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Fidel Ortíz Tovar
Medallista de bronce
Berlín 1936
Boxeo

Octubre 10, 1908

Nace en esta ciudad Fidel Ortiz Tovar.
Vivió para el boxeo amateur.
Sólo para él.
Decía del pugilismo profesional:
- Es la lacra del boxeo. Acaba con el deporte y con el deportista.
Fue sucesivamente boxeador, entrenador y réferi.
Sostuvo 272 combates a lo largo de 19 años. Sufrió sólo seis derrotas.
Cuarenta de los 67 años de su existencia fueron dedicados -en un ciclo que comenzó en Amsterdam 1928 y finalizó en México 1968- al pugilismo olímpico: acudió a 5 Juegos -dos como púgil, dos como manager y uno como juez-.
Ganó -Berlín, 1936- una medalla de bronce.
Le llamaban Fídelón.
Dijo de él -1952- Raúl Talán quien fuera su compañero de equipo en la Olimpiada de 1928:
- No sólo en las guerras hemos tenido héroes; también en algunos campos los civiles han sido héroes en alguna ocasión y dado gran prestigio a su patria; uno de ellos es Fidel Ortiz, sin duda alguna el boxeador aficionado que más ha destacado en México.
Dice de él Raúl Ratón Macías, quien fuera su discípulo:
- Pasé fugazmente por su vida. Lo conocí cuando fue mi entrenador en la Olimpiada de Helsinki 1952. Después, al dedicarme por completo al boxeo profesional, le perdí la huella. Nunca más lo volví a ver. Y lo sentí porque era un hombre bueno, muy simpático y generoso.
Dice de él Max Tejeda Vega, entrenador de atletismo en Berlín 36 y después reportero deportivo:
- Fidel no tenía aspecto de boxeador. Era muy tranquilo. También honrado y respetuoso. Y muy sano: no tomaba ni fumaba.
Dice de él el contralmirante Víctor Faugier Córdoba, ex-esgrimista y en alguna ocasión presidente de la Federación Mexicana de Remo:
-Era un hombre muy alegre. Le gustaba cantar. En ocasiones lo hacía con el grupo Trovadores de la Sierra, pues era muy amigo de Gil Avendaño, el requinto. Frecuentemente se juntaban e iban a animar las fiestas.

Dice de él Francisco Cabañas:

-Era un valiente del ring...
Sucedió dos años antes de tenerlo como compañero de equipo en aquella aventura olímpica de 1928:
Raúl Talán, el boxeador, descubrió a Fidel Ortiz, el boxeador.
Veintiséis años más tarde, Raúl Talán, el periodista-escritor, lo relataría en su libro ¡En el Tercer Round!
Así:
En el año de 1926 (ya ha llovido) fuimos al deportivo a ver unas peleas y nos encontramos con que eran puros peleadores del toma y daca y preguntamos a nuestro acompañante y amigo, Ernesto Barben, de la palomilla de Santa María:
- Si todos los boxeadores son como éstos, yo me canso de ser campeón...

