin mucha velocidad, lo cual les desconcertó mucho pues sabían que para ganar dicha prueba habría que galopar rapido y aunque hasta esos momentos Campero iba ganando, faltaban aún muchos jinetes que muy bien podrían echar abajo la marca de su compañero, pero obedeciendo estas indicaciones así entraron a la cancha y cuál no sería su sorpresa cuando a la hora que le tocó su no al Jefe, lo vieron recorrer la cancha salvando los obstáculos a toda velocidad y haciendo uso hasta del fuete para azuzar a su caballo y hacer menos tiempo.
Fue un inútil esfuerzo el del Jefe: termino en sexto lugar.
Campero había conquistado la admiración en Europa.
Raúl Campero...
Era el jinete de Hatuey, a quien lo condujo en 1946 a la conquista de importantes premios en Norteamérica: en el Madison Square Garden se adueñó del Whitey Stone y días después en Toronto, del trofeo Cóndor, obsequiado el ministro de Relaciones Exteriores dc República de Chile.
Pero Hatuey y Campero fueron separados
A finales de 1947, Humberto Mariles decidió que el alazán tostado con el lucero en frente fuese la nueva cabalgadura de Rubén Uriza.
Campero no se arredró, buscó un nuevo caballo, Y fue a Jalisco, en donde encontró a Jarocho. El general Enríquez Guzmán comandante de la decimoquinta zona militar; hombre que fue de los primeros dueños de Arete presta el corcel al equipo ecuestre internacional.
Y sobre los lomos de Jarocho se lanza Campero en pos de la inmortalidad deportiva.
Roma es apenas el inicio...

DE AQUELLA PRUEBA...

Londres, 10 de agosto de 1948.
Hoy es el día.
El destino los ha unido.
Los tres son grandes jinetes especializados en salto. Los tres son provincianos y rondar 30 años de edad: Joaquín Solano Chagoya nació el 2 de junio de 1913, en Chicontepec, Veracruz; Mariles, 11 días después, en Parral, Chihuahua; Raúl Campero, el 29 de noviembre de 1919, en San Blás, Nayarit. Los tres visten el uniforme del Ejército Mexicano y compiten por su país. Dos de ellos saben que será hoy o nunca; que ha quedado frustrada su ilusión de participar en el Premio de las Naciones. Así que van en pos de la victoria, hoy, cuando da inicio el concurso de los Tres Días.
Escribió Don Chon -3 de octubre de 1948-, una extensa crónica en la revista Centauro.
Esta:

LA PRUEBA DE LOS TRES DIAS

Sobre el glorioso triunfo del equipo de México y Mariles se ha escrito mucho, se ha comentado más. Todas las radiodifusoras del mundo los han mencionado en forma elogiosa; pero de lo que casi no se ha hablado es de la prueba de los Tres Días, realizada en esta ocacación en los días 10, 11, 12 y 13 de agosto, pues aunque la prueba se llame de los Tres Días, hubo de realizarse en cuatro debido al gran número de jinetes registrados.
No hubo descanso al terminar la prueba ¿Los Tres Días y al día siguiente, 14 de agosto de 1948, se realizó la competencia de las Naciones.
El teniente coronel Mariles tuvo que realizar, por lo tanto, un titánico esfuerzo para conseguir con sus compañeros Chagoya y Campero el tercer lugar para México en la mencionada prueba de los Tres Días y al día siguiente con sus subordinados capitanes Uriza y Valdés, el primer lugar de la Copa de las Naciones.
Vamos ahora a referirnos a la prueba de los Tres Días o Caballo de Armas, para que ustedes puedan aquilatar el enorme esfuerzo que hubieron de realizar los 46 jinetes de 17 dtferentes naciones.

