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Pilar Roldán Tapia
Medalla de plata
México 1968
Esgrima

Sólo de tenis se hablaba en esa casa. No podía ser de otra manera:

Ángel Roldán, el Güero, había sido uno de los mejores raquetistas en el ámbito nacional e inclusive, fue seleccionado mexicano Copa Davis -1934- y jugó al lado de Esteban Reyes, Eduardo Tapia y Eduardo Mestre.

Su esposa María Tapia, la Chata, fue triple medallista en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en El Salvador, 1935: campeona en singles y en mixtos -al lado de Alfonso Unda- y medalla de plata en dobles -con Fernanda Cedillo-. En 1954, cuando esos juegos fueron disputados en México, ganó otras dos medallas de plata: en dobles -con Rosa

María Reyes- y en mixtos -con Anselmo Puente-.

Tenista tenía que ser pues, Pilar Roldán Tapia, su hija.

Ella lo traía en la sangre. Fue su deporte de siempre. Por eso no resultó extraño verla, apenas a los seis años de edad, empuñando una raqueta en las mesas de arcilla del Junior Club. Pero...

Pilar Roldán:

- Todo comenzó como un juego... -¿Como un juego, señora?

- Sí, nada más que quien lo protagonizaba aquí, era una niña y no un niño. Esa niña era yo. Tenía como diez años y había descubierto algo que me cambiaría la vida: Los Tres Mosqueteros. Primero leí la obra de Alejandro Dumas; después vi aquella inolvidable película en la que Gene Kelly protagonizaba a D'Artagnan. Y entonces nació en mi una pasión desmedida por la esgrima. Recuerdo que tenía un traje con capa y lo utilizaba para disfrazarme de mosquetera y jugar a los espadachines.

Pronto dejaría de ser un juego.

Poco después de cumplir los 13 años de edad -1952- Pilar pidió a sus padres que le permitieran tomar clases de esgrima. Quería saberlo todo acerca del florete. Y tuvo fortuna, a finales de ese año el profesor italiano Eduardo Alajino, de reconocida calidad a nivel mundial, decidió radicar en México. Aquella chiquilla fue una de sus primeras discípulas. Y pronto, muy pronto, al grupo de alumnos se sumó el padre de Pilar: Ángel Roldán se dejó llevar por el fervor de su hija. Primero lo facilitó todo: en aquella casa en San Ángel instaló una pequeña pista de esgrima y compró a Pilar careta, guantes, chaleco protector y hojas de primera calidad; después -mediados de 1954-él mismo fue subyugado por el arte de manejar la espada y se integró a la esgrima con el mismo entusiasmo con que lo hiciera su hija.

Y así, casi sin darse cuenta, el llamado deporte blanco fue dejando de ser la gran pasión de dos de los integrantes de esa furibunda familia tenística.

Avancemos en el tiempo.

Lleguemos hasta esta soleada tarde del 12 de marzo de 1955.

Tarde histórica para el deporte de México.

Porque veintidós naciones del continente se han unido para disputar aquí los II Juegos Panamericanos.

Y se visten de todos colores las tribunas del estadio de Ciudad Universitaria para presenciar la ceremonia de inauguración. Desfilan gallardos los vistosos contingentes deportivos. México, país sede, cierra la parada. Su delegación es encabezada por Joaquín Capilla; el clavadista porta con altivez el lábaro patrio.

Visten nuestros deportistas un uniforme rojo y blanco. Saco y pantalón los varones; saco y falda las damas. Una de éstas es la jovencita Pilar Roldán, apenas a los 15 años de edad campeona invicta en florete. Está nerviosa, no puede ocultarlo; tampoco oculta su orgullo. Porque detrás de ella desfilan también sus padres: la tenista María Tapia y el ahora esgrimista Ángel Roldán.

Se produjo así el hecho insólito, sin precedentes y que hasta la fecha no ha vuelto a repetirse: padres e hija compitiendo por su país en unos Juegos Panamericanos.

Ninguno de los tres conquistó una medalla en esa ocasión.

La jovencita de entonces lo haría trece años más tarde, también en suelo nacional.