- Espérate -contestó Ernesto-, todavía falta la estrella en donde aparecerá Fidel Ortiz, entonces a ver qué dices.
Y tras de una presentación relativamente sencilla, subió Fidel Ortiz al ring, saludándole el público con una gran ovación. Era Fidel un jovencito delgado, muy blanco y con apariencia inofensiva, pero con una mirada de águila. Del otro lado subió un prietote a quien también ovacionaron mucho. Decían que pegaba como patada de mula y había noqueado a muchos.
Hacía algún tiempo habíamos visto una película de la pelea de Jack Dempsey contra el francés George Carpentier de quien tan sólo tendrán recuerdos los hombres que ahora peinan canas. Bueno, pues Fidel era un Carpentier chiquito. Boxeaba rapidísimo, de elegante figura, valentía, punch y resistencia, aparte de una escuela muy de él, en que cabeceaba el más mínimo jab.
El hombre del pegue se pasó abanicando el aire los tres primeros rounds (se hacían las peleas a cuatro, de dos por uno). Fidel parecía un bailarín de ballet, se recostaba contra las cuerdas, daba pasitos hacia los lados y en otras ocasiones cabeceaba y cabeceaba que daba gusto ver aquello.
¡Ha, jijo! -dijimos emocionados- esto ya es diferente, ¿pero tendrá punch?
No lo acabábamos de decir cuando soltó un derechazo recibiendo, que en términos de boxeo se llama right cross counter y cayó el moreno para no levantarse más. ¡Podían haberle contado hasta mil!
Cuando terminó su conteo el Tapatio (que era el réfen imprescindible en el deportivo), Fidel Ortiz, muy caballeroso, ayudó a levantar a su contrario y personalmente ayudó a volverlo en sí.
Salimos encantados de esas peleas y desde entonces no faltamos a una y mucho menos en las que anunciaran a Fidel Ortiz.
1926...
No surge el deporte como expresión popular en México.
Han pasado dos años desde que nuestro país acudió por vez primera a una cita olímpica. Pero los grises resultados obtenidos en París -IX Juegos Olímpicos, 1924- en nada contribuyeron al desarrollo del deporte.
Tampoco entusiasmó que México fuese sede de los 1 Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, ese mismo año de 1926. Porque nada más compitieron atletas de nuestro país, de Cuba y de Guatemala -estuvo vedada la participación de las mujeres-, quienes tomaron parte en ocho deportes.

Ahora es 1928.
Año olímpico.
Y el profesor Alfredo B. Cuéllar -auténtico mecenas del deporte- no cesa de decirlo:
- México debe demostrar al mundo que es capaz de terminar con las luchas intestinas y mostrar su juventud, pujante, al mundo entero.
No, no, nada de eso importa.
Son otros los hechos que polarizan la atención de un pueblo que busca apartar la mirada de los estertores de la batalla por el poder, que ha padecido ya a lo largo de casi dos décadas... Como los vuelos de Roberto Fierro -de Mexicali a la ciudad de México- y Emilio Carranza -de la capital del país a Washington-o los prodigios del Niño Fidencio, que lleva multitudes a Espinazo... Preocupa la sangre que se derrama aún por la llamada Revolución Cristera y la asonada militar de los generales Arnulfo R. Gómez y Francisco Serrano
-candidatos presidenciales del Partido Nacional Antirreeleccionista ydel Partido Nacional Revolucionario, respectivamente- quienes se oponen a las reformas a la Constitución que, aprobadas por el Congreso al iniciarse la campaña electoral por la primera magistratura del país, permiten la reelección.

Así que muy pocos se interesan cuando el Comité Olímpico Mexicano da a conocer una lista de menos de 50 atletas nacionales que competirán en los Juegos Olímpicos a celebrarse en la lejana Amsterdam.

Y pasó inadvertida aún por quienes allí disputaban algún encuentro, la fotografía oficial de la delegación, tomada una soleada mañana de domingo en el Estadio Nacional. Nuestros deportistas se presentaron con el uniforme de competencia: una camiseta blanca
-con el escudo nacional en el centro del pecho- y un short negro. Un par de tarahumaras -José Torres y Samuel Terrazas- fueron escogidos para disputar la prueba de maratón. Y por vez primera en la historia deportiva de nuestro país, se había integrado un equipo de boxeo. Fueron cuatro los peleadores seleccionados: Alfredo Gaona, peso mosca; Fidel Ortiz, gallo; Raúl Talán, pluma y Carlos Orellana, ligero. Todos ellos representaban al Club Deportivo Internacional.

El día que parten por tren hacia Veracruz -donde abordarán el barco que los llevará a Europa-, en la estación Colonia les despide un joven boxeador también miembro del Club y que es toda una promesa. Se llama Francisco Cabañas, Cabañitas, quien jugara un papel importante en el futuro de ellos; especialmente en el de Fidelón...

Pero, ¿quién es?... ¿Quién es este Fidelón?