El campeonato de Caballos de Armas, Concurso Completo de equitación o prueba de Tres Días, se efectuó en Aldershot, un bello lugar de Inglaterra, en un par que con tapices de hierba en donde tiene su matriz un regimiento de caballería. Ahí hay maravillosos campos de polo y pista especial para la doma. Un pequeño estadio con campo de polo y en el edtficio del cuartel magnificas cuadras de piedra en donde se alojaron perfectamente los caballos de 15 de las 17 naciones competidoras.
El lugar es sano, el pienso para los caballos abundante.
Sólo los caballos de los equipos de España y Argentina no estuvieron en estas cuadras, pues los alojaron en las antiguas caballerizas de las cuadras del rey.
Los soldados tenían cuartos independientes y disponían de buenos baños. Los jefes y oficiales estuvieron alojados en Sanhur, en la Academia Militar, villa de Camberley, situada a unos 50 kilómetros y a 18 del propio Aldershot.
Por lo tanto los jinetes tenían que recorrer diariamente una larga distancia para ir a donde estaban sus caballos y a las pistas de entrenamiento.
De Sanhur salía cada hora en autobús para Aldershot, pero nuestros jinetes no tuvieron que recurrir a este servicio, pues disponían de una elegante camioneta que causaba la admiracion en todo Londres.
El equipo mexicano llegó a Londres precedido de una gran fama, que atraía numerosa concurrencia a los entrenamientos. Todos los expertos consideraban que nuestro equipo era el mejor y se hacían abundantes elogios de los equipos de Francia, Italia, Suecia, España y Estados Unidos.
Cuando se realizó el sorteo tuvimos la enorme suerte de coger el último lugar; ello daba a nuestros jinetes la ventaja de pensar muy bien lo que tenían que hacer antes de entrar a la competencia.
La competencia hípica de la XIV Olimpiada se dividió en tres partes: doma, salto y Tres Días y ésta en doma exterior y el concurso de salto.
Para la primera doma se necesitaron los días 10 y 11 y nuestros jinetes fueron tratados con suma dureza. A Raúl Campero se le clasificó en el lugar 24; al teniente coronel Mariles en el 28 y al mayor Joaquín Solano Chagoya en el 36.
Antes de la competencia cada jinete tenía 500 puntos y de ellos se descontaban los puntos malos con que eran castigados por los jueces, de ahí, que el capitán Campero quedara con 272 nada más, Mariles con 266 y Chagoya con 251.
Por equipos México quedó después de este lance en el noveno lugar con 789 puntos. Suiza, Francia, Estados Unidos, Dinamarca, Argentina, Suecia, Italia e Inglaterra estaban debajo de nuestro equipo.
Debemos referirnos a la forma injusta con que fueron calificados nuestros jinetes. Los balleros que integraron el jurado, todos ellos pertenecientes a las dos famosas escuelas equitación en el mundo: la francesa de Sorne y la italiana, daban preferencia a todos aqellos jinetes hijos de esas escuelas.
Por fortuna la segunda y tercera parte de esta dificilísima prueba, no daba oportunidad al jurado para basarse sólo en sus apreciaciones pues ahí el cronógrafo y los obstacúlos los daban fe de la habilidad del jinete y el poderío del caballo.

DURÍSIMO EL RECORRIDO DEL SEGUNDO DÍA

En el segundo día los participantes tenían que cubrir el siguiente programa:
Marcha de 6 kilómetros en 27 minutos 17 segundos. Steeplechase de 3 y medio kilómetros en cinco minutos y 50 segundos. Marcha de 15 kilómetros en una hora, 8 minutos y 11 segundos. Cross contry de 8 kilómetros en 18 minutos. Mil metros de galope en 3 minutos.
El solo enunciado de esto de la idea de la dureza de la prueba y por lo tanto, del grado de preparación que era menester tuvieran jinete y caballo para el solo hecho de terminar los recorridos.
El total es un promedio de 33 y medio kilómetros en una hora, 42 minutos y 18 segundos.
Había bonificación de puntos buenos si la pruebas de steeple y cross se hacían en menos tiempo. En cambio en las marchas si se hacía, en menor tiempo del estipulado no se bonificaban puntos buenos; pero sí, en cambio, se cargaban puntos malos por los retrasos.
El teniente coronel Mariles manejó el equipo para este evento con tanta habilidad que se lograron bonificaciones tan notables que del noveno lugar, el equipo pasó a ocupar el quinto. Solamente estaban adelante de los nuestros los equipos de Dinamarca, Estados Unidos, Suecia y Argentina.
La noche en que terminó la prueba de dama, el teniente coronel Mariles y todos los oficiales recorrieron a pie los difíciles tramos seleccionados para el steeple y el cross, a fin de conocer perfectamente todos los pasos, todos los obstáculos y especialmente, medir las dificultades de esos recorridos y estar en condiciones de poder apostar a los oficiales que no competían en los lugares estratégicos, para que a la pasada de los jinetes mexicanos les informaran si debían apurarse o conservar la cadencia, para lo cual debían observar el estado en que iba cada uno de nuestros caballos.
Todos los oficiales estaban provistos de buenos cronógrafos para saber si iban con buen tiempo o retrasados.
Esta precaución sirvió mucho a nuestros competidores para lograr buenas bonificaciones y conseguir, como indicamos en líneas arriba, mejorar la posición del equipo.

El mejor de los competidores en este día fue el famoso capitán francés Bernard Chevalier, que logró la máxima bonificación tanto en steeple como en cross. También estuvo muy bien el comandante Noguera de España.
La steeple tenía 12 saltos y el terreno era ondulado, las vallas fuertes y muy bien hechas.
La cross constaba de 34 saltos fijos, lo que hacía peligroso el menor tropiezo.
Mariles terminó con 59 puntos malos; Joaquín Solano Chagoya con 89 y Raúl Campero con 113.

