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Ernesto Canto Gudiño
Medalla de oro
Caminata
Los Ángeles 1984

Solamente un ídolo deportivo tendría, Ernesto Canto:

Daniel Bautista.

Fue primero, su inspiración; después, su amigo cercano; su compañero de habitación en largas concentraciones.

Rieron y lloraron juntos.

Los dos fueron campeones olímpicos.

Los dos dejaron de serlo por decisiones arbitrales.

Y estuvieron allí, unidos, en aquellos momentos.

Bautista, siempre Bautista...

Canto:

- Mi vida deportiva quedó marcada en tres de los instantes en los que Daniel Bautista cruzó. por mi existencia.

Diciembre de 1972.

Canto:

- Yo era un chamaco de 13 años. Había ocupado el segundo lugar en los juegos prenacionales, lo que me permitió el derecho de representar al Distrito Federal en el Campeonato Nacional que se disputaría en Monterrey.

Cuando llegué a la pista no podía creer lo que estaba viendo: ¡Daniel Bautista y Raúl González serían los jueces ... ! Este último era ya un atleta consumado; había representado a México en los Juegos Olímpicos de Munich apenas unos meses atrás. Pero fue Daniel el que más me impresionó, acaso por su simpatía, por su don de gentes, por su sonrisa limpia y franca. Ellos dos fueron mi gran estímulo en esa competencia y finalmente, quedé en primer lugar en la categoría infantil B, sobre 600 metros de marcha. Cuando Daniel me entregó el premio, yo no me cambiaba por nadie...

1975:
Octubre. Juegos Panamericanos, en México

Canto:

- Yo era ya campeón centroamericano y juvenil en los diez kilómetros -título que conquistó a los 14 años en Caracas, 1973- y logré acreditarme como personal de apoyo en la prueba de caminata en los Panamericanos. Mi interés era ver de cerca a los mejores atletas del continente, sentir la competencia; ver el esfuerzo del triunfador, aprender de su técnica, de su táctica. Todo eso me hizo vivir Bautista: le vi impulsarse, luchar contra el grupo que quería darle caza, superar a Larry Young; le vi la fuerza en los movimientos y su depurada técnica al caminar. Fue la mejor escuela para mí. Y sentí como algo muy mío su victoria. Como si yo fuera aquel que saludaba al público y recibía la ovación...

Julio de 1976.

Se disputan, en Montreal, los XXI Juegos Olímpicos.

Canto:

- En esa competencia de los 20 kilómetros de caminata y sin saberlo él, Daniel Bautista me enseñó que un deportista mexicano sí puede ser un ganador. Con su gran actuación me infundió su mentalidad de ir siempre adelante. Esa victoria de Daniel, lo digo sin reservas, marcó para siempre mi vida deportiva.

24 de julio de 1980

Prueba de 20 kilómetros de marcha dentro de los XXII Juegos Olímpicos, en Moscú.

Canto:

- Por una lesión durante los entrenamientos en Puno, Perú, no pude competir en la capital soviética. Pero las autoridades me permitieron viajar y acompañar a la delegación. Ese día de la prueba estaba ayudando a los muchachos en el circuito al lado del río Moscú. La última vez que vi a Daniel en la pista fue cuando le quedaban 300 metros para el retorno y dar la última vuelta. Le faltaban como dos kilómetros y tenía buena ventaja sobre el soviético Anatoly Solomin y el italiano Mauricio Damilano que iba muy rezagado." ¡Ándele mi negro, vamos, la medalla es tuya!", le dije y me fui al estadio. Cuando llegué, la gente de la delegación mexicana me preguntó cómo venía Daniel. "Seguro gana", respondí. En la pantalla electrónica todavía lo vimos como líder. Así que nos e mocionamos cuando se abrió la puerta del maratón. Esperábamos verlo de un momento a otro. De pronto vi aparecer a Damiano y la angustia se apoderé de mí. "¡Ya lo descalificaron!", pensé y corrí hacia el circuito. Allí encontré a Daniel. Había llorado. Estaba solo. "¿Qué pasó, Negro?". Su rostro era de desconcierto. Sólo pudo extender las manos y decirme: "¡Me descalificaron!" Lloramos los dos. Entonces le prometí, me prometí a mí mismo que en Los Angeles devolvería a México esa medalla que ahora nos habían quitado.

