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Jesús Mena Campos
Medallista de bronce
Clavados
Seúl 1988

Entre la escena uno y la dos transcurrirán nueve años.

ESCENA UNO

Septiembre de 1976...

Jesús Mena Campos es un chiquillo de ocho años de edad que apenas el mes pasado ha decidido, a pesar del pavor que siente por la plataforma de diez metros, deja la natación e iniciarse en los clavados.

Ha tenido que vencer su propio miedo para continuar en el aprendizaje.

Casi no mira hacia el agua cuando ejecuta sus primeros saltos: saca un pie de la plataforma y se arroja en posición parado, con los ojos cerrados.

Ahora está allí, en lo alto de la fosa de clavados de la Unidad Cuauhtémoc, tirado boca abajo un la plataforma, absorto mientras contempla la perspectiva que aterra: la alberca se va haciendo cada vez más pequeña.
De repente, sus tobillos son sujetados por un par de manazas que lo levantan vilo y lo llevan al vacío.

Grita desesperado.

iBájame!, ¡Bájame!

Su única respuesta es la risa burlona de su entrenador, Gustavo Osorio, quien lo mece en e1 espacio...

- Te voy a soltar Jesús... Te voy a soltar.

Y el chiquillo, ya entre sollozos

Bájame por favor Gustavo! ¡Bájame!

Transcurren instantes que le parecen vidas para quien pende de aquellas fuertes muñecas

Por fin.
La broma de Osorio termina y ríe mientras se arroja al agua.

Se escucha aún el eco de su risotada cuando el pequeño, todavía impactado, hinca las rodillas sobre el concreto de la plataforma y llora hasta recuperar el control.

Desciende por la escalera, sobre piernas temblorosas, y ya al pie de la fosa mira hacia lo alto-, hacia aquel que segundos antes le pareció el altar de los sacrificio.

Y lo ve tan lejano, tan en las alturas y se siente él tan pequeño y allí donde nace zigzagueante la escalerilla, que se hace así mismo una promesa.

¡Nunca me voy a lanzar desde la plataforma!

ESCENA DOS

20 de noviembre de 1985...

Lee el anunciador con engolada voz, ante el presidente Miguel de la Madrid Hurtado, los logros de Jesús Mena, el clavadista:

Triple monarca en el campeonato nacional juvenil; al presentarse en la categoría abierta, ganó en tres metros y plataforma; cuarto lugar en plataforma, en la Copa FINA, en Shangai, China; noveno en trampolín en la Copa Suecia; decimoséptimo en la misma prueba, en la Copa Austria; primero en plataforma en el Centroamericano y del Caribe de natación, realizado en Oaxtepec; doble campeón mundial como juvenil "B" en 1 y 3 metros en trampolín y segundo en plataforma, en el torneo de Woodlands, Texas.

Sonríe el mandatario cuando entrega al clavadista -quien no oculta su nerviosismo-, el Premio Nacional de Deportes. La ceremonia, breve, cálida, es al pie del monumento a la Revolución.

Rodean los reporteros al joven homenajeado.

Inquieren:

- ¿Cuál es tu siguiente meta?

-Y él, candoroso:

- Después de esto sigue una medalla olímpica.

Tenía apenas 17 años. Seúl parecía tan distante... A 36 meses.

Pero desde entonces, espontáneamente, había contraído un gran compromiso.

Y se propuso cumplirlo.

Eran, Jesús, Didier y Enevy Mena Campos, auténticos fanáticos de la alberca

Sufrían sus padres, el contador Jesús Mena López, y doña María Guadalupe Campos, para sacarlos de la piscina en épocas de vacaciones. Porque, además, ninguno de los tres pequeños sabía nadar.

Cumpliendo con una especie de rito familiar, los tres nacieron en Gómez Palacio, Durango, como todos sus ascendientes por parte de padre. Pero la familia vivía en el fraccionamiento Los Álamos, en el Estado de México, rumbo a la salida de Querétaro y los pequeños estudiaban en el Instituto Benjamín Franklin. Así que el señor Mena López, auditor de la SSA y su señora esposa, decidieron inscribirlos en la Unidad Cuauhtémoc para que aprendieran a nadar. Su maestro sería el profesor José Luis Bravo.

Corría el mes de julio de 1976.

Mena:

- Nadar, la verdad, no me gustaba mucho. Se -me hacía muy monótono. Tanto que me tardé mucho tiempo en aprender. Cuando terminaba los entrenamientos con el maestro Bravo, me iba al otro lado de la alberca para ver en acción a los clavadistas. Me llamó la atención que ellos no necesitaban nadar mucho. Se tiraban, y para salir de la fosa sólo requerían nadar unos metros: daban unas cuantas brazadas y ya estaban en la orilla. Y me dije: "aquí es donde yo debo estar". Y me decidí por el cambio.

Pero tuvo que esperar un poco.