Y en Juegos Olímpicos.

Pilar Roldán: medalla de plata en florete.

Y se convirtió en la primera mujer mexicana en subir a un podio olímpico.

Infancia feliz la de Pilar.

Sin angustias económicas.

Integrada al deporte.

Sólo gratos recuerdos tiene María del Pilar Roldán de aquellos, sus primeros años -nació en la ciudad de México, el 18 de noviembre de 1939-.

Buena deportista. Buena estudiante también, muy destacada en el Instituto Miguel Ángel.

Los personajes centrales de su existencia eran sus padres y su hermana menor, María de Lourdes, quien nació cuatro años después que ella.

Hasta que llegó Alajmo.

Pilar:

-Cuando descubrí la esgrima me di cuenta de que podía combinarla perfectamente con mi otro deporte. El tenis me servía para tener fuerza en los brazos y coordinación en los desplazamientos, mientras que la esgrima aportaba mejores reflejos y mayor seguridad en mí misma.

Ya don Ángel Roldán y María de Lourdes se habían añadido al grupo de aprendices de esgrima cuando, apenas al año y medio de la primera clase de Pilar, le dijo el maestro Alajmo:

- Ya estás lista... Ya vamos a competir.

La inscribió en un torneo de segunda fuerza. Pilar lo ganó sin perder un solo duelo. Y en noviembre de 1954, unos días después de haber cumplido los 15 años, fue registrada en el torneo selectivo para integrar el equipo mexicano de esgrima que competiría en los Juegos Panamericanos de 1955.

Pilar:

- Más allá de los sueños triviales de cualquier jovencita de esa edad, los míos eran los de ganar, de representar a mi país.

Se hicieron realidad.

Y aquel 12 de marzo desfiló Pilar al lado de sus padres.

Pilar:

- Ese ha sido uno de los días más emotivos de mi vida. Recuerdo que un año antes, en la inauguración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, la familia había ido al estadio a ovacionar a mi madre quien competiría en el torneo tenístico... ¡Y ahora estábamos los tres! Sólo faltaba mi hermana María de Lourdes, quien ya era campeona infantil, pero todavía estaba muy pequeña para participar en los Panamericanos. Fue una gran experiencia la de competir juntos en representación de nuestro país. No ganamos medalla, pero nuestra unión se hizo más fuerte. Yo estaba todavía sorprendida por lo hecho por mi padre: apenas meses después de iniciarse en la esgrima había participado en el selectivo y obtenido su lugar en el equipo nacional...

Con admiración hablará Pilar cuando de su padre hable.

Como ahora:

- Sus consejos fueron muy valiosos para mí en todo momento. Sobre todo en aquellos juegos del 55, porque eran mi primera competencia internacional y aunque Yo estaba muy motivada, era todavía una chiquilla inexperta. Mi padre fue mi eterno punto de apoyo. El me costeó la mayoría de los viajes a Estados Unidos y a Europa para que adquiriera experiencia y también me acompañó cuando participé en los Centroamericanos y del Caribe de 1959 -Caracas- y de 1962 -Kingston- en los que nuestro equipo ganó medalla de oro en espada. También fue conmigo a los Juegos Olímpicos de Roma -1960-.

Volvamos a los Panamericanos de México.

Y a escuchar a Pilar Roldán:

- Ya era la campeona nacional. Había vencido a enemigas que me superaban en experiencia y en madurez competitiva, acaso porque sentía que la esgrima era algo muy sencillo. Así llegué a ese torneo, sin roce internacional, invicta en dos años; los que tenía apenas de haber tomado un florete. Ya en los juegos tuve algunas victorias iniciales, pero me frustré un poco cuando sufrí mi primera derrota: me venció la venezolana Ingrid Sanders, quien me hizo vivir una experiencia muy valiosa. Finalicé en un muy aceptable cuarto lugar y con la gran satisfacción de haberle ganado a la estadounidense Maxime Mitchell, una señora de 40 años con un currículum impresionante, en el que destacaba el sexto lugar en los Juegos Olímpicos de Helsinki 52.

Ya estaba Pilar en el camino...