Lo hizo Ernesto.

Cuatro años después fue campeón olímpico.

Su amigo, su ídolo, estuvo ahí, para abrazarlo.

Pero al morir el siguiente ciclo olímpico, en Seúl 88, fue Canto quien lloró en el hombro de Bautista su propia descalificación.

- Volverás-, le dijo el Negro.

El primer ejemplo fue en casa.

Enrique Canto Velázquez, padre del andarín, era un destacado jugador de basquetbol.

Ninguno de sus hijos olvida aquella victoria que el equipo de su padre consiguió cuando, en los instantes finales del encuentro, don Enrique anotó una canasta desde la media cancha.

Ernesto:

- Al día siguiente, en la escuela, ninguno de mis amigos quería creer que eso había sucedido...

Pero don Enrique no tuvo tiempo sólo para practicar el deporte, sino que fue, definitivamente, el principal impulsor para que sus hijos lo practicaran también.

Ernesto:

- A él y a mi madre -la señora Guadalupe Gudiño- les debemos todo. Comenzaron por ofrecernos una infancia tranquila y feliz. Nunca vivimos con grandes lujos, pero jamás nos faltó nada. Ellos procuraron conjuntar realmente una familia y lo lograron a plenitud. Y si al principio todos en casa íbamos a ver jugar a mi papá, después nos tocó el turno a'~ nosotros.

Los hermanos de Ernesto optaron por el futbol americano y el voleibol. A él le gustaba el futbol, el basquetbol y el voleibol. Y fue seleccionado en el colegio donde estudió la primaria en esas tres actividades. El panorama se repitió en la secundaria 94, en donde además, Canto se adentró en el atletismo y pronto: comenzó a sobresalir en las pistas, hasta que su profesor de educación física, Miguel Angel Sánchez, actual director técnico del equipo mexicano de marcha y quien años atrás formó parte de él, (fue compañero, entre otros, de José Pedraza, Pablo Colín y Eladio Campos en la escuadra nacional) descubrió en él dotes de andarín.

Ernesto:

- Fue, lo recuerdo muy bien, el 21 de febrero de 1972. Yo tenía apenas 13 años nació el 18 de octubre de 1959- cuando el profesor Sánchez me hizo practicar la caminata. Yo no tenía ni idea de lo que era eso, pero ya sabía quién había sido el sargento Pedraza y lo que había hecho en los Juegos Olímpicos de México, cuando yo tenía apenas 9 años. M primera competencia oficial fue tres meses después. Quedé en sexto lugar en una prueba de 600 metros, pero fui seleccionado para ir a otro torneo, ya de mayor nivel del sector escolar al que pertenecía. Allí también ocupé el sexto lugar, pero como seleccionaban a los seis primeros, pues sin darme cuenta ya estaba en unos juegos delegacionales. En ellos obtuve el tercer lugar y me escogieron para ir a los prenacionales, en julio de 1972, en Hermosillo. Y de ahí a Monterrey, donde conocí a Bautista y a Raúl González...

Ernesto partió, entonces, hacia una de las carreras deportivas más exitosas y controvertidas que haya tenido un atleta mexicano.

Canto:

- Estaba muy lejos de imaginar, aquel día en Monterrey, que con el paso del tiempo llegaría a ser tan buen amigo de Daniel. Nos volvimos inseparables. En giras o en las sesiones de entrenamiento compartimos habitación en todas las concentraciones., Compartimos, también, triunfos y momentos amargos...

Todo pasó rápidamente.