Tomado de ¡En el Tercer Round!:
Se llama Fidel Ortiz Tovar y no tiene ningún parentesco ni con el ciclista (q.e.p.d.) ni con el famosísimo profesor de natación, Tovar.
Fidel nos llevó a su casa que está en la colonia Anáhuac, a espaldas del Colegio Militar. Es una casa con un gran terreno al frente.
- Un tiempo me dio por criar gallinas y me iba bastante bien, pero me aburrí de eso que muchos dicen es sólo para los viejitos.
- Mi padre murió cuando yo tenía seis años y me crió mi madre a la "antigúita", con muchos mimos, así que cuando estaba en la escuela era el puerquito de todos y sobre todo de uno que ahora es mi compadre y quizás mi mejor amigo, el famoso sastre Porfirio Colín.
- Estaba yo en la escuela Florencio del Castillo, de San Rafael, y casi cada tercer diario nos íbamos al callejón de las trompadas, que así le llamaban a la ahora calle asfaltada de Antonio del Castillo, y que entonces estaba empedrado.
- Allí se sonaban con guantes a cada rato y a mí me entró el deseo de probar si era bueno para eso y un día le dije a uno más chaparro que yo, pues no le iba a decir a uno más grande -dice sonriendo- que si quería ponerse los guantes conmigo; al chiquillo no le pareció y por contestación me dio un manazo a lo que yo luego le puse el precio con que ahora se cotiza el dólar, a "ocho por uno" y el chiquillo se soltó llorando...
- Pero lo menos que me imaginaba -dice Fidel con una sonrisa en los labios- es que me fuera a salir un grandote y que es el ahora sastre, ¡Uh...! Ese me puso una zoquetiza que yo no sabía qué hacer; pero entonces me dediqué con más ahínco a estudiar el boxeo y pronto fui de los que descollaron. Mi idea era devolverle al ahora mi compadre la paliza aquella.
- Por fin un día me sentí ya capaz y fui a retarlo, pero aquel no quiso y terminamos por ser amigos.
- Luego se hicieron peleitas entre las palomillas de Santa María y San Rafael en una arenita que había por el Nogal, y por fin fui a pelear el campeonato Excélsior de 1924.
- Aquí salí campeón de peso gallo, mira, ese es el trofeo que gané entonces; luego me llevó Benjamín Nájera, hermano de Chucho, al Club Deportivo Internacional en donde también gané el campeonato de peso gallo, pues siempre peleé en ese peso, sólo hasta los dos últimos años que subí a pluma.
- Después de que gané el campeonato gallo del Deportivo, del Distrito y de muchas cosas más, me enfrenté a Eliseo Hernández, campeón de Chihuahua, a quien gané el campeonato de la República y a eso debo mi ida al primer viaje lejos de la patria. Fui a Amsterdam. Allí perdí una decisión muy dudosa por cierto con un italiano que luego resultó campeón del mundo; luego fui a San Salvador en donde gané el campeonato Centroamericano en 1935; al año siguiente fue lo de la pelea en Berlín en que gané tercer lugar y fui comisionado para llevar nuevamente la bandera en las demás competencias en que después tomé parte.
- Luego hubo una gira por Sudamérica y peleé cuatro veces en la república de Chile, gané las cuatro y me dieron un trofeo que allí ves (un pugilista de bronce); en 1942 fue mi última pelea, con el campeón aficionado de Oklahoma al que vencí por nocaut en el segundo. Después de esa pelea me entró la abulia y me retiré sin ninguna ceremonia
Aquellos cuatro púgiles olímpicos de Amsterdam sólo ganaron dos peleas. Y ambas victorias correspondieron a Alfredo Gaona, quien posteriormente fue eliminado. Ortiz, Talán y Orellana fueron derrotados en su mismo debut. De Fidelón se dice que fue víctima de un despojo ante el italiano Carlo Tamagnini.

Primera Olimpiada para Ortiz...
Diría Fidel, años después:
- En Amsterdam teníamos oportunidad de ganar un buen lugar, porque éramos un grupo de muy aceptables boxeadores. Sólo que todos padecíamos del mismo mal: nuestro estilo era más propio del pugilismo profesional que del amateur, y como no teníamos ni un manager o un asistente que nos aconsejara, ni conocíamos las reglas internacionales del boxeo amateur, fuimos rápidamente eliminados. Ese mal fue determinante en nuestra derrota, y lo peor fue que nos acompañó en posteriores olimpiadas.
Pero Fidelón no desmayó.
Prosiguió su carrera y pacientemente esperó a que se cumplieran los cuatro años que lo separaban de la nueva Olimpiada: Los Angeles, 1932.