A principios de ese 1956, año olímpico, participó en el torneo selectivo para competir en Melbourne. Y obtuvo su pase al gran certamen, a pesar de tener apenas 16 años. Cuatro días después de festejar su decimoséptimo aniversario, desfilaba otra vez como parte de una delegación mexicana en la que el abanderado era Joaquín Capilla, pero ahora lo hacía a muchos miles de kilómetros de su patria: en el estadio olímpico de Melbourne, capital de Victoria, puerto australiano de playas bañadas por el Mar de Tasmania. Era sólo la segunda esgrimista mexicana en el escaparate olímpico; su única antecesora era Eugenia Escudero, quien compitió en Los Ángeles 1932.

Resume Pilar su actuación:

- El torneo de Melbourne fue muy significativo para todas las floretistas, ya que por vez primera se compitió con marcador electrónico. Anteriormente, cuatro jueces determinaban los toques y las acciones, ofensivas y de contragolpe, pero ahora él apuntador electrónico registraba los puntos. Eso cambió por completo la esgrima, que perdió en elegancia y en técnica... Antes de que se produjera esa innovación una tenía que llevar las acciones lo más precisas técnicamente, para que los jueces determinaran los toques; a partir de ese momento la esgrima y en especial el florete, en el que se marca el toque sólo con la punta de la hoja, se volvió más rápida, más atlética...

- Para mí fue un gran orgullo el haber participado en esos Juegos Olímpicos y llegar a las semifinales tras cuatro victorias. Finalmente ocupé el décimo sitio, muy bueno porque seguía siendo una chiquilla sin mayor experiencia y porque, en realidad, a mí me divertía competir; yo no buscaba el triunfo a toda costa. En aquellos mis inicios conquistar una medalla no era una de las prioridades de mi vida... No obstante, una de mis grandes satisfacciones en ese certamen fue haberle ganado un asalto a la inglesa Lillian Scheen, a la postre ganadora de la medalla de oro.

A su regreso de la ciudad australiana, Pilar y sus padres acordaron que si la esgrimista quería continuar con su carrera olímpica, lo más conveniente sería enviarla a competir en el extranjero. Porque aunque su técnica era muy aceptable, no era suficiente entrenar y participar en torneos nacionales; ella requería fogueo, presentarse en competencias de mayor envergadura, enfrentarse a esgrimistas con experiencia, con calidad mundial.

Don Ángel pues, metió la mano en la cartera...

Así, Pilar acudió al campeonato nacional abierto de Estados Unidos en 1958 y se ubicó en la séptima posición.

Pero ese fue sólo el principio.

Porque todo cambió a partir de 1959.

En enero durante los Juegos Centroamericanos y M Caribe -en Caracas- ganó la medalla de bronce individual y la de plata por equipos. En esa ocasión compitió por primera vez al lado de su hermana Lourdes. Y de ahí en mas, sólo primeros lugares: en todos los torneos nacionales de florete, en los Juegos Panamericanos -agosto, en Chicago- y en el nacional abierto de Estados Unidos!

Pilar:

- Ese torneo fue maravilloso para mí, ya que en las tribunas de la Universidad de California del Sur (USC) en Los Ángeles, se encontraba mi gran amigo el tenista Rafael Pelón Osuna, quien era estudiante de esa institución. Rafael y sus amigos estuvieron apoyándome todo el tiempo y cuando gané el campeonato armaron gran revuelo. Triunfar en Estados Unidos no es cosa de todos los días.

Había sido dado un primer paso.

Ya había rebasado Pilar a las tiradoras estadounidenses y era la número uno de América, pero las mejores floretistas del mundo se encontraban en Europa. Y, decidida a alcanzar la mejor preparación con miras a los Juegos Olímpicos de Roma 1960, la mexicana fue a su encuentro.

Pilar:

- En mi gira por Europa gané los abiertos de Holanda y de Alemania Federal y en Sóest -también RFA- obtuve el cetro del internacional de campeonas nacionales. Además, en París finalicé séptima en una prueba que reunió a cien floretistas y después gané la medalla de bronce en un torneo realizado en Luxemburgo.