En 1973 y ya como juvenil, Ernesto Canto ganó el campeonato del Distrito Federal y conquistó -en la distancia de dos mil metros- prenacionales y nacionales. Entrenaba bajo la mirada atenta del profesor Sánchez. Unas veces en la pista del Plan Sexenal y otras en un callejón aledaño a su escuela que, coincidentemente, estaba ubicada frente al Centro Deportivo Olímpico Mexicano al que Canto ingresaría unos meses después, cuando el profesor Sánchez lo recomendó al entrenador polaco Jerzy Hausleber. El europeo observó a Canto durante varios días, le hizo algunas indicaciones que mejoraron su técnica, lo invitó a competir en los recientemente creados Campeonatos Centroamericanos y del Caribe de atletismo juvenil... Canto tenía 14 años cuando por vez primera viajó al extranjero. Y regresó con una medalla de oro: fue campeón en Maracaibo, Venezuela, de la prueba de los diez kilómetros en la que registró un tiempo 48'38".

Y de ahí en adelante Canto dedicaría su vida entera a la caminata.

En 1976 repitió, en Jalapa su victoria en los Centroamericanos Juveniles. Y recibió, entonces, una buena noticia; una espléndida noticia: ya formaba parte del equipo nacional. Sí, al lado de aquellas sus admiradas figuras: Daniel Bautista, Raúl González, Martín Bermúdez, Enrique Vera, Domingo Colín, Pedro Aroche... La escuadra mexicana que comenzaba a marcar toda una época en la caminata...

Canto:

- Ya corría el año de 1977. Y yo como en un sueño. Más cuando, una tarde, el profesor Hausleber nos reunió y nos informó que participaríamos en una gira por Europa... ¡Imagínate!... A los 18 años de edad iría a competir contra los mejores andarines del Viejo Mundo, y en su propio terreno... ¿Qué más podía pedirle a la vida?

Por lo pronto, no primeros lugares en su especialidad: los 20 kilómetros.

Porque esos pertenecían a Bautista, a Colín...

Ernesto:

- En aquella gira aprendí muchísimo. Y también obtuve grandes satisfacciones., Por ejemplo: en Roma alcanzamos las primeras cuatro posiciones. Daniel, Domingo Colín, el Archie Angel Flores y yo superamos al italiano Armando Zambaldo, quien había ocupado el sexto lugar en Montreal. Esa actuación fue muy importante para mí: me motivó, me dio confianza y sobre todo, me permitió aprender algo de mi gran ídolo. Lo veía esforzarse al máximo desde las propias prácticas y me decía a mí mismo: "Tienes que pasar por todo eso, esforzarte igual, cumplir con los mismos entrenamientos -que en muchas ocasiones son más fuertes y difíciles que las competencias-; sólo así podrás llegar a ser igual que Daniel". Aprendí pues, a trabajar y a competir...

Aquella indiscutible superioridad de Bautista y Colín en los 20 kilómetros no permitió a Canto sobresalir en esos sus primeros años en el equipo titular. Pero a partir de 1979, cuando ocupó el segundo lugar en el Centroamericano y del Caribe de mayores -junio, en Guadalajara comenzó a perfilar su real valía.

Y empezó a ascender. Lentamente, pero a ascender.

En ese 1979: sexto lugar en la Copa Lugano, Escliborn, RFA, con marca de 1h.21'12"; tercero en un torneo internacional en Montreal con tiempo de 1h 21'52".

1980:

Año de Moscú.

El equipo mexicano de caminata emprendió por Europa la gira previa a la competencia olímpica...

La gira que determinaría quiénes serían nuestros andarines en la capital soviética.

Cuando finalizó la excursión, Canto presentó estos números:

Primer lugar en Rusé, Bulgaria, con tiempo de 1h 19'01"; tercero en Chernasky, URSS, con 1h 20'01" y mismo puesto en Bergen, Noruega, con marca de 1 h 22'41 ".

Ya nadie lo dudaba: Ernesto sería, en Moscú, uno de los rivales a vencer.

Pero...

En Puno, Perú, se escribió una historia que lo dejó fuera de los Juegos Olímpicos.