Porque doña Guadalupe, su madre, estaba con ellos cada día, supervisando sus adelantos Cuando ella se dio cuenta de que el peligro había pasado, de que sus hijos ya sabían nadar perfectamente, y de que se había integrado un buen grupo de amistades, ella y otras señoras se alternaban para llevar o recoger a los niños.
Jesús y Didier comenzaron subrepticiamente a robar horas a la natación para concedérselas a los clavados: en vez de 120 minutos en la alberca, dividían equitativamente: sesenta minutos en la piscina y sesenta en la fosa -con el obvio desconocimiento del maestro Bravo así no fuese más que con un espíritu de juego, de inquietud por ver lo que se sentía impulsarse desde el trampolín o en el tumbling.

Cuando Jesús estuvo seguro de que sus padres no podrían ya evitar el cambio, se presentó ante el maestro Bravo y le dio las gracias por todo lo de él aprendido y después acudió ante Gustavo Osorio, quien era el entrenador de los clavadistas:

- Maestro, sabe, yo nado aquí, lo que más me gusta son los clavados… ¿puede usted enseñarme?

Osorio lo miró fijamente, y luego volvió la mirada hacia aquel grupo de niños, como de la misma edad de Jesús, que estaban en la plataforma de tres metros y quienes, pese a tener ya un par de meses entrenando, se resistían a arrojarse a la alberca. Y decidió utilizar al recién llegado:

- Sí te acepto, pero con una condición: si de verdad te gustan los clavados, súbete a aquella plataforma ¡y lánzate!

El recién llegado obedeció. Se subió a la plataforma y se lanzó en un paradito.

Osorio abrió desmesuradamente los ojos.

Luego gritó a sus alumnos:

- ¿No les da pena?.El no ha tomado siquiera una clase y ya se tiró. ¡Vamos! ¡Qué esperan!

Después de un par de semanas de tomar clases de clavados, Jesús se decidió a revelar la verdad a sus padres.

Primero a doña Guadalupe:

- Mamá, no se vayan a enojar, pero fíjate, ya me cambié. Ya no tomo clases de natación, sino de clavados.

¿Clavados?... ¿Qué es eso?

Los que se tiran de cabeza desde el trampolín o la plataforma, mamá, como lo hacía Joaquín Capilla.

¡Dios mío!... ¿Y dónde está eso?

Allá, al fondo de la alberca mamá, hay una fosa especial.

- ¿Una fosa? Eso debe ser muy peligroso.

Doña Guadalupe tuvo que volver a asistir a diario a la Unidad Cuauhtémoc porque ya sus tres hijos habían optado por el cambio. Sería a partir de ese momento, su fiel compañera. Y no sólo eso...

Dice ella, sonriente:

- Su padre y yo nos pegábamos unas largas aburridas durante las maratónicas sesiones de clavados: que si infantiles "A" y que infantiles "B", y que niñas, y no sé qué tanto, y que duraban entre seis y siete horas. Yo acababa durmiéndome. Hasta que un día me presenté con el profesor Osorio:

- Por favor déjeme ayudarle... A lo que sea, pero ya no quiero estar aquí nada más aburriéndome.

- Muy bien señora, ¿sabe lo que se hace en la mesa?

- No...

Doña Guadalupe inició, entonces, una carrera de doce años -los 12 años que su hijo Jesús invirtió para conseguir una medalla olímpica realizando todas las labores de la mesa de puntuación -su esposo se incorporó también, durante dos años- hasta convertirse en juez, primero a nivel nacional y después internacional. Tomó un curso impartido por instructores de Odepa, pasó brillantemente el examen y fue juez en varios torneos en el extranjero, destacando los de Woodlands, de La Habana, y los Centroamericanos y del Caribe de clavados, en los que inclusive, calificó a sus hijos.

Doña Guadalupe:

- En ese momento, déjeme comentarle, era juez más que madre, aunque hubiera querido con toda mi alma que se invirtieran los papeles. Creo que la calificación más alta que di a alguno de mis hijos fue un 8 o un 8.5... ¿La más baja? Creo que un par de seises.

Mientras tanto, el grupo de pupilos de Osorio aumentaba cada día.

Mena:

- Es que ejercía sobre nosotros una singular atracción: siempre nos ponía cosas nuevas; nos ayudaba en los saltos y platicaba con todos. Los problemas llegaban cuando aparecían los clavados difíciles. Por ejemplo, el holandés, en el que uno se para de frente, pero se tira hacia atrás. Prácticamente, quien pasa este salto está capacitado para seguir. Y son muchos los que abandonan...

Yo tuve muchos problemas con este clavado, pero Gustavo me ayudó en todo momento. Para darme confianza, como lo hacía con los demás chicos a los que enseñaba; se tiraba conmigo tomado de la mano. Y era la mejor manera, para mí, de saber en qué momento debería de ejecutar una vuelta o un giro; de medir la distancia que me separaba del agua. Por otra parte, cuando nos enseñaba algún nuevo salto nos protegía con inmensos chalecos de color amarillo para que, ante la eventualidad de un error -de cálculo, no corriéramos peligro en una mala entrada.

Los saltos que más me gustaban eran el de vuelta y media al frente, en bolita y el mortal adentro, que eran algo difíciles; pero a cambio, se me complicaban los más fáciles, los obligatorios, como el clavado al frente, hacia atrás y adentro con medio giro.

Y ya basta de prácticas.