SUBIMOS AL TERCER LUGAR EN LA PRUEBA FINAL

En el último día de esta difícil prueba se efectuaba el concurso de salto sobre la alfombra magnífica del campo de polo de Aldershot.
Campero fue el primero. Se le anunció oportunamente que en el plano del recorrido se había hecho un cambio. El observó cómo lo hacían los primeros jinetes y cómo fueron varios de ellos descalificados por el simple hecho de pasar por la izquierda de una llamada en el recorrido.
Cuando llegó a ese lugar no obstante de sus observaciones y las advertencias estuvo a punto de despistarse y ser descalificado pero Camperito reaccionó rápidamente, paró en seco a Tarahumara, lo volvió y logró tomar la buena ruta.

En total cometió 31 y media faltas.
Ya el mayor Joaquín Solano Chagoya montando a Malinche, había calificado haciendo diez faltas.
El trigésimo tercer turno fue para el teniente coronel Mariles. Guió a Parral con tanta habilidad que pasó la pista limpiamente, castigándolo con dos faltas y tres cuartos por exceso de tiempo. Esta actuación de nuestros tres centauros hizo que México pasara del quinto al tercer lugar ganando así las tres primeras medallas de bronce que causaron un júbilo formidable en toda la delegación. La calificación total del equipo fue de 305.25.
Estados Unidos obtuvo el primer lugar con 161.50 y Suecia el segundo con 165.00. Suiza calificó en cuarto con 404 y España en quinto con 422.50. Las otras doce naciones fueron eliminadas por diferentes circunstancias, ya por resistir, ya por despistes o bien porque sus caballos quedaron inútiles después del segundo día de competencia.

NUESTRO EQUIPO A PUNTO DE SER ELIMINADO

A la una de la tarde del día 13 de agosto, antes del concurso de obstáculos fueron inspeccionados todos los caballos en competencia.
El jurado lo componía un general inglés, varios caballeros ingleses asesorados por un veterinario también inglés. El único jurado extranjero era un general turco.

El teniente coronel Mariles ordenó que fueran trotados Parral, Malinche y Tarahumara antes de ser presentados a la inspección. El objeto era calentarlos.
Cuando fue llamado a inspección el famoso caballo Glecen Wood, que ahora se llama Parral y que tan bondadosamente nos prestó el gran deportista ingeniero Luis García, miembro del club Hípico Francés de esta ciudad y gerente de ¿a compañía Las Marcas Mundiales todos temblamos. Parral estaba lesionado de una manita.
El teniente coronel Mariles también lo sabía, por eso se acercó al grupo de jurado para enterarse de lo que se trataba.
En el momento que Parral era desechado, Mariles intervino rápidamente y un miembro del jurado, el más antipático, un hombre tan delgado como una escoba, con dos metros de altura, cuando menos, con bombín negro y paraguas en la mano, se volvió a ver a Mariles en forma áspera y grosera trató de impedir con un molesto siseo que siguiera hablando el teniente coronel Mariles.
La descortesía indignó a Mariles quien protestó airada y enérgicamente diciéndole en correcto inglés: "Soy oficial del Ejército Mexicano y no permito que se me trate de esa forma. Soy el capitán del equipo y estoy aquí para defender los intereses de mi patria. Mi caballo está en condiciones de competir en el concurso de salto de obstáculos de esta tarde y no permito que sea desechado".