No obstante, en el torneo selectivo para esa competencia, y ante la gran sorpresa colectiva, Fidelón fue eliminado por Sabino Tirado. Sería éste quien viajara a la ciudad californiana, en un equipo en el que el peso mosca era Francisco Cabañas.
Pero pronto encontró Fidel consuelo: un año antes se había casado con Esperanza Díaz López, famosa retratista y pintora, maestra de Artes Plásticas en la UNAM. Y en ese 1932, de frustración olímpica, nacía su único hijo: Sergio Ortiz Díaz.
Tirado perdió en la primera ronda, pero Cabañitas avanzó hasta convertirse en el primer deportista mexicano ganador de una medalla olímpica -de plata-.

Diría Fidel:
- Yo estaba un poco desanimado por aquella derrota ante Sabino y por un tiempo pensé si debía seguir o mejor le paraba. Pero entonces ganó Cabañitas y eso me impulsó a continuar.
Fidelón siguió adelante.
El boxeo mexicano de aficionados tuvo, entonces, un vigoroso desarrollo. Comenzaron a surgir nuevos clubes. Ya no solamente del Club Internacional brotaban los prospectos; la YMCA, entre otros centros deportivos, también era un gran semillero.
Y cuando el pugilismo fue aceptado como deporte oficial en los Juegos Centroamericanos, un buen número de púgiles mexicanos se inscribió para participar en el torneo selectivo del que surgiría el equipo que nos representaría en la tercera edición de esta competencia regional -San Salvador, 1935-.

Seis fueron los elegidos:

Juan Parra, mosca; Fidel Ortiz, gallo; Rafael Nava, pluma; José Hernández, ligero; Emilio Balíado, welter; Gabriel Rocha, medio.

Cinco regresaron con la medalla de oro. Sólo Hernández volvió con la de bronce. De aquel torneo escribió Fray Nano, director y enviado de La Afición:

Fidel había sido uno de los Leones Mexicanos, un grupo de boxeadores que sembraron el terror. En once combates disputados, ganaron diez por nocaut.

En su pelea final, Fidel Ortiz noqueó espectacularmente al guatemalteco Alberto Co-coy.
Y su estilo impactó a los salvadoreños.
Boxeaba cuando había que hacerlo.
Pero nunca rehuyó un cambio de golpes.
Y como tenía poder en los puños...
A nadie extrañó, pues, que Fidelón fuese el primer boxeador seleccionado para competir en los XI Juegos Olímpicos, a disputarse en Berlín, 1936.
Segunda Olimpiada para Ortiz...
Volvería el destino a unirlo con Cabañitas quien, no obstante ser menor que él -y que el resto de los púgiles escogidos para ese torneo-, fue designado entrenador nacional gracias obviamente a la medalla conquistada cuatro años atrás.
La preselección de boxeo fue encabezada por dos de aquellos que Fray Nano llamó Leones en El Salvador: Fidel Ortiz yEmilio Ballado. Tiburcio de la Rosa, Rafael Esparza, Lorenzo Delgado y Sabino Islas completaban el equipo, que entrenaba en las instalaciones de la YMCA.
Sin embargo, y "por problemas económicos", a la capital germana únicamente viajarian Fidel, Ballardo, Delgado e Islas.
Pero Fidel no será sólo un púgil: ha recibido el alto honor de ser el abanderado oficial de la delegación mexicana.
Así, el 29 de junio de 1936 partió el contingente nacional. Salió de la estación de Buena-vista, rumbo a Veracruz; ahí abordó el buque Orinoco, que lo llevó a España y de ahí a Hamburgo. Y del puerto aleman viajó nuevamente por ferrocarril hasta arribar a la antigua capital de Prusia y del Imperio.


AQUEL DESFILE ANTE
EL FUHRER...


1 de agosto de 1936.
Parecen renacer, en el país todo, aquellos ímpetus guerreros que murieron aplastados en
1918.
Pero hoy es día de paz.
Día de convivencia universal.
Día de colorido.
Y de sonrisas...
Resplandece bajo el típico bigotillo la de Adolfo Hitler, el Fúbrer, el caudillo. Está en el palco de honor, acompañado del conde Baillet Latour, presidente del Comité Olímpico Internacional.