Que vengan las competencias.

Que sean primero internas, para integrar la selección de la Unidad, esa que después enfrentará, en apasionantes y coloridas confrontaciones, al gran adversario: la selección de la Unidad Morelos, también del IMSS.

Mena:

- Eran duelos a morir; sosteníamos una gran rivalidad y la dirimíamos en forma muy deportiva, rodeados del extraordinario ambiente que creaban nuestros papás, nuestros hermanos, nuestros amigos... Los de cada clavadista. Nos fletaban un camión y hasta allá íbamos a competir, entre gritos, entre porras, y también, entre un gran silencio y mucho respeto cada vez que un clavadista se lanzaba.

Pronto destacó Mena en esos dual meet entre Unidades; tanto, que en 1977 obtuvo el título de Novato del Año, y en su primera competencia importante, el campeonato del Distrito Federal, logró el sexto sitio en un metro y el octavo en tres metros.

Pero en 1978 conquistó el título nacional infantil -10 años- en trampolín de un metro y fue subcampeón en tres metros.

Era notoria la superación de Jesús Mena.

A los 11 años se lanzaba ya en el difícil clavado de dos vueltas y media atrás; salto que, de hecho, se puede ver sólo en competencias olímpicas o mundiales, y ejecutado por dos clavadistas.

Pero cometía errores propios de la edad.

Mena:

- Un día tuve una equivocación tal, que hasta vergüenza me da contarla. Sucedió en un campeonato nacional, en la fosa del CDOM: yo estaba bobeando cuando me dijeron: "vas, vas tú, ¡sí, te toca!". El juez anunció un clavado de 2.5 vueltas en holandés. Todo atolondrado me subí al trampolín y empecé a caminar, pero cuando llegué a la orilla viré y quedé de espaldas a la alberca. El juez Ramón Girón me gritó: ¡bájate!, tienes cero de calificación ¡Se me había olvidado el clavado! Nada más imagínate la pena: en las tribunas estaban mis papás. Cuando bajé, Osorio me pegó una buena, regañiza y con toda razón.

1979, fue año de paradojas para Mena:

Armando Jaimes lo superó en un selectivo para viajar a Austin; no obstante, Jesús obtuvo allá los dos títulos... Por otro lado, llegó a Mena la oportunidad de ir a Europa, en su primer viaje transoceánico: fue seleccionado para participar en el campeonato mundial infantil y juvenil a celebrarse en Stuttgart, RFA; sin embargo, en las prácticas se fracturó la mano izquierda Y no pudo competir

1979 año también de anécdotas para Mena:

- Después del torneo en Austin, surgió una competencia en Houston, pero como allí no teníamos transporte, Gustavo nos metía como a 20 clavadistas -todos ellos infantiles- en un Maverick. ¡Hasta en la cajuela iban algunos! Viajábamos así nada más como cuatro kilómetros, del hotel a la alberca, y luego de regreso. ¡Jamás nos detuvo una patrulla!

Pero a eso estaban ya acostumbrados:
En México, cuando nos iba bien en una competencia Gustavo nos invitaba al cine. Tenía un VW ya viejito, pero que aún funcionaba muy bien y en él nos metíamos de diez a doce chamaquitos. Echábamos tanto relajo, que invariablemente nos pescaba una patrulla. Entonces empezaba el teatro con los agentes para que nos dejaran ir: primero suplicábamos casi con lágrimas, luego los choteábamos, o lo que fuera... Siempre nos íbamos sin infracción.

Al regresar de Europa, y aún lesionado, asistió al Campeonato Centroamericano del Caribe infantil y juvenil, celebrado en Táchira, Venezuela. Cambió el yeso por vendas compitió con intensos dolores en la mano lesionada. Aun así logró el quinto lugar en el trampolín de un metro, y el sexto en tres metros.

1980: sin duda un buen año:

Mena es campeón nacional infantil en uno y tres metros, títulos que obtiene en la fosa del CDOM; triunfa en un dual meet en Houston y en dos de las fases del Can-Am-Mex infantil: las de Misión Viejo, California y del Distrito Federal.

Mena:

- Para ese entonces, ya competía contra los mayores. Incluso en un torneo cercano a los Juegos de Moscú, fui uno de los rivales de Carlos Girón, a quien veía como a un monstruo sagrado, pues se tiraba increíble. En una de las prácticas, Carlos vio que yo ejecutaba un clavado de dos vueltas y media al frente y sin más me dijo que ya debería intentar el de tres y media. "¿A poco-", le pregunté. El notó mi inseguridad, se sonrió y asintió con la cabeza. Bueno, si él lo dice, me animé, es porque debe tener razón. Vamos a intentarlo...

1981: año de gran satisfacción para Mena:

Es campeón del DF, del IMSS y nacional -en los que obtiene los tres títulos: trampolín de uno y 3 metros y la plataforma-; monarca en el Centroamericano y del Caribe, en República Dominicana; en el mundial de Woodlands, Texas, segundo lugar en un metro y cuarto en tres; finalmente, campeón del dual meet contra un seleccionado cubano en la Habana.