Por méritos propios, la esgrimista recibía el honor de ser la abanderada de la delegación mexicana en la Olimpiada de la Ciudad Eterna
La enseña patria le fue entregada al clavadista Álvaro Gaxiola, quien a su vez la depositó en las manos de Pilar en la capital italiana.

El 25 de agosto de 1960, aquella chiquilla que cinco años atrás formara parte por vez primera en su vida de un contingente deportivo nacional, marchaba ahora al frente de la escuadra mexicana que nos representaría en Roma.

Pilar:

- Fue un orgullo haber llevado la bandera en la inauguración de los Juegos. Fue una ceremonia imponente, por su misma esencia de gran tradición y por otra parte, porque fui la primera mujer en el mundo que portó la bandera de su país en una ceremonia de ese tipo. Este hecho fue una novedad para todos, lo que representó una fuerte presión para mí... Pero sin duda, al mismo tiempo una gratísima experiencia; algo que me asentó aún más. Había dejado de ser, como mi padre me decía, un potrillo entusiasta.

Y la competencia, señora

Mi meta era llegar a la final. Me sentía segura de ello. Básicamente por dos razones: había sido muy fructífera mi gira por Europa y porque contaba con la presencia de mi estro de siempre, Eduardo Alajmo, quien vacacionaba en su tierra y aprovechó para estar conmigo en la competencia. Al final logré mi objetivo: estar en la ronda final, con las ocho mejores. Una reflexión posterior me hizo comprender que fue necesario fijarme una meta más alta. Porque entonces pensaba que estar en una final lo era todo y no pude dar más. Me faltó exigirme a mí misma, buscar la medalla.

Mientras Pilar competía en Roma, su hermana Lourdes repetía la hazaña por ella lograda: ya era campeona nacional de mayores.

Al regresar a México, Pilar dio otro paso trascendental en su vida: contrajo matrimonio. Casó con el empresario Edgar Giffenig, a quien conoció en las mesas de arcilla del Junior Club.

Y en diciembre de 1961 nació Edgar, su primer hijo.

Pilar

- Tuve la suerte de contar con un esposo que siempre me ayudó en el difícil camino de la realización deportiva. Cuando nació Edgar junior mi vida cambió un poco porque, como vivía en la colonia Juárez, me iba a entrenar con mi hermana a la YMCA de Ejército Nacional. Llegábamos ahí a las siete de la mañana, mientras mi marido cuidaba del bebé; yo dejaba lista la mamila y regresaba cerca de las nueve, antes de que Edgar se fuera a trabajar. Sin un esposo así, difícilmente hubiera podido seguir. Su apoyo fue fundamental en mi carrera.

En 1962 y de nueva cuenta acompañada por su hermana, Pilar compitió en los Juegos Centroamericanos y del Caribe -en Kingston

Renovó la medalla de plata por equipos, pero en individual superó aquella de bronce conquistada en Caracas: ahora sería de plata. Fue muy comentado aquel espectacular duelo Final, contra la cubana Mireya Rodríguez, una talentosa esgrimista con la que Pilar sostuviera incontables encuentros.

Poco después y en forma inesperada, falleció en México el maestro Alajmo.

1963 fue un año de buenas nuevas.

La primera: nació Ingrid.

La segunda: el 18 de octubre, al finalizar la reunión del Comité Olímpico Internacional en Baden Baden, se lanzaba la noticia a través de los teletipos: ¡México sería la sede, en 1968, de los juegos de la XIX Olimpiada!

Pilar:

- Por supuesto que eso fue bien recibido por todos los deportistas mexicanos, pero nos encontrábamos ya a menos de un año de los Juegos Olímpicos de Tokio, 1964.

Se iniciaba de hecho, la preparación con miras a los juegos de 1968 y en tal virtud se dispuso que a Tokio acudiese una numerosa delegación. Se efectuaron torneos selectivos en todas las especialidades. Las hermanas Roldán se inscribieron en el de esgrima. Pilar calificó; Lourdes falló en su intento.