Y mientras las tribunas se colman, 4 mil 169 atletas -representantes de 49 naciones-, esperan que dé inicio el desfile.

Al frente irá el famoso ganador de la primera maratón olímpica, el griego Spiridyon Louis. El porta la bandera de su país y en la mano izquierda, una rama de olivo que entregará al Fúhrer...
Metros atrás, al frente de la delegación mexicana, camina el general Tirso Hernández, presidente del Comité Olímpico de nuestro país. Le sigue Fidel, como abanderado. Y detrás marcha la columna nacional, vestida de blanco; el suéter es cruzado por una franja verde en la que, en mayúsculas y con letras rojas, se ha escrito un nombre: MEXICO.
Ya no es Fidelón, el chiquillo de 19 años que en Amsterdan 28 desfilara por vez primera en una ceremonia inaugural olímpica. Es ahora un hombre de 27 años. Y sabe que difícilmente
podria cumplir otro ciclo olímpico como deportista.
El escenario para el boxeo es el auditorio Deutschland Hall. Tan extenso resulta, tan poco común para la presentación de funciones pugilísticas, que los organizadores deciden stalar no uno sino dos cuadriláteros. La confusión que esto genera, ocasiona la inmediata protesta colectiva. No obstante, es hasta la ronda final cuando vuelve la normalidad y se combate sólo en un ring.
10 de agosto.
Hoy entra en acción Fidel.
O debería de entrar. Porque su rival -aparentemente un púgil africano- no se presenta. Gana Fidelón sin cruzar un solo disparo.
Recuerda Max Tejeda Vega de aquella época:
- En Berlín, Fidel andaba un poco corto de dinero y le pidió prestados diez dólares al maestro Enrique C. Aguirre. De inmediato, éste le dio el billete. Al parecer, Fidel iba a comprar algunos souvenirs para sus familiares. Y un día, como dos meses después de nuestro regreso a México, se presentó Fidel con el maestro y le dijo: "muchas gracias, don Enrique,
aquí tiene sus diez dólares". El maestro ya ni se acordaba de aquel adeudo. Lo miró fijamente y le expresó: "Fidel, eres de los contados que me han pagado cuando les presto. Tenle extendió uno de los billetes de cinco dólares-, quédatelos". Cuando el maestro Aguirre se retiró, Fidel se acercó a mi y me dijo: "¡Uff, qué salvadota me ha dado!... No tengo dinero, pero tenía que cumplir".
El día 12 combaten los cuatro peleadores mexicanos.
Tres de ellos son eliminados.
Sólo sobrevive Fidel Ortiz, quien ha vencido al sudafricano Hannann.
La siguiente pelea será, nada menos, por el pase a la final.
Pero el rival será el peligrosísimo estadunidense Jackie Wilson, un moreno que llega a Berlín precedido de gran fama.

Escribiría Talán en ¡En el Tercer Round!:

De Ortiz dijo en una ocasión el general Tirso Hernandez, ex jefe de la Dirección Técnica de Educación Física y jefe de la delegación que envió México a los Juegos Olímpicos que se efectuaron en Alemania en el año 1936:
-En la Olimpiada de Berlín, toda la delegación estaba pendiente de Fidel Ortiz, queríamos llevarlo hasta entre algodones para que no se lastimara el muchacho; sin embargo, cuando queriamos inyectarle animo a Fidel, él contestaba: "no se apuren tanto por mí, al fin y al cabo el negro con el que voy a pelear estara igual o peor que yo". El negro era el famoso peleador Jackie Wilson, que fue coco de los mexicanos durante larga época: cuanto mexicano le enfrentaban, cuanto mexicano vencía, hasta que se topó con nuestro campeón Nicolas Morán, que le ganó una amplia decisión entre los aullidos de la multitud que llenaba el coso de las calles de Peru.

La pelea entre Wilson y Fidel es el día 14.