El general inglés, con toda cortesía, se dirigió a Mariles para darle una excusa le llamó la atención al descortés caballero que en forma tan brusca trataba a un oficial del Ejército Mexicano.
Mariles se retiró. Yo permanecí junto al grupo y pude percatarme de cómo el general inglés hacia que se reanudara la discusión sobre Parral, hasta que fue aceptado.
Si en ese momento se hubiera descalificado a Parral, Malinche o Tarahumara, nuestro equipo de la competencia de los Tres Días, habría quedado eliminado.
Dos horas después el nombre y los colores de México quedaban registrados en la historia de las Olimpiadas en el tercer lugar de la competencia de los Tres Días o Caballos de Armas, de la XIV Olimpiada mundial efectuada en Inglaterra.
Si ustedes toman en consideración los sinsabores de la dureza de la prueba, los desvelos, el poco descanso y la nerviosidad que debe haber sufrido el teniente coronel Mariles en los días 10 al 13 de agosto en esta terrible prueba de los Tres Días, comprenderán cuán grande es este jinete, este atleta mexicano, que al día siguiente, en la memorable fecha del 14 de agosto de 1948, se trasladó al estadio de Wembley de Londres y conquistó después de una dura prueba el titulo de campeón olímpico en la competencia de la Copa de las Naciones logrando, además, con su esfuerzo, con su brillante actuación y las no menos habilísimas demostraciones de los capitanes Uriza y Valdés el titulo para nuestra patria, el galardón máximo para México, de ser considerado el mejor equipo del mundo en la más dura e importante prueba de equitacíón como es el torneo olímpico por la Copa de las Naciones.
Por una omisión, seguramente involuntaria, Don Chon no relata que los equipos de Dinamarca y Argentina -que al término del segundo día aventajaban al de México- quedaron fuera de la contienda.
Sucedió así:
Dinamarca -que ocupaba el primer sitio- perdió en el tramo de salto a los mayores Mikkelsen y Krarup; el único que completó esa difícil fase sobre el terreno recortado fue el también mayor Carlsen, quien, sin embargo, cometió 44 faltas.
Por otra parte, Argentina -cuarto lugar después de los dos primeros días de competencia-, sufrió la eliminación de José Sagasta y del capitán F. R. Carrere; sólo Juan Carlos Sagasta fue capaz de finalizar la prueba.
Estados Unidos ganó la medalla de oro; Suecia, la de plata.
En la competencia individual, el capitán francés Bernard Chevalier ocupó el primer sitio; el estadounidense Frank Henry el segundo y tercero fue el sueco Robert Selfeit. Mariles terminó en octavo, Solano Chagoya en undécimo y Campero en decimosegundo. De los 46 jinetes inscritos en el concurso, sólo 27 pudieron llegar hasta el final.

SOLANO: SOLO CUMPLIMOS

Hoy general de división retirado, don Joaquín Solano Chagoya recuerda:
-Simplemente sacamos la tarea. Esa no era nuestra prueba. No teníamos los caballos adecuados y el tiempo de preparación fue muy escaso. Yo tenía a una yegua, Malinche, que era pura sangre, pero estaba muy enferma, muy lastimada. Por las noches iba a verla, a cuidarla. Y bajo esas condiciones no se le podía exigir mucho, pues además era muy débil de manos. La prueba fue común y corriente. En adiestramiento, la verdad, no estuvimos a la altura de los europeos. En la de campo, simplemente sacamos la tarea y mejoramos en la de salto. Fue una medalla lograda con mucha suerte y a base de sacrificios, pues nuestros caballos, reitero, no eran para eso.

MARILES Y SU RETO

Doña Alicia Valdés viuda de Mariles:

- Humberto terminó la prueba de steeple y cross con golpes por todo el cuerpo, con las piernas hechas jirones y todo rasguñado por las ramas. Pero también feliz: sabía que si pasaba de ese día el equipo podía aspirar a las medallas, porque la siguiente prueba era la de salto, en la cual no tenían problemas. El me comentaba que había decidido participar en los Tres Días porque le gustaba el reto. Sabía perfectamente que iba a ser muy difícil ganar una medalla y por eso, aunque ésta fue de bronce, el general estaba muy orgulloso de ella y de la forma en que la ganaron.

CAMPERO DECEPCIONADO

Doña Elsie Nienau viuda de Campero:
-Para mi esposo fue un momento muy duro cuando le notificaron que no estaría en el Premio de las Naciones, porque para esa prueba se había preparado. Y así lo demostró, sobre Jarocho, con su extraordinaria campaña en la gira por Europa previa a los Juegos. El me platicaba que, en Vichy, Mariles le insinuó que ambos estarían en los Tres Días. No podía hacer nada. ¿Cómo, si Mariles era el jefe y él ordenaba qué jinete y qué caballo competirían? Raúl se sentía decepcionado, como cuando le quitaron a Hatuey. Pero no era un hombre que se venciera tan fácilmente; si iba a montar a Tarahumara, lo haría de la mejor manera. Y lo hizo. Por eso se sintió satisfecho y orgulloso de esa medalla, aunque nunca pudo ocultar que más importante que todo eso fueron sus victorias en Roma, Monteccatini, Lucerna y Vichy, en donde, entre otras cosas, demostró ser mejor jinete que el mismo Mariles.