Pilar:

- Durante todo el tiempo me hicieron creer que iba a ir a los Juegos, pero finalmente no me inscribieron. Faltaban sólo ocho días para el viaje cuando me avisaron que por una decisión irreversible tomada por el general Clark Flores -presidente del Comité Olímpico Mexicano- no iría ningún esgrimista. Fui personalmente a pedirle una explicación. El no ofreció ninguna respuesta concreta; se limitó a balbucear una y otra vez: "es que no tienen calidad"... ¡Qué barbaridad! Así que después de participar en dos Juegos Olímpicos y de ganar medalla de oro panamericana y varios torneos en Estados Unidos y Europa, resultaba que no tenía calidad para ir a Tokio. Nunca lo olvidé. Y cada vez que veía a Clark Flores le exigía que dijera la verdad y explicara el por qué nos habían hecho creer que iríamos sólo para que a última hora nos dejaran aquí. El jamás respondió como debía. Nunca aceptó que conmigo habían cometido un error... La furia que sentía no me permitió frustrarme sino que, por el contrario, operé en mí en sentido opuesto: me alentó a prepararme mejor, a trabajar con mayor fuerza y ahínco para cumplir una meta: competir en nuestros Juegos, ganar una medalla y así, demostrar que había sido muy injusta aquella decisión de Clark Flores.

En 1965 fue contratado el entrenador polaco Jerzy Buczak y su presencia en el Centro Deportivo Olímpico Mexicano dio a Pilar nuevos ánimos.

Pilar:

- El me hizo conocer pequeños grandes secretos de la esgrima. Fue otro gran maestro en mi vida.

Pilar participó -1966- en la II Semana Deportiva Internacional, en la que logró el segundo sitio. No obstante en la III, al año siguiente, no pasó a la ronda de finales; en cambio, alcanzó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Winnipeg.

Y de ahí fue directo a la Olimpiada en México.

Los combates de esgrima se programaron del 15 al 25 de octubre. La sede sería la moderna instalación construida exprofeso para la justa: la espectacular sala de armas Fernando Montes de Oca, en los terrenos de la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca.

En florete individual, las representantes de México serían las hermanas Roldán y Rosa del Moral. Y para la prueba por equipos, ellas tres se unirían Sonia Arredondo y Linda Béjar.

El espíritu deportivo de Lourdes Roldán se había mostrado en todo su esplendor: ella contrajo nupcias en 1964, después de fallar en aquel selectivo para competir en Tokio. Cuatro años más tarde nació su hija Nicole: a sólo 40 días del torneo selectivo para integrar el equipo nacional para México 68. No obstante la premura y los múltiples compromisos que representan el ser madre de una recién nacida, Lourdes se preparó lo mejor que pudo y alcanzó un lugar en el equipo.

Cuando su mamá luchaba por su primer a victoria olímpica, Nicole tenía sólo tres meses de edad.

Prueba impresionante ésta, en la que estaban en liza 38 damas.

Sobresalían la campeona mundial, la soviética Alejandra Zabelina y la monarca olímpica: la húngara Ildiko Rejto. Detrás de ellas, un sólido grupo de experimentadas tiradoras: la sueca, Kerstin Palme, la francesa Brigitte Hapas, la rumana Iencic y la italiana Ragno. Había expectación por ver en la pista a la sensación europea: la soviética Elena Novikova quien pese a su juventud, había logrado importantes triunfos internacionales en el Viejo Continente... Los reflectores cayeron sobre ella desde su arribo mismo, ya que perdió sus documentos en el aeropuerto de Moscú y prácticamente, viajó como polizón a nuestro país.

Para las primeras eliminatorias, las 38 competidoras -representantes de 16 países fueron divididas en seis grupos.

Sábado 19 de octubre.

8:30 horas.

Acción.

Pilar:

- Yo estaba allí, tratando de sobreponerme a esa inexplicable crisis nerviosa que me atacó horas antes de la competencia y que me hizo llorar desde que me desperté. Nunca supe por qué, pero me sentí presionada al avecinarse el torneo. No lo entendía: estaba bien preparada, tanto física como técnicamente y como no quería que nada me distrajera, me fui a vivir a la Villa Olímpica. Quería estar concentrada al ciento por ciento en la competencia. Mis hijos no eran problema: Edgar tenía casi 7 años e Ingrid 5. Mi madre o mi suegra se hacían cargo de ellos. Pero algo estaba ahí, asfixiándome; tal vez me angustiaba el temor de perder todo en un instante; incurrir en un descuido que acabara dramáticamente con todas mis ilusiones.