Duro combate. La puntuación de los dos jueces, europeos, favorece al estadunidense. El réferi ve ganar al mexicano. Decisión dividida.
El oro y la plata, por tanto, quedan vedados para Fidel.
Tendrá que luchar, ahora, por una medalla de bronce. El otro semifinalista es el sueco Cedenberg.
El combate se realiza el 15.
¡Para Fidel la medalla!. . . Gana (con faciIidad al rubio peleador europeo, mientras que el italiano Ulderico Sergo se adjudica la presea de oro: derrota por puntos a Wilson.
Y es Fidel, el único deportista individual que regresa de aquella olimpiada con una presea.

Dos años después, Fidel ratifica su dominio en el área: en los Juegos Centroamericanos y del Caribe realizados en Panamá, 1938, vuelve a coronarse en peso gallo. En la final se impone dramáticamente al panameño Leocadio Torres, en el que fue considerado como el mejor combate del torneo.


Escribió Fray Nano:
Fidel Ortiz es el mismo y creemos que siempre valdrá exactamente igual, ya que parece ser eterno.
Ya convertido en doble campeón centroamericano y en medallista olímpico y en virtud de que la II Guerra Mundial paralizó toda competencia deportiva, regional o intercontinental, Fidel combinó la práctica del boxeo con su enseñanza.
Y fue invitado a países como Chile, Colombia, Venezuela y Estados Unidos para que dictara clínicas y participara en torneos de exhibición.
Recuerda el mayor Faugier Córdoba:
- En 1940 y como yo pertenecía a la Marina, en el buque Durango realicé un viaje a Sudamérica. De regreso pasamos por Barranquilla y ahí recogimos a Fidel, quien vivió un tiempo en Colombia, donde enseñó boxeo. En el navío, Fidel se levantaba muy temprano para hacer sus ejercicios. Incluso, improvisó un costal. Un buen día, un cabo que al parecer había sido boxeador en Tampico y Veracruz, lo retó a intercambiar golpes. Fidel aceptó. Pensó que se trataba solamente de hacer un poco de boxeo, de moverse y marcar los golpes, pero no: que recibe un fuerte trancazo en la cabeza, y que se va al suelo. Los demás marinos se entusiasmaron al ver al famoso boxeador ahí, caído.
Pero eso molestó a Fidel, quien se levantó para mostrarse en su verdadera dimensión: dueño de un boxeo rapidisimo de manos, de puntería exacta y puños poderosos. Y le dio una ~ cra lección a ese marinero, grandote y moreno, que
se quiso pasar de vivo con él... La paliza fue en serio.
Reinstalado en México Fidel fue maestro de educación física en la Preparatoria de San Ildefonso, aún sin cobrar por ello. Después trabajó en Correos y en la Secretaría de Educación Pública, mientras que en las tardes entrenaba a un grupo de jóvenes peleadores en un gimnasio de la colonia Moctezuma. Su labor resultó tan loable que fue escogido para que se encargara de la dirección técnica del equipo mexicano de boxeo en los XV Juegos Olímpicos, en Helsinki 52.

Tercera Olimpiada para Fidel...
Llega Ortiz a la capital finlandesa con dos buenos prospectos: el peso mosca Chucho Tello y un peso gallo del que ya se habla mucho en el ambiente pugilístico nacional: se llama Raúl Macías; le dicen el Ratón. El tercer integrante del equipo es el peso welter José Luis Dávalos.
En su presentación en la Olimpiada, Dávalos noquea al filipino Tunakan y Macías derrota por decisión al venezolano Amaya, aunque Tello es eliminado.
Pero el Ratón Macías pierde en su siguiente combate -30 de julio- ante el soviético Garbussov. La decisión es muy controvertida y provoca airadas protestas.
Lo que sucede es algo que desconocen los mexicanos: las reglas han cambiado en el pugilismo de aficionados. Por acuerdo de la Asociación Internacional de Boxeo Amateur, a partir de esos Juegos el púgil deberá marcar el golpe, sin importar la potencia de éste.