DOS TESTIMONIOS DOS

Del capitán Mario Becerril, tres párrafos de La vida íntima de nuestro equipo ecuestre:
...Hasta Londres el Jefe les hizo saber que el equipo estaría formado por él con el caballo Jalapa (cambió por Parral), el mayor Chagoya con Malinche y Campero con Tarahumara.
Ninguno de los jinetes y caballos estaban en condiciones de hacer la prueba satisfactoriamente, pues no era posible que sin preparación y entrenamiento pudieran hacer algo, pero lo hicieron a base de valor...
Campero que montó al peor caballo nos señaló la falta de cooperación y dirección que hubo en el Equipo durante el desarrollo de esta prueba, sobre todo al terminar la fase de fondo, pues su caballo al terminar estaba agotadísimo y no había asistente que se lo detuviera para ir a la báscula como es obligación; el capitán-Gracida y Uriza se encargaron de atenderlo y una señora desconocida del público se quitó una manta con la que se cubría de la lluvia y se la dio para que taparan al caballo. En cambio, al Jefe, lo esperan tres asistentes y el veterinario.
Si ganaron fue a base de fibra el honroso tercer lugar por equipos, en esa prueba considerada como la más importante en materia ecuestre.
El mayor Víctor Manuel Saucedo Carrillo, quien montaba a Poblano, sin lugar a dudas uno de los mejores caballos mexicanos de aquel entonces y que por decisión de Mariles no compitió en la justa londinense, afirma:
-Lo más importante de todo era el equipo: México mostraba al mundo, desde esa prueba, que tenía a un buen conjunto de jinetes y no sólo a un jinete. En aquellos tiempos, en general, preferíamos el triunfo colectivo al individual. Cualquiera podía ganar hoy o quedar; atrás mañana. Todos estábamos tan bien fue circunstancial el que a unos haya tocado la gloria y a otros no y creo que no es momento de crear divisiones y polémicas sobre lo que sucedió en aquella ocasión. Lo que las nuevas generaciones deben tener muy presente es que un jinete no hace a un equipo; éste lo hacen todos como aquel de 40 años atrás...

DE LOS HIJOS DE LA REVOLUCION...

De la historia de Humberto Mariles se escrito ya en páginas anteriores; adentrémonos ahora en la vida de los otros dos integrantes aquel equipo.

Raúl Campero Núñez y Joaquín Solano Chagoya: dos hijos de la Revolución...
Los padres del primero fueron el coronel revolucionario Carlos Campero Cueva y doña Josefina Núñez.

Los del segundo, el teniente coronel Ignacio Solano -jefe del estado mayor del general Agustín Millán- y la maestra rural Ana María Chagoya, lo dejan muy pronto en la orfandad.
El muere en 1916, cuando su hijo tiene apenas tres años; ella fallece en 1923.
Solano Chagoya: huérfano a los diez años.
La historia del primero -quien murió el 31 de octubre de 1980-, será contada por su viuda, doña Elsie Nienau; la del segundo, por el propio Solano Chagoya.
Doña Elsie:
Desde que era muy pequeño y cuando sus padres vivían en Colima, Raúl quiso ser soldado. Su padre, que había participado en la Revolución, en la que destacó en las campañas en Jalisco, llegó a ser coronel sin haber cursado estudios para ello. Por eso Raúl se propuso ser soldado y se trazó como meta llegar al Colegio Militar. Ingresó a él cuando tenía 18 años. Era un muchacho de piel morena clara y muy delgado; tanto que, suponiendo además que era de Colima y no de Nayarit, sus amigos le llamaban Colimote Rodilón. Muy pronto destacó en los deportes, principalmente en boxeo, futbol, tumbling y equitación. Su primer maestro de salto fue el capitán Francisco Carrandi; después recibió instrucción del capitán Heriberto Anguiano de la Fuente. Me contaba que, siendo cadete, a bordo del buque Durango realizó una gira a Chile, formando parte de una delegación militar, deportiva, comercial y artística, integrada por casi 500 personas. El dio exhibiciones de tumbling y de salto.
Cuando regresó de esa excursión se graduó como subteniente y se incorporó al Regimiento de Caballería, donde logró notas tan buenas que al año siguiente alcanzó el grado de teniente en la XXI zona militar, en Jalisco, que era comandada por el general Miguel Enríquez Guzmán. El general apreciaba mucho a mi esposo. Era de sus mejores jinetes.
En 1942 comenzó a perfilarse su futuro: al competir en varios concursos obtuvo triunfos importantes y atrajo la mirada de Mariles, quien ya era el jefe de la Asociación Nacional Ecuestre. De inmediato, Mariles pidió que Raúl fuese trasladado a la capital, lo que logró después de muchos trámites. Mi esposo fue nombrado instructor de la Asociación, eso sucedió en septiembre de 1943. Entonces lo conocí. Me lo presentó el novio de mi hermana, también jinete. Me impresionó a primera vista. Era un hombre noble, muy humano; su carácter era alegre y sabía ser buen amigo. Era un gran bailarín, muy conversador y tenía el don de saber contar chistes. Su plática era amena e interesante y además, tocaba un poco la guitarra y le gustaba cantar. Siendo novios me llevó varias serenatas y entonces me cantaba dos canciones muy nuestras: Tres palabras y La gloria eres tú.
Poco después comenzó a montar a Hatuey y a destacar con él. Y en abril de 1946, haciendo equipo con Mariles, Alberto Valdés y el capitán José María Incháustegui, ganó la prueba por equipos del II Concurso Internacional.