Acaso una presión similar sentían su hermana Lourdes y Rosa del Moral porque, como Pilar misma, ella ante tiradoras de la Gran Bretaña y de la Unión Soviética- perdieron sus dos primeros combates. La eliminación de todas ellas parecía inminente. Sucedió, sí, desgraciadamente, en los casos de Lourdes y de Rosa. Pilar se sobrepuso: victorias sucesivas sobre la inglesa Flesh y la alemana federal Schmid la colocaron en la pelea: clasificó entre las 16 mejores del torneo.

Pilar:

- Por todo lo dicho, fue una competencia en la que tuve que ir de menos a más. Y el descanso llegó cuando me encontraba en franca recuperación. Buczak y yo lo aprovechamos para corregir los planes de acción. Ya habíamos visto a todas mis rivales y el haber pasado entre las 16 mejores me hizo recuperar la confianza

Era mi turno...

Roldán formó parte de un grupo terrible en el que se encontraban entre otras la italiana Giovanna Mascíotta, la soviética Zabelina, la
húngara Sakovics y la rumana Oiga Szabo.

Pilar:

-Cada combate fue muy diferente, ya que mi estilo no se ajustaba a ningún patrón de ataque, defensa y contraataque, sino que se adecuaba al de mis rivales. Esto me convino, finalmente, ya que por lo regular las tiradoras tienen casi siempre un mismo estilo de atacar.

Lo que pasaba conmigo era que con sólo observar en un asalto a mis rivales, podía diseñar una serie de ataques que posteriormente ponía en práctica. Casi nunca repetía; todo brotaba en mí según se desarrollara el asalto.

Ya no era aquella chiquilla de Melbourne y Roma. Ahora, próxima a cumplir 29 años, la señora Roldán exhibía el aplomo que otorgan los largos años de competencia; en cada lance parecía superar toda expectativa.

Después de un largo día de combates y cuando Pilar clasificó a semifinales -a disputarse entre las ocho mejores tiradoras- el público salió de la sala con una sonrisa de esperanza.

¿Será?...
¿Llegará Pilar a conquistar una medalla?
Parece, parece...
Dijo Buezak aquella noche:
- Es imposible hacer un vaticinio, pero lo que sí puedo decir es que por la forma en que está tirando Pilar no sería extraño verla en el podio.
Pero hubo alguien que opinó lo contrario. Alguien a quien no olvida Pilar:
- Cuando se hablaba de que yo podía llegar a las finales y ganar una medalla, David Romero Vargas -en ese entonces presidente de la Federación Mexicana de Esgrima- lo tomaba a burla... "¿Una medalla? No, imposible. No hay que hacerse ilusiones" decía. Y yo tenía ya, otro poderoso aliciente para triunfar.
Domingo 20 de octubre.
Semifinales.

Por fin, una tiradora mexicana se ubica entre las ocho mejores del mundo olímpico esta jornada matutina, dos de ellas quedarán eliminadas. Las seis restantes entrarán nuevamente en acción por la noche y entonces los duelos serán decisivos: sólo tres competidoras podrán subir al podio.