Es una historia que cuenta el propio Ernesto:

- Debíamos de entrenar en Bolivia, pero la situación política de este país no nos garantizaba una completa seguridad. Así que, a principios de junio, el profesor Hausleber decidió que viajáramos a Puno, ubicado en la misma parte del altiplano boliviano y también cerca del Lago Titicaca. Fue una odisea llegar a Puno, un pueblo pequeño y pobre, de casas humildes, Aquella noche dormimos en un hotel frente a la estación, sin lujos, con muchas carencias las camas eran terribles. Después conseguimos hospedaje en un hotel mejor: el Tambo Titicaca, junto al lago. En ese hotel, por cierto nos andábamos quedando para siempre Daniel y yo; como hacía tanto frío, dormíamos con el calefactor de gas encendido. Pero una noche se nos apagó el calentador y como ya estábamos dormidos ni cuenta nos dimos. Afortunadamente el profesor Hausleber entró a nuestra habitación para checar si ya estábamos descansando y se dio cuenta de que olía mucho a gas, entonces nos despertó, abrirnos puertas y ventanas y cerramos el calentador. Un rato más y...

El grupo respondió a las maravillas en los entrenamientos. Había una gran disposición para el trabajo y una impecable armonía. Cada uno tenía cierta presión, pero nunca hubo conflictos de grupo. Las prácticas eran intensas., Nos levantábamos a las seis y media y a veces hacíamos un aflojamiento, ya que teníamos la carretera a 20 metros del hotel. A las 9 de la mañana empezaba el trabajo fuerte. Después del calentamiento caminábamos juntos 10 o 15 kilómetros. Después nos separábamos: los de 20 kilómetros hacíamos un entrenamiento especial; González, Bermúdez y Vera, que competían en los 50, buscaban más la resistencia que la velocidad.

Pero ya después de cuatro semanas de entrenamiento y faltando como 15 días para los Juegos, empecé a sentir serios dolores en la pierna izquierda. Los médicos Salvador Garayzar y Esteban Maciel detectaron una periostitis por fatiga de¡ músculo y la tibia. Al principio podía mejorarme con aplicaciones de hielo e inyecciones. Pero después fue imposible, no podía caminar. La pierna se me inflamó impresionantemente; sábía que sería muy difícil que pudiera competir, pero mantenía la esperanza. Cuando autorizaron mi viaje me renació el entusiasmo e, inclusive, caminé ligeramente un par de días en Holanda. Pero a dos días de la competencia el profesor Hausleber me dijo que no, que era imposible que participara. Que podía sufrir una lesión mayor. Raúl, el más rápido de los cincuenteros, tomaría mi lugar. Me animó, me dijo que él había pasado por una situación similar; que yo era muy joven y podría recuperarme... De todos modos fue un golpe muy fuerte a los 20 años. Sentir esa impotencia es aniquilante.

Vendrían varios impactos más.

La descalificación de Colín... Pero, sobre todo, la de Bautista.

Ahí estaba Canto.

Ernesto:

-No obstante la descalificación de Colín, se mantenían las esperanzas de una medalla, porque Bautista iba en punta, como siempre. Raúl comenzó a rezagarse poco después, pero ya entonces Daniel se despegaba de¡ grupo puntero y se enfilaba al estadio... Después vino su descalificación. Fuimos a los vestidores y ahí tratamos de consolar al soviético Anatoly Solomin, descalificado minutos después que Daniel. Para él sí era dramático: perder en casa y en esa forma, cuando tenía la medalla de oro prácticamente asegurada. Pasaba por una fuerte crisis emocional, después, Daniel y yo nos fuimos a la Villa Olímpica. Volvimos a recordar lo sucedido y ambos lloramos. El había decidido retirarse de las competencias; yo le prometí que ocuparía su lugar... Que haría regresar a nuestro país la medalla que nos habían quitado esa tarde.

Después vendría el azote final: las derrotas en la prueba de los 50 kilómetros.

Y el escándalo en México.