Días después ganó otra prueba por equipos, ahora con Valdés y José Eduardo Pérez. Más adelante, en otro concurso empató con Saucedo Carrillo y concluyó venciendo en la prueba de precisión.
Al terminar aquellos concursos, Raúl y sus compañeros del equipo ecuestre fueron contratados para doblar a varios artistas en unas películas que estelarizaron Jorge Negrete y Charito Granados: Camino de Sacramento y Los 7 hijos de Ecija. Como Raúl era muy delgado y de rostro de finos rasgos, le tocó doblar a Chanto Granados en una escena en la que ella baja, a caballo, por una peligrosa pendiente allá por la carretera a Toluca.
Año maravilloso aquel: el dinero que le pagaron por esa filmación, creo que 50 pesos, fue el último empujoncito que necesitábamos para casarnos. Lo hicimos el 27 de julio. Fue una boda sencilla: los dos pertenecíamos a familias de clase media. Y en noviembre se fue a Estados Unidos y Canadá: en el Madison Square Garden ganó el trofeo Whitey Stone y en Toronto el trofeo Cóndor. Cuando regresó, ya muy cercana la Navidad, se enteró de dos buenas nuevas: el Presidente de la República concedió ascenso a todos los miembros del equipo y Raúl alcanzó el grado de capitán segundo; además, venía ya en camino nuestro primer hijo:
Raúl, el Pecas. Después nacieron Rodolfo y Elsie. Raúl, que era muy hogareño, un padre muy amoroso, gustaba de llevar a sus hijos al campo; les enseñó a montar, a jugar fútbol, a nadar.
El de 1947 no fue un año muy grato. Todo sucedió en los últimos meses: por un lado, repentinamente Mariles le quitó a Hatuey, dividiendo así a uno de los mejores binomios no sólo del país, sino del mundo entero; el cambio decepcionó a Raúl, porque había trabajado mucho con Hatuey, con el que logró importantes victorias... Por el otro, sufrió un fuerte golpe en la pierna derecha y muy lastimado fue a competir en Nueva York y Toronto. Aún así logró un segundo y un tercer sitios en el Madison...
Don Joaquín:
Así que a los diez años de edad me quedé solo en el mundo. Sin recursos, sin dinero... Me junté entonces con unos arrieros y me fui con ellos a Acapulco, Hidalgo. Caminamos tres días, entre cerros y campos. Y en todo momento me preguntaba: "¿Será ésta mi nueva vida? ¿Cuál será mi futuro en estos pueblos?". Sabía leer y escribir porque mi madre, que era muy enérgica, había cumplido enseñándome las letras en la escuela rural de mi pueblo, junto a los demás niños y a gente ya grande. Y me rebelé: ¡Mi futuro tendría que ser mejor! Me decidí, pues, a venir a la capital y buscar a mis únicos familiares: mi tía Guadalupe Solano y mi abuela, Rosa Lacorte de Solano, quien recibía la pensión, íntegra, de mi padre.

Pero no fue nada grata la vida en la capital. No recibía el trato ni siquiera de un gato de chimenea, sino de uno de tejado. Tuve que trabajar desde el primer momento en que llegué aquí, ya fuera vendiendo periódicos o de lo que fuera. ¡Le hice a todo! No obstante, procuré continuar mis estudios y fue así como terminé la secundaria, en la Secundaria Cuatro, allá, en San Cosme. ¡Yo quería ser alguien!
Cuando cumplí 15 años y decidido ya a seguir, como mi padre, la carrera de militar, un día fui a la secretaría de Guerra y Marina, que estaba en las calles de Moneda. Vi a un ordenanza y sin más, le pregunté que quién era el jefe del Departamento de Marina. Me contestó secamente: "el comodoro Hiram Hernández". No alcancé ni a darle las gracias, porque vi salir a un señor cuya fuerte personalidad y vistoso uniforme me hicieron suponer que era el comodoro. Error: era Luis Hurtado de Mendoza, director de la Escuela Naval de Veracruz...
Me le planté enfrente y sin pena, que le digo: soy huérfano, no tengo familiares... Quiero ser marino". Tal vez le impresiono el gesto atrevimiento, o tal vez sintió compasión por mí pero no dudó en su respuesta: "pues prepara tus cosas, porque nos vamos hoy mismo a Veracruz". ¿Cuáles cosas?... Lo único mío era lo que traía puesto. Pero como el director tenía un hijo de mi edad, me prestaron ropa y me fui con ellos a Veracruz, una vez que don Luis cumplió con su misión: entrevistarse con el general Joaquín Amaro, secretario de Guerra y Marina.