Hay un ambiente de gran expectación en la enorme sala, en la que reluce la docena de pistas; en la que. ya los jueces ocupan sus mesas... Sala de tableros amarillos, sillas colQr naranja, como naranja es el color de ese logotipo -dos armas cruzadas- que ocupa el centro de cada una de las inmensas mantas de plástico transparente que penden del techo.
Silencio.
Acción. Drama.
Pilar vence con facilidad a Sakovics y a la italiana Masciotta.
¡A finales!
Sus rivales serán: las soviéticas Novikova y Gorokhova, la húngara Rejto, la francesa Gapais y la sueca Palme.
Sorpresa grande: ha sido eliminada la campeona mundial, Alejandra Zabelina.
Ante el desaliento general Pilar pierde sus dos combates iniciales, ante Novikova y Rejto. Pero devuelve el ánimo al derrotar a Gorokhova y la sala vive momentos de paroxismo cuando la tiradora mexicana derrota también a Gapais.
¡México!, ¡México!, ¡México!...
Nadie mueve un sólo músculo. El silencio es total cuando Pilar se dispone a hacer frente a su adversaria final: la sueca Kerstin Palme. La ganadora puede llevarse la medalla de bronce o inclusive la de plata si es buena su diferencia entre los toques dados y recibidos. La derrotada se hundirá en el quinto sitio; se hundirá en el olvido, pues.

Pilar:
- Ya conocía muy bien a la sueca. Meses antes me había vencido en el torneo Ramón Fonst, en La Habana: nos encontrábamos 3-3 cuando el árbitro dio el alto, yo me paré y ella me tocó. El jurado contó el toque y ella se quedó con el segundo lugar. Yo me fui hasta el cuarto... Así que antes del combate medité muy bien lo sucedido en aquel asalto y me dije: "no debe haber descuidos; a la menor oportunidad, ella irá al frente. Su ataque es constante, debo aprovechar sus fallas porque, aunque ligeras, dan oportunidad en la contraofensiva

Ha llegado la hora.

Kerstin Palme espera ya al pie de la pista.

Dos esbeltos cuerpos femeninos, de blanco uniforme vestidos, se encuentran frente a frente. Sus movimientos son vertiginosos.

Pilar:

- Con un rapidísimo desplazamiento, ella se anotó el primer toque. Pero me serené y después hice mía la ventaja, con dos toques consecutivos. Las acciones se tornaron muy parejas y de repente, Palme logró el empate. La gente gritaba en las gradas. Y pese a que una está totalmente concentrada en el combate, no deja de percibir el ruido, el aliento. Yo sentía que no podía defraudar a aquellos miles de compatriotas presentes en el escenario. Habían pasado casi cinco minutos hasta que, por fin, logré el toque de la victoria.

Un rugido saludó la caída de la europea.

Pilar supuso que había conquistado sólo la medalla de bronce.

El público no sabía, a ciencia cierta, el lugar que finalmente ocuparía la esgrimista mexicana.

Hasta que, entre el clamor general, en el tablero electrónico apareció el resultado final:

Para la jovencita Novikova la medalla de oro, con cuatro victorias, una derrota, 19 toques a favor y 11 en contra. Pilar y la húngara Rejto, campeona olímpica en Tokio, cuatro años antes, empataron con 3 victorias y dos derrotas. Pero la medalla de plata fue para la mexicana por su mejor diferencia entre toques dados y recibidos: 17-14 contra 14-16.

Un estallido de felicidad cimbró al escenario.

Abrazos. Risas. Gritos.

Era apenas para el país, la segunda medalla obtenida en la justa.

Era Pilar, la primera mujer mexicana ganadora de una medalla olímpica.

Y era también, la primera esgrimista de América -y única, hasta el momento- que subiría al podio.

Pilar:

- Cuando dieron a conocer la puntuación y el orden de las medallas, sentí una alegría indescriptible. Después de recibir las felicitaciones de mi entrenador, fui a la tribuna a ver a mi esposo, a mi padre y a Edgar, quienes estaban ahí, felices, acompañados por muchos amigos del Junior Club, los que no sabían de esgrima pero que me habían alentado durante toda la noche... Por fin había fructificado mi esfuerzo. La medalla llegaba a mí en el momento justo: después de 14 años de intensa práctica y de luchar no sólo contra mis rivales sino contra la obstinación de algunos dirigentes, y ya siendo una mujer de casi 29 años, casada y madre de dos hijos...

Se escucharon las fanfarrias.

Llegó el instante supremo de la premiación.

Pilar subió al podio. Su rostro, desencajado y todavía sudoroso, enmarcó una extraña sonrisa en la que se entremezclaban la satisfacción y el orgullo y en la que se adivinaba, sí, un cierto dejo de ironía.