Mena:

- De todas las competencias que tuve en ese año guardo un especial cariño por aquella de La Habana. Y es que nunca les habíamos ganado a los cubanos, y ahora los derrotábamos y en su casa... Además, ¡fue la primera ocasión en que escuché nuestro Himno Nacional en el extranjero! -Por reglas expresas, se prohibió el izamiento de banderas-. Fue una experiencia increíble, emocionante. Me puse a llorar.

Pero también ganó un severo castigo por haber descuidado sus estudios y salir mal en algunas materias de secundaria:

- Mis papás me castigaron un mes, para que pudiera estudiar y regularizarme. ¡Treinta días sin ir a los clavados! De verdad que me dolió.

1982: Mena es nuevamente campeón en las tres pruebas del nacional y en la fase DF del Can-Am-Mex infantil y juvenil, obtiene el primer lugar en un metro y el segundo en tres metros y en plataforma.

1983: alturas insospechadas.

Mena es, de nueva cuenta, campeón nacional; en el Centroamericano y del Caribe -Santo Domingo-, es primero en tres metros y segundo en uno y en plataforma, lo que le depara un sitio en el campeonato mundial que se realizará en Hamilton, Nueva Zelanda. Como juvenil "A", el clavadista mexicano es subcampeón en un metro, sexto en plataforma, y ¡campeón mundial en tres metros!

Mena:

- Como en Cuba, interpretaron el himno mexicano, pero esta vez sí fue izada nuestra bandera, y hasta lo más alto. Fueron emociones indescriptibles. Nunca las había experimentado. Y se convirtieron, de hecho, en el mejor aliciente que en esos momentos pude haber encontrado para seguir progresando.

Tenía apenas 15 años. Competía aún en la categoría juvenil, pero Mena ya era más que conocido por los mayores, quienes se adiestraban para asistir a los Juegos Olímpicos de 1984, en Los Ángeles, como Carlos Girón, Jorge Mondragón, Elsa Tenorio, Guadalupe Canseco, Salvador Sobrino y Francisco Rueda, entre otros.

Mena:

- Nos discriminaban a los más chicos. "Apúrate niño", nos exigían en el catre elástico, o nos hacían a un lado cuando estábamos en el trampolín o en la plataforma. Incluso le pedían a Jorge Rueda, entrenador de la selección, que nos sacara de la alberca. Y nosotros protestábamos: "¡huy, qué sangrones!".

1984: tres primeros lugares, categorías juvenil, en el campeonato nacional disputado en Acapulco y poco después, en el Can-Am-Mex fase Terranova -Canadá-: primer sitio en un metro y segundo en tres metros y plataforma. Ya se han enumerado sus éxitos en 1985, que depararon en el grave compromiso que adquirió.

- Ese día en que recibí el premio -recuerda-, de manos del Presidente, me sentía flotar. Y no medí mis palabras cuando hablé con los reporteros. Al día siguiente, cuando leí los periódicos, me di cuenta de mi irresponsabilidad. ¡Qué bruto! ¡A los 17 años haber prometido una medalla olímpica!

1986: año en que cumplió la mayoría de edad. Atrás quedaban ya las competencias infantiles y juveniles. Se iniciaba de hecho, una nueva carrera. El primer paso fue firme:

Campeón nacional en trampolín subcampeón en plataforma; segundo lugar en plataforma y noveno en trampolín, en la fase Vancouver del Can-Am-Mex, y en la fase México, primero en plataforma y segundo en trampolín; en el mundial disputado en Madrid, vigésimo trampolín y decimocuarto en plataforma.

Y más reconocimientos: el propio Presidente Miguel de la Madrid le hace entrega del premio Luchador Olmeca, concedido por la CODEME y el CREA le otorga el premio Francisco J. Múgica, por considerarlo el mejor clavadista, del año.

1987: año preolímpico; año de avances:

Ascenso evidente en el Can-Am-Mex: en la fase Vancouver, décimosegundo en trampolín y sexto en plataforma; en Fort Lauderdale, sexto y segundo y en México, dos segundos lugares; séptimo en trampolín y noveno en plataforma, en Rostock, Alemania Oriental y sexto y octavo en el torneo Golondrinas, en Moscú; campeón nacional en trampolín y segundo en plataforma, en el CDOM, e idénticos resultados en el Festival Olímpico, en el mismo escenario. Es abanderado de la delegación mexicana que compite en los Juegos Panamericanos de Indianápolis y se le considera entre los posibles medallistas, pero finaliza quinto en plataforma séptimo en trampolín.

Mena:

-Peleaba la medalla de bronce con muchas probabilidades de ganarla. Pero por quererlo hacer tan bien en mi último clavado, me pegué ligeramente en la plataforma. Obtuve una mala calificación y me fui hasta el quinto lugar...