Raúl Macías:

- Yo estaba seguro de que había ganado, pero después alguien me comentó que me habían quitado muchos puntos porque mi estilo era como el de un boxeador profesional. La verdad, ni Fidel Ortiz ni yo sabíamos del nuevo sistema de competencia, ni cuáles eran puntos y cuáles eran faules. Hasta después comprendí por qué el soviético sólo me tocaba mientras que yo trataba de conectar pocos golpes, pero efectivos.
Pasaron ocho años y Fidel volvió a ser designado técnico del equipo mexicano de boxeo.
Misión: XVII Juegos Olímpicos, en Roma 1960.

¡Cuarta Olimpiada para Fidel!...
Y si en Helsinki había dirigido a Raúl Macías, quien posteriormente se proclamara campeón mundial gallo en el terreno profesional, ahora sería entrenador del zurdo Vicente Saldívar quien años después, se convertiría en monarca mundial de los pesos pluma.
Además de Saldívar integraban el equipo:
Adalberto Hernández, en peso ligero y Rogelio Reyes, en welter ligero.
Nada para recordar.
Si acaso, aquel despojo que los jueces cometieron contra Vicente Saldívar, a quien arrebataron una legítima victoria sobre el suizo Ernest Chervert.
Dijo Fidel en aquella ocasión:
- Todo mundo comprendió que se había tratado de un robo. Vicente fue el legitimo triunfador, pero ya la decisión estaba dada y no había nada que hacer.
Decepcionado por lo ocurrido en esas dos oportunidades, Fidel Ortiz desechó cualquier posibilidad de volver a ser técnico de un equipo olímpico de boxeo.
Solía decir:
- Ya son muchos los corajes... Ya es suficiente.
Así que un día confió a un amigo:
- Voy a intentar poner mi granito de arena para evitar tantos despojos. ¡Yo mismo voy a ser réfen y juez!
Y comenzó a practicar en las funciones populares que él mismo organizaba en aquel gimnasio de la colonia Moctezuma. Y como lo hiciera en aquella su carrera de boxeador, poco a poco fue ascendiendo de categoría, hasta que en 1967 se le otorgó el nombramiento de juez-árbitro por la Federación Mexicana de Boxeo Amateur y a principios del año siguiente la AIBA le extendió el carnet de oficial internacional.
Fidel formó parte así, del cuerpo de réferis y jueces que actuó en los XIX Juegos Olímpicos, en México 68.
¡Quinta Olimpiada para Fidel!
En una breve entrevista publicada en aquel entonces por el diario Excélsior, decía
Ortiz:
- Un boxeador no se hace antes de cinco años. Pero nadie se aguanta y apenas hacen sus pininos ya hasta quieren enseñar.
Se refería a la imposibilidad de realizar un trabajo continuado con los púgiles amateurs quienes abandonan el boxeo de aficionados, atraídos por las grandes sumas que son pagadas en el profesionalismo.
Y decía que peleadores como el Ratón, Saldívar y el Pulgarcito Ramos pudieron haber sido campeones olímpicos si hubieran resistido la tentación de ingresar al boxeo de paga.

- Y como ellos, ¿cuántos más?-, preguntaba

De ¡En el Tercer Round!:

¿Qué el boxeo como esta? Hombre, por los suelos. Hacen falta muchas cosas, lo principal: entrenadores y métodos, por ahí tengo una cosa que seguramente dará una sorpresa pero no escribas nada de eso ahorita, está en ensayo.
¿Debe alimentarse a los pugilistas durante la pelea? ¿Deben quedarse sentados en los descansos? Son cosas que he estado estudiando detenidamente, pues da hasta pena que haya muchísimos tratados de cómo criar un pollo y hasta la fecha no se les dice a los pugilistas qué y cómo deben comer sus alimentos. Hace falta un tratado de boxeo escrito por un mexicano, pues hasta la fecha tan sólo hemos tenido traducciones de lo que se usa en otros países y que por razón natural no pueden acoplarse a nuestras características raciales.

La obra de Fidel quedaría inconclusa.

Septiembre 9, 1975.

Hospital Quiroz, del ISSSTE. 21:10 horas.

Deja de latir el ya cansado corazón de Fidel Ortiz.

Dice de él Francisco Cabañas:

- Fue un hombre cabal...

Fuente:

Medallistas Olímpicos mexicanos.
Comisión nacional del Deporte. Portal: Actívate ya.
Enero de 2004.

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