Pilar:

-Así fue. Dentro de esa gran emoción que amenazaba con destrozarme, no podía olvidar aquellas palabras del general Clark Flores ni la sentencia de David Romero Vargas...

Han pasado veintidós años desde esa epopeya.

Pilar Roldán sonríe evocadora al recordar:

. - Esa medalla culminó un largo trabajo de 14 años. Toda una vida deportiva. Los esfuerzos y los sacrificios se vieron recompensados. Porque no fue fácil ser esposa, madre y deportista al mismo tiempo.

Ella no regresó a la Villa Olímpica. Ya la justa había terminado. La deportista cedía el paso al ama de casa. Un sencillo brindis en su hogar, rodeada de familiares y algunos amigos selló la noche triunfal Al día siguiente, nuevas experiencias le harían sonreir

Pilar:

- Mi hijo Edgar llegó feliz de la escuela. Seguramente fue felicitado por sus maestras y sus amigos, pero para él todo era una novedad. "Mami, mami -me dijo-, yo soy el único de mi clase que tiene una mamá que ganó una medalla". Su inocencia me hizo comprender que había llegado el momento de dejar el deporte de competencia y atender a mis todavía pequeños hijos.

Edgar junior le siguió los pasos. Sería deportista.

Inició en la gimnasia, en la que destacó hasta colocarse en cuarto lugar en el Campeonato Nacional para menores de 14 años. Después descubrió el tenis, el deporte familiar, en el que también fue sobresaliente competidor. Para distraerse, Pilar Roldán se dedicó al golf y continuó disparando passing shots en las mesas de arcilla.

Hasta que, intempestivamente, decidió volver a la esgrima.

Transcurría el año de 1984. Edgar, Ingrid y Sandra, la tercera hija, habían dejado de ser unos niños. Sus vidas estaban ya bien encaminadas. El mundo de la esgrima reclamó la presencia de Pilar al salir Romero Vargas de la federación, ella fue elegida presidenta del Comité Ejecutivo. Pero entonces decidió probarse a sí misma: no volvería sólo como dirigente, sino como competidora. Reapareció como floretista, recientemente se ha especializado en espada.

Explica Pilar:

- Los años pasan y sin duda ahora es más difícil obtener triunfos, pero mi presencia en el deporte obedece a que quiero motivar a las jóvenes generaciones de esgrimistas. Las muchachas de hoy saben que tienen que entrenar aún más que yo para ganarme. Y esto representa un reto. Para ellas y para mí.

Todavía en agosto de 1987, Pilar y Lourdes Roldán formaron parte del equipo mexicano que obtuvo medalla de bronce en la prueba de florete, dentro de los Juegos Panamericanos que se realizaron en Indianápolis. Pilar finalizó en noveno lugar en espada individual. En ese mismo año, ocupó el quinto sitio en el campeonato Centroamericano y del Caribe de esgrima, que se disputó en Guatemala. Lourdes fue submonarca de esa prueba.

Y en 1988, Pilar conquistó el primer sitio del Centroamericano y del Caribe efectuado en México y se situó en segundo lugar en el torneo internacional de Río de Janeiro.

Incansable esta dama que conserva la esbeltez y la elegancia de aquellos años.

Mujer de finos modales y charla cordial.

Concluyó su mandato al frente de la federación, pero ahora funge como presidenta de la Confederación Panamericana de Esgrima y también ocupa la secretaría de la Asociación Mexicana de Medallistas Olímpicos.

Pilar Roldán, la amable dama seria del deporte:

- Para mí el deporte ha sido siempre un placer, una total diversión. Para practicarlo, conté primero con el apoyo de mis padres y posteriormente, con el de mi esposo y el de mis tres hijos, con quienes he formado una linda familia. Para todo eso sirvió el deporte: me educó, me formó, me permitió realizarme como mujer... Me permitió representar a mi país en incontables certámenes. Y me permitió, finalmente, sentirme muy orgullosamente mexicana en cada uno de ellos...

Fuente:

Medallistas Olímpicos mexicanos.
Comisión nacional del Deporte. Portal: Actívate ya.
Enero de 2004.

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