1988: año olímpico; intenso:

Notable superación en el Can-Am-Mex: octavo en trampolín y segundo en plataforma en la fase Vancouver; en Fort Lauderdale, decimotercero en trampolín y segundo en plataforma ¡superado sólo por Greg Louganis!- y en México, primero en, trampolín y segundo en plataforma; décimosegundo lugar en trampolín y sexto en plataforma, en el torneo Golondrinas, en Moscú; en Rostock, Alemania Oriental: decimocuarto y segundo, respectivamente; doble campeón nacional en el CDOM... Y a escasos dos meses de la justa en Seúl, tercero en trampolín y quinto en plataforma en la Copa Suecia; quinto en trampolín en la Copa Austria y en Boizano, Italia, cuarto en trampolín y ¡campeón en plataforma!

Clavadista ya, de primer nivel.

Y con una marcada tendencia a progresar en la plataforma.

Llega pues, a Seúl, con estos números obtenidos en doce años como competidor:

Campeón nacional en 23 ocasiones y siete, subcampeonatos; seis títulos del Can-Am-Mex y 12 subcampeonatos; cinco primeros lugares y cinco segundos en los Campeonatos Centroamericanos y del Caribe; tres títulos en mundiales infantiles y juveniles y tres segundos lugares.

Mena:

- Podría decirse que ya estaba dentro de los mejores clavadistas del orbe. Estar en la final de cualquier competencia había sido siempre mi meta y lo había logrado en cada uno de los últimos torneos.

Ya a la vista las tierras orientales de Seúl, Mena se dedicó únicamente a afinar detalles.

- Estaba escarmentado de entrenar fuerte antes de viajar -relata-. Porque siempre antes de un viaje, o el día previo a la competencia, algo me sucedía, como en 1979, cuando me rompí la mano en Stuttgart; en otra ocasión, me volé una uña del pie derecho; en otra, me di un golpe con la tabla en la cabeza... No, ya no, pero para nada: en el día previo a cualquier competencia, ya ni me muevo; prefiero descansar para que no me pase nada.

No obstante eso, fue amargo el viaje a Seúl: lo haría sin la compañía de Gustavo Osorio, su entrenador de siempre.

Recuerda Mena:

- Inclusive, Gustavo había firmado ya su carnet de acreditación, pero a último momento las autoridades deportivas no consideraron necesario que él fuera a Seúl. Me dolió más que nada, la actitud un poco obcecada de ciertos dirigentes; sin embargo, no podíamos quedarnos sin luchar: Gustavo me preparó una rutina especial para entrenar y la seguí fielmente; tanto, que sentía como si en realidad él me hubiera estado dirigiendo desde las tribunas.

Abre Seúl sus Juegos, los de la XXIV Olimpiada con un cántico al sol y a la solidaridad humana.

Dos días después, el 18 de septiembre de 1988, Jesús Mena hace frente, airosamente, a su primera competencia olímpica: -clasifica para la final de trampolín, acompañado por Jorge Mondragón. Sólo Estados Unidos, México y China colocan a sus dos clavadistas entre los doce mejores. Un par de días después, la final: Mena cumple con salida y evolución en el salto, pero tiene una falla constante: su entrada al agua. A pesar de esto, termina en séptimo lugar, un sitio detrás de Jorge Mondragón.

Mena:

Dije allá, que el solo hecho de haber clasificado a la final era muy honroso. Y alcanzar el séptimo sitio olímpico me parecía más que aceptable. Pero lo mejor había sido que competí sin presión. Me decía: "si tiras mal, muy mal, serás el doceavo mejor del mundo, pero si lo haces aceptablemente, puedes obtener el pase a los Juegos de la Amistad, que serán en Seattle en 1991. Así que debes echarle todas las ganas para estar dentro de los ocho mejores". Lo logré, aunque me quedó la sensación de que me faltó experiencia, saber competir y tener más confianza para mejorar mis saltos.

Habría una segunda oportunidad: la plataforma de 10 metros.

Está aquí, en la fosa del complejo de Chamshil, a la vera del legendario río Han, de aguas tranquilas y resplandecientes; de cara al sol de todo el día.

El día 26, las eliminatorias.

Después de un comienzo apenas regular en los clavados obligatorios -que los situaron en los lugares 13 y 20-, Mena y Mondragón reaccionaron por la noche en los libres y volvieron a clasificar a una final.

Llegó el día: 27 de septiembre.

Tomado de la crónica de Ramón Márquez C., enviado del diario Unomásuno.

Décimo clavado...

Jesús Mena lo sabe. Y resopla fuerte allá en la soledad de los diez metros. Ajusta movimientos, llama a la serenidad sobre la pétrea superficie de donde habrá de lanzarse en la búsqueda del agua. Un mechón cruza su frente, de rostro juvenil, casi de adolescente. a los 20 años.

Lo sabe. Es tiempo de asomarse a la verdad, esa que separa, que establece diferencias entre el anonimato y las medallas.

Sus primeros Juegos Olímpicos. Y hoy está cerca, muy cerca. Puede afianzarse en el tercer lugar, ganar bronce...

Pero inquieta deveras, esa ínfima diferencia de centésimas -ese frío registro en el tablero electrónico que nada, nada tiene que ver con el griterío y los aplausos que cobijan la atmósfera. Aquí, donde hasta la reina Sofía, de España, ovaciona con calidez a los mexicanos- que lo tiene situado arriba de dos temibles adversarios: Jean Hempel, de la RDA, y Gueorgui Tchogovadze de la URSS.