De un pobre huérfano sin destino me había convertido en un cadete de la naval. Y así, dentro de mi albo uniforme, en julio de 1928 me hice a la mar, en mi primer viaje de prácticas. Visitamos Nueva Orleans, Panamá, Costa Rica, Puerto Rico, Haití y Cuba y retornamos a la base en el puerto. Cuando estábamos en Costa Rica recibimos informes de la muerte del capitán piloto Emilio Carranza y de que había sido asesinado el general Álvaro Obregón. Ambos hechos consternaron a la tripulación entera, pero teníamos que seguir adelante.

En 1929 sucedió algo que marcó para siempre nii destino: cerró la Escuela Naval. Ya había terminado mi primer año, así que, como a otros cadetes, me dieron a escoger: o inscribía en el Heroico Colegio Militar, o esperaba a que después de trámites que podrían ser muy largos, volvieran a abrir la escuela. Me decidí por lo primero; no quería perder tiempo. Y ya en el Colegio me apasionó la caballería. Me gustó tanto que, a pesar de que en 1930 fue reabierta la escuela, preferí quedarme. Terminé mi instrucción en diciembre de 1930 y causé alta en el regimiento 52, en Michoacán, como subteniente.

Poco tiempo después fui trasladado al regimiento 24, estacionado en Ciudad Juárez y allí, con muy buenos caballos, llené mi vida. Me sentía feliz. A plenitud. Y como del otro lado, en el Fuerte Ellis -El Paso, Texas- también había muy buenos corceles, frecuentemente organizábamos concursos. Competíamos en salto y aunque ellos se negaban a aceptarlo, les ganábamos muy seguido. En lo personal obtuve algunos triunfos que hicieron que mis superiores se fijaran en mí v como estábamos en vísperas de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en 1935-San Salvador-, me ordenaron venir a competir a la ciudad de México. Lo hice y casualmente me tocó ser seleccionado. Sin embargo, por intrigas políticas me hicieron a un lado. Como siempre: un subteniente venido de provincia y bueno...

No obstante, cuando terminaron las pruebas el general Amaro ordenó que cuatro de los mejores jinetes de aquellas pruebas nos quedáramos en México: el teniente Jaime Lara Zapé y los subtenientes Ramiro Rodríguez Palafox -finalmente escogido para competir en San Salvador-, Miguel Ángel Hernández Montoya y yo. A mí no me gustaba la idea; quería regresar a Ciudad Juárez, convivir con la tropa seguir con aquella vida, pero no hubo de otra. Nos quedamos aquí como profesores adjuntos de equitación, con los viejos maestros que habíamos tenido, como el general Carlos H. Mejía López.

Y así estábamos, cuando un día de 1936 nos avisaron que iríamos a competir a Washington...

DE LAS LOAS: DEL PRINCIPIO DEL FIN...

Londres, 13 de agosto de 1948.
La premiación.
Una medalla de bronce.
Un himno. Tres banderas en lo alto. Es la de México una de ellas.
Don Joaquín:
-Sentimos una gran emoción. Nuestro principal objetivo era el Premio de las Naciones, pero esa medalla en los Tres Días, la primera ganada por la equitación mexicana en Juegos Olímpicos nos hizo sentir una felicidad desconocida; el tercer lugar era muy significativo. Y como militar fue para mí un gran orgullo el ver a nuestra bandera ondear allá arriba en los mástiles. Me quedó la satisfacción eterna de saber que habíamos cumplido con la patria.
Doña Elsie:
- Cuando ganaron la medalla, el general Ignacio Beteta -jefe de la delegación- les dio 200 dólares a cada uno. Pero mi marido y Saucedo Carrillo le pidieron que les entregara personalmente el dinero, porque Mariles acostumbraba retener todas las sumas y disponer
los gastos. ¡Hasta los de la peluquería!... Esto irritó a Mariles, quien los amenazó con separarlos del equipo.
Al regreso triunfal, la sonrisa de la victoria era la máscara tras la cual se ocultaba el rostro fragmentado del equipo nacional ecuestre.
Homenajes, festejos, ascensos, recepciones, entrevistas. - -
Don Joaquín:
- Eso era lo que menos me gustaba. Es cierto, el éxito en Londres fue grande, pero fue más el ruido que se hizo. Yo no estaba acostumbrado a eso. No viviría de la fama. Yo seguía siendo soldado. Y quería ser general.
Ya, ya crujen los cimientos. Ya se fracciona la unidad...
Doña Elsie:
- En la misma Navidad de ese 1948 comenzó el acoso de Mariles. Ese día arrestó a mi marido y a Saucedo Carrillo. La orden decía que por murmurar contra un superior. Fueron liberados ya cerca de las diez de la noche.
Don Joaquín:
- Ya como teniente coronel me retiré como competidor activo. Pedí mi cambio al vigésimo regimiento, con sede en Chihuahua v me dediqué a lo mío: como era instructor, me puse a preparar caballos y jinetes.
A principios de 1950, Humberto Mariles separó del equipo ecuestre a Campero y a Saucedo Carrillo; en agosto renunció Uriza. A ellos se unieron Mario Becerril -quien va era instructor-~ y Jorge Rodríguez Torres y entre todos formaron el equipo del Heroico Colegio Militar. Sus caballos eran apenas regulares, pero mucho el entusiasmo de los capitanes. La confrontación con el equipo de Mariles fue directa. Ahora había auténtica competencia. Y los capitanes ganaron varias contiendas. Inclusive, Campero, Carrillo, Becerril y Uriza lograron clasificar a la justa olímpica de Helsinki 52. Campero, Uriza y Becerril renunciaron a participar en ese torneo, pero la Secretaria de la Defensa Nacional sólo concedió permiso al primero de ellos, comisionado como perito de la Dirección de Tránsito.