Las acusaciones recíprocas.

Las demandas.

Y la división total.

Se había resquebrajado el más importante equipo de marcha en la historia del deporte.

Ernesto:

-Pero yo tenía que seguir. Tenía mucho que demostrarme a mí mismo... Tenía que cumplir con la palabra empeñada.

Contaría con cuatro años para ello.

A aprovecharlos, pues.

1981:

El 3 de octubre y en la Copa Lugano, disputada en el circuito de El Saler -Valencia, España- Ernesto da el primer paso hacia sus metas olímpicas: en un apretadísimo final se impone al alemán oriental Roland Wiser, al italiano Alessandro Pezzatini, al soviético Eugen Evstukov y al español José Marín, mientras que el inesperado campeón olímpico, el italiano Mauricio Damilano, finaliza en sexto lugar. Canto se impone con tiempo de 1 h 23'52".

Ernesto:

-Ese año gané la Semana Internacional y también obtuve triunfos en Noruega y en Suecia, pero la Copa Lugano tuvo un especial significado para mí, porque había vencido a los mejores en la prueba más reconocida. Sentí que me acercaba; que podía cumplir con aquella palabra empeñada en Moscú.

El 20 de noviembre, Ernesto Canto recibe, el Premio Nacional del Deporte. Le es otorgado en Los Pinos, por el presidente José López Portillo.

1982:

En abril, Canto triunfa en la Semana Internacional -disputada en Jalapa-. Con tiempo de 1h 23'12" se impone a los soviéticos Solomin Yevstikov y Mat Viejev. Meses más tarde y en La Habana, otro primer lugar. Registro: 1h 26'25".

1983:

Ernesto es considerado, el mejor andarín del mundo en los 20 kilómetros. Y el grupo de marcha recibe todo el apoyo de los organismos deportivos mexicanos. En abril, Canto reitera su jerarquía en la Semana Internacional: 1h.25'49" en agosto, la medalla de oro en los Panamericanos de Caracas y en septiembre, Helsinki, ¡campeón mundial!: resiste el acoso del checoslovaco Joseph Pribilinec y gana con tiempo de 1h.2T49". Poco después, en Bergen y durante la disputa de la Copa Lugano, Pribilinec cobra venganza: lo supera por sólo 10 segundos. No obstante eso, Canto recibe el trofeo Hispanidad 83, como el mejor deportista del año.

1984:

Ya. ya se acercan los Juegos Olímpicos... Ernesto:

-La táctica sicológica diseñada por Hausleber fue la de atacar récords y marcas mundiales... Presionar a quienes serían nuestros rivales en Los Angeles.

. 1 El 5 de mayo, sobre la franja sintética del estadio Fanna, en Bergen, Ernesto impone el récord de la hora: recorre 15,253 m. la marca anterior era del soviético Valdas Kazlauskas, con 15,129 m. Y al día siguiente: ¡récord mundial en los 20 kilómetros que aún se conserva!: 1 h 18'38" el anterior pertenecía a Daniel Bautista: 1h.19'49". Al regresar a México, Raúl González rompe la supremacía de Ernesto en la Semana Internacional en Guadalajara lo relega al segundo lugar; Pribilinec finaliza tercero.

Y ya.

A Los Angeles.

Ernesto:

-Había sido excelente ese trabajo a lo largo de cuatro años. El triunfo de Valencia en 1981, el de Helsinki en 1983 y los récords en la primavera de 1984, me daban la confianza necesaria para aspirar a la victoria olímpica. Estaba seguro, por fin, de poder cumplir con aquella promesa... Estaba listo, para convertir en realidad mi sueño de verme en el podio olímpico con la medalla de oro colgada al pecho.

3 de agosto.

Prueba olímpica: 20 kilómetros de marcha.

Gran expectación...

¿Qué sucederá hoy?

Cuatro años atrás, en Moscú, no había dudas: llegarían las victorias.

Pero la realidad fue aplastante.

¿Y ahora?