El mexicano ha ido en ascenso.

Brava, vibrante disputa en la pileta de Chamshil. Dos atributos ha tenido Mena: serenidad y regularidad.

Así pues, la situación:

Mena, - 520.47 puntos; Hempel, 520.41; Tchogovadze, 514.72.

Y allá va...

Clavado de 3.2 grados de dificultad. tres y medio giros y una vuelta y media atrás.

La salida es buena, correcta la ejecución y mejor la entrada. Ya.. Parece suficiente.

Mena lo sabe. Y lo siente también Salvador Sobrino, su entrenador asistente aquí -por esas incongruencias de nuestro deporte. de sus dirigentes, su forjador y maestro Gustavo Osorio no viajó. Mena se abraza a él, ron serena satisfacción.
Hay que esperar aún... Y ahí están las calificaciones, con sietes y medios y ochos dominantes. Total. 73.92.

Sí. Parece, parece...

A cruzar los dedos.

La resolución no tardará en darse.

El soviético Tchogovadze con un clavado de tres y media vueltas adentro en posición C.

Nada.. Aunque la ejecución ha sido buena, la entrada se queda lejos de lo hecho por el mexicano. Un 71.04 que acerca más a Mena al bronce.

Y ahora el alemán democrático Hempel.

Otro clavadista muy joven. Hempel, con 17 años de edad igual que Mena, Hempel elige tres y medio giros con una y media vueltas atrás. 3.2 grados de dificultad.

Pero nada tampoco... Hempel ha tenido una mala salida que no alcanza a recomponer y termina con una deficiente entrada. 63.36 es la calificación.

No hay más espera. Jesús Mena ha ganado la medalla de bronce con 594.39 puntos.

Segundo lugar finalizó el chino Ni Xiong, quien fue el líder hasta el décimo y último clavado, con 637.47 puntos. Greg Louganis , vino de atrás para imponerse, con un total de .638.61 puntos, y se proclamó, como en Los Angeles 84, doble campeón olímpico. Poco después anunció su retiro de las competencias.

Los diez saltos que Jesús Mena ejecutó en su camino hacia la medalla:

Vuelta y media al frente, vuelta. y media adentro, holandés simple, vuelta y media al frente con un giro, parado de manos con corte y vuelta y media de holandés, tres y media vueltas atrás, tres y media vueltas al frente, tres y media vueltas en holandés, tres y media adentro, y vuelta y media atrás con tres y medio giros.

Es de Mena la narración:

-Ese día me sentí muy bien, principal mente después -del octavo salto, de tres Y vueltas en holandés, que fue el que mejor me salió y que permitió que me acercara a los lugares de honor.,

Cuando me tiré el noveno, lo sentí bien. Me dio 70 puntos- y pensé: "el alemán siempre falla el de 3.5 atrás, así que hasta aquí llegó. Le sacaré 15 puntos y para el décimo, ambos nos tiraremos igual. El soviético, por su parte se tirará el más bajo de su tabla, un parado de manos, que aunque se lo eche muy bien, no tendrá gran puntuación, y su último será también de 3.2 de grado de dificultad". Así que hasta ese momento recapacité que en verdad, opción a la medalla.

Tenía todo calculado, pero qué va: el alemán no falló y el soviético seguía ahí en la lucha. Estábamos los tres en franca pelea por la medalla de bronce. Una fallita y cualquiera iba a tronar.

Y ahora, ¿qué onda- Estaba en idéntica situación que en los Panamericanos de Indianápolis, luchando por el bronce. Y me decía tranquilo, tranquilo; ahora no te golpearás si lanzas como sabes hacerlo".

Cuando llegué a la plataforma, estaba seguro de que me iba a ir bien; sin embargo, y pese a sentir que había ejecutado un buen clavado cuando vi que tenía calificación de 73.92 puntos, pensé: ¡ya se me fue la medalla!

Estaba desconsolado y le decía a Chava Sobrino: ¡ya me ganó el alemán!" Y él, que en todo monto me alentó, supo entonces tranquilizarme. Me dijo que lo había hecho muy bien y que esperara; que la competencia no había terminado

Pero yo no la quise ver. Me metí al cuarto de clavadistas. "Si lo hace bien, pues que lo haga", me decía en silencio. Hempel se tiró y la gente comenzó a aplaudir. Las calificaciones en el tablero tardaron en salir hasta que, de repente, nomás brinqué! Hempel sólo tenía 63 puntos en el mismo clavado que yo había tirado.

- Tampoco vi el salto del soviético. Después supe que él había tenido una buena ejecución y que incluso sus calificaciones eran mejores que las del alemán, pero no que las mías. Allí estaba, solitario, diciéndome a mí mismo: "¿ya lo ves, ya lo ves - ¡sí lo podías hacer!", cuando de repente llegó un estadounidense y me felicitó. Después llegó todo el mundo. Reíamos, nos abrazábamos, llorábamos.

Había pasado la gran excitación de la competencia.

Ahora venía el gran momento: el de la premiación.

Ahí estaba Jesús Mena, entre los tres mejores del mundo. Y uno de ellos era nada menos que Greg Louganis.