Doña Elsie:

- Raúl siguió montando, aunque ya no lo hacía en competencia. Primero en Tránsito,
con el general José Gómez Velasco; después en Rancho Alegre, con el señor Gunnar Beckman quien tanto apoyo diera a los equipos ecuestres mexicanos. Posteriormente, mi esposo fue jefe de personal del Centro Satélite; después, gerente de la tienda del Ejército y durante el sexenio de López Mateos fue comisionado a la cuata sección. En 1966, ya con el grado de mayor, fue enviado como comandante a la aduana en Progreso, Yucatán; de ahí pasó a Chetumal, Coatzacoalcos, Topolobampo y Nogales, donde murió, el 31 de octubre de 1980, a causa de un paro cardio-respiratorio.

El 20 de noviembre de 1964, don Joaquín Solano Chagoya alcanzó su gran objetivo: fue ascendido a General Brigadier.
Días después, el general Marcelino García Barragán -secretario de la Defensa Nacional- lo nombró director de Caballería, puesto que ejerció hasta 1970, cuando fue comisionado como comandante a la 18 zona militar, en Pachuca. En 1971 ocupó el mismo puesto en la 28 zona militar, en Oaxaca y a mediados de año fue transferido a la 27, en Guerrero, donde permaneció hasta 1973. Volvió a Oaxaca y ahí se mantuvo hasta octubre de 1977, cuando fue nombrado jefe de la primera zona militar, en la ciudad de México, puesto que ocupó hasta el 15 de octubre de 1980, porque entonces pasó a la dirección de personal de la Secretaria de la Defensa Nacional. Y siendo ya General de División, el primero de enero de 1982 pidió su retiro.
De 1983 a la fecha es presidente de la Asociación del Heroico Colegio Militar, con sede en las instalaciones de Popotla.

DEL ADIOS...

La robliza dama de grandes ojos azules, blanca piel y generosa sonrisa, ofrece dulcemente una taza de té, humeante y aromática.
La charla llega a su final.
Ella se pone en pie. Mira con nostalgia las fotografías que resaltan en las paredes de la estancia de su hogar, tan sencillo y hospitalario como ella misma: en casi todas aparece aquel equipo de Londres 48.
Suspira.
Y dice doña Elsie:
- Raúl Campero fue excelente como deportista, como militar, como esposo y mejor todavía como padre. Sus hijos y yo estamos orgullosos de él, porque más allá de la medalla que dio al país y que siempre le hizo sentirse ufano, supo ser un hombre en toda la extensión de la palabra: leal, honesto, derecho... El sí supo hacer amigos. Y todo mundo tiene un grato recuerdo de él. ¿Hay algo más valioso que eso?...

Fuma el general.

Ya terminan los recuerdos.

Calla su voz ronca, firme... Y parece reverberar por la iluminada oficina.

Una espiral de humo se eleva frente al rostro, de duros rasgos, de Joaquín Solano Chagoya, lo envuelve en un aire de misterio y después escapa por la ventana, entreabierta.
Ha hecho el militar de la amabilidad una constante, pero sin prodigar la sonrisa.
Se despide.
Camina con altivez castrense el oficial. Marca el paso con el tacón, que retumba en su encuentro con la lustrosa duela.

Solano Chagoya: alto, esbelto, afilado rostro de nariz rectilínea y fino bigotillo sobre los delgados labios; ya es escaso el cabello, entrecano, peinado hacia atrás. Mirada pretoriana.

Se detiene el general en la puerta.

Dice por último:

- Como deportista y como soldado he cumplido con mi deber y eso, para mí, es lo más importante. No soy un hombre que guste de la fama ni de los homenajes. Jamás los busqué. El haber puesto en alto el nombre de México ha sido mi mejor recompensa. Y eso se lo debo al deporte.

Fuente:

Medallistas Olímpicos mexicanos.
Comisión nacional del Deporte. Portal: Actívate ya.
Enero de 2004.

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