Se escucharon las notas del himno nacional de Estados Unidos mientras tres banderas eran izadas.

Mena:

- Y no sé por qué, ya que obviamente las tres banderas eran del mismo tamaño, pero yo veía grande, muy grande la nuestra. Resaltaba sobre las otras dos... Por mi mente pasaban, como en una película, las imágenes de todo lo que había tenido que hacer para poder estar ahí, y en lo que significaba para México que yo estuviera ahí. . Y le di gracias a Dios, a mi familia, a mi entrenador, a mis compañeros, a mis amigos, a todos...

Reverberaban en su mente aquellas palabras pronunciadas por gente que en él tenía confianza, antes del viaje a Seúl:

Hijo, tú puedes ganar una medalla. Pelea por ella-: don Jesús Mena López.

- Sé que vas a echarle muchas ganas y que pondrás en lo alto el nombre de México-: Fernando Gutiérrez Barrios.

- Chucho: todos tenemos un día de inspiración. Si tú lo tienes, puedes ganar-: el Chueco, Víctor Rodríguez, acondicionador físico del CDOM.

- Has trabajado intensamente durante 12 anos. Has aprendido lo suficiente como para vencer. Regresa con una medalla. Tienes todo para lograrla- Gustavo Osorio.

El recibimiento a los héroes deportivos lo vivió Jesús en carne propia, es muy distinto a la despedida que se otorga a quienes van en pos de un momento histórico.

Unas horas de intensa competencia en una pileta a más de 15 mil kilómetros de distancia, cambiaron totalmente su vida.

En el aeropuerto se encontró con la sonrisa del pueblo.

Con los abiertos brazos del pueblo.

Con el cariño del pueblo.

Porras, autógrafos, vivas, fotografías, entrevistas, homenajes.

Nuevos galardones:

Ingresa a la Asociación Mexicana de Medallistas Olímpicos en una lucida ceremonia en la que, además, el nuevo grupo al que pertenece lo premia como el Mejor Deportista del Año.

Resplandece su imagen de triunfador.

Doña Guadalupe:

- Pero lo mejor de todo fue que a Seúl viajó un chamaco sencillo y regresó un hombre mas sencillo aún. La fama en él. operó en sentido Inverso a lo que solemos conocer. lo volvió más humano; ahora comprende mucho mejor algunas cosas que antes de las Olimpiadas le parecían asuntos complicados. Maduró como hombre, como ser humano.

Así parece. No ha perdido transparencia su blanca sonrisa y sus verdes ojillos inquietos miran hacia todos lados, le cae el mechón d cabello sobre la frente; y sigue siendo de adolescente ese rostro de agradables facciones rematado por el cuadrado mentón.

El atlético corpachón es cubierto por ropa de escuela.

Libros bajo el brazo.

Y muchas ilusiones:

Ya es distinto, definitivamente... Ahora soy una especie de hombre público y tengo que ofrecer un buen ejemplo a nuestra juventud, a nuestra infancia -dice Mena, quien, en 1987, recibió una mención especial del COI por ser un buen deportista y un mejor estudiante- Quiero llegar a Barcelona, mejorar lo realizado en Seúl, pero también quiero finalizar mi carrera. Quiero ser un hombre de bien para la sociedad, para mi país... ¿Que será difícil mantener este ritmo de estudios y de competencia? Lo sé. Pero esto es lo hermoso del deporte: te forma como ser humano, con un alto sentido de responsabilidad y de superación; muy pronto te enseña que el triunfo se alcanza sólo después de una fuerte competencia contra ti mismo y contra tus propias debilidades. Y cuando logras vencerte, cuando -vas por el camino del sacrificio de la disciplina, serás capaz de alcanzar cualquier meta... Y la vida, ¿o no?, es una serie de metas...

Jesús siguió su camino.

Tenía ahora dos metas que cumplir: llegar a Barcelona y tratar de lograr una medalla, y concluir su carrera de abogacía.

Sólo el tiempo lo diría...

Tendría cuatro años para lograrlo; cumplir un nuevo ciclo olímpico.

Mas, como un mal presagio, Mena Campos no pudo participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se realizaron en la ciudad de México, a fines de 1990. Una lesión en la rodilla izquierda solamente le permitió ver las competencias desde la tribuna... tratamientos especiales, paciencia, y un acrecentado espíritu de lucha, le permitieron sanar.

En 1991, todo sería diferente.

En Sheffield, Inglaterra, Jesús obtuvo la presea de plata en plataforma, perdiendo el oro en el último salto del chino Wu; algunas centésimas de punto le privaron de la victoria en los Juegos Mundiales Universitarios.

Más todavía: en los Juegos Panamericanos celebrados en La Habana, Cuba, en agosto, Mena terminaría solamente atrás del cubano Roger Ramírez, en una espléndida demostración de éste que le valió la presea dorada; los estadounidenses Patrick Jeffrey y Mathew Scoggin, que se presentaban como los grandes rivales del mexicano, quedaron relegados.

Y ya en el 92, todo parecía indicar que -Jesús sería un clavadista estelar; un verdadero protagonista de la plataforma en los Juegos Olímpicos de Barcelona, por dos razones: primero, la ausencia del estadounidense Louganis; segunda, la madurez competitiva de Mena, aun sobre la calidad que los chinos habían corroborado en múltiples pruebas, previas a la justa catalana.

Sin embargo...

Una guerra interna se desató aquí, entre los técnicos de los clavadistas: unos decidieron entrenar con Jorge Rueda; otros con Salvador Sobrino; los menos con Alejandro González, Francisco Rueda o Gustavo Osorio.

Y de esa disputa, solapada por el entonces presidente de la Federación Mexicana de Natación, Rafael Hernández, pocos se salvarían... Todos hablaban, todos daban órdenes, todos intervenían en los programas... pero ninguno tomaba la responsabilidad de tranquilizar al equipo y a sus integrantes los menos culpables, pero los más afectados

Y todavía más: vigilados durante poco más de 2 años por médicos, dietistas y metodólogos de la Comisión Nacional del Deporte, en su traspaso al Comité Olímpico Mexicano, casi un mes antes de la justa, provocó graves descuidos en la preparación de los clavadistas, que en varios casos se reflejaría posteriormente.

Jesús buscaría, pues, su primera meta

Tendría, además, la motivación de ser abanderado nacional en Barcelona...

2 de agosto del año olímpico.

Fosa de clavados de Montjuic.

Jesús Mena, México, décimo quinto lugar; eliminado...

Enviado a Barcelona, Armando Satow hizo estas observaciones en su despacho al diario Unomásuno: "Los jueces vieron diferentes saltos".

Anoté: Hoy hubo clavadistas... faltaron los jueces. Sí, esos hombres que deben juzgar con honestidad y legitimidad y cuyo deber en este deporte de apreciación debe ser del todo cabal, cumpliendo con la misión que se les encomienda. Es decir, ser uno juez en toda la extensión de la palabra y no un simple espectador que otorga calificaciones de acuerdo a sus intereses o incapacidades.

Cité aquellos "ojos 'diferentes", que no sólo al mexicano afectaron. ..'Como aquel cuarto salto de Mena, en que la mayoría de los jueces calificaron con 7.5 puntos; sin embargo, el de Zimbabwe le dio 8.5, y el de Australia 6.5.

También su quinto clavado: tres vueltas y media. al frente en el cual la mayoría dio 7.0 y hubo otro que le dio 5.5.

A Matt Scoggin, por ejemplo, en el mismo clavado de Mena los jueces coincidieron con 8.0; empero, el alemán Burk le dio 4.5.

Lo mismo sucedió con Guerrorgui Tchogovadse, en el salto de dos vueltas y media inverso, en el cual los jueces de la CEI y de Estados Unidos le dio 8.0 de calificación, pero el exigente juez de Zimbabwe lo castigó con 5.5

El mexicano, también sería afectado en su salto de 3.5 vueltas atrás, cuando el juez chino Y Ming Xii le dio 7.5, el mexicano Alberto Capilla, 6.5, pero el inglés Cook le endilgó 6.0.

Hasta esa ronda, Mena iba en la décimo segunda posición... en los siguientes saltos, esa gran presión lo acabarían:
En el clavado de vuelta y media con tres giros y medio, Capilla le concedió 7.5 puntos, el resto 7.0. pero el italiano Lavi le dio un rotundo 5.5. puntos.

Caro había pagado Jesús Mena su calidad de medallista olímpico en Seúl.

Al término de las siete rondas eliminatorias, Jesús estaba molesto; era evidente su frustración tras quedar fuera de la ronda final. Su orgullo había sido mortalmente herido.

Diría al enviado: "Yo puse todo lo que estaba de mi parte para pasar a la final. Le eché ganas, sentí que mis clavados estaban bien, pero no puede ganarle a los jueces-.

-Explicaría:

Desde luego uno puede tirarse clavados buenos y malos, eso es normal, pero lo que no se vale es que los jueces perdonen a unos y sancionen a otros. . .- Uno siempre siente y debe reconocer cuando se tienen errores, pero hoy te puedo decir que no fallé, no como para haber quedado fuera de la final".

Jorge Rueda, Carlos Girón y muchos más que fueron testigos de lo ocurrido en Barcelona y que se percataron de las múltiples maniobras de los jueces, coincidieron en que la disparidad de juicios en varios de ellos dio al traste con la competencia.

Aquí, en México, muchos hicieron blanco en Jesús.

El, recibiría gran parte de las críticas, como parte de ese selecto grupo de mexicanos que teniendo buenas posibilidades de acceder al podio no lo hizo. Hoy, Jesús Mena Campos se ha retirado del deporte. Es asesor de otro gran deportista, Felipe Muñoz Capamas, en el PRI, y coordinador de la región V del Frente Nacional del Deporte.

Su otra gran meta, concluir sus estudios de derecho, la está por cumplir.

Mena Campos siempre ha sido un hombre de retos y metas... así lo ha demostrado, ¿o no, Jesús?...

Fuente:

Medallistas Olímpicos mexicanos.
Comisión nacional del Deporte. Portal: Actívate ya.
Febrero de 2004.

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