Temprano comienza el día para los competidores.

Metámonos en el de Ernesto Canto:

-Me desperté como a las 9 de la mañana, Después de bañarme desayuné un emparedado. Conversé con algunos atletas y fui a recostarme, a tratar de relajar la tensión. EntonceS recordé toda mi vida en el deporte: el largo camino que tuve que recorrer, desde la secundaria, para encontrarme ya a unas cuantas horas de la competencia final. Ese era el día más importante de mi vida. Ya todo lo anterior era historia. Ahora estaba allí, en los Juegos Olímpicos y sentía el apoyo de mi familia, su presencia me dio gran confianza. En ese momento me di cuenta que no podría haber un mañana; que tenía que ser ese día o nunca más, no podía defraudar a nadie, comenzando por mí. Quise pulir mi plan de competencia, pero sólo vino a mí aquella simple táctica de Daniel: ir siempre adelante, marcar el ritmo, no intimidarse, manejar la competencia... Comí ligeramente y luego me fui al estadio. Quería que empezara la prueba ya, lo más pronto posible. Tarde radiante aquella.

Las tribunas multicolores del Memorial-Stadium estaban repletas.

No había un asiento vacío. Poco más de sesenta mil espectadores presenciarían las semifinales de los cien metros y los 400 con vallas: iban a ver en acción a Carl Lewis y a Edwin Moses... Pero mexicanos y latinoamericanos aguardaban otra prueba: los 20 kilómetros de caminata.

Había viejas cuentas que saldar...

Se alinean en la pista los andarines.

17:15 horas. Suena el disparo.

Y allá van...

Al frente, con la camiseta marcada con el número 632, se instala Ernesto Canto. Le acompañaban sus compatriotas Raúl González y Marcelino Colín, el estadounidense Marco Evoniuk y el italiano Mauricio Damilano. Se cumplen ya las cinco vueltas a la pista atlética de 400 metros cuando el canadiense Guilleume Leblanc toma el mando de las acciones. Es el primero en salir por la angosta puerta del maratón rumbo al calor infernal del boulevard Exposition. El termómetro sube hasta los 30 grados centígrados.

Ernesto:

-No lo seguimos. Sabíamos que era una locura caminar así. Efectivamente: a los pocos kilómetros Leblanc comenzó a ceder y yo tomé la punta. En el grupo íbamos Raúl, Marcelino, los italianos Mattioli y Damilano y el australiano David Smith.

Canto es primero en los cinco kilómetros. Tiempo: 20'46".

Continúa a la cabeza en los diez kilómetros. Tiempo: 40'33".

En el grupo puntero se encuentran: Raúl, Leblanc y Damilano, quien quiere demostrar que es un auténtico campeón olímpico.

Ernesto:
-Al kilómetro 12 Damilano intentó irse, pero lo contuvimos. Lo dejamos que caminara un rato al frente, pero muy bien vigilado: íbamos como a 20 ó 30 metros de distancia de él. Al llegar a los 15 kilómetros, LeBlanc se había fundido por el calor. Cuando cruzamos el kilómetro 18, Damilano se empezó a quedar y Raúl con él. Entonces me dije: "¡Es el momento!". Aceleré y ya no volteé a verlos. Cuando entré al túnel ya no escuché ruidos de respiración a mis espaldas. Recorrí ansioso esos cien metros hasta que atisbé una luz; era la luz de la pista, del estadio y apresuré el paso... ¡Fue grandioso el momento!... La gente se puso de pie y comenzó a gritar y a aplaudirme. Cientos de banderitas mexicanas eran agitadas en las tribunas y me reanimé totalmente. Ya no sentí el cansancio. Lo que más deseaba era cruzar la meta, ganar... Cuando lo hice me decía a mí mismo: "¡Aquí estoy!... ¡Lo he logrado!... ¡He cumplido mi promesa!...

Ernesto detuvo los cronómetros en 1h 23'13": medalla de oro.

Siete segundos después arribó Raúl González: medalla de plata.
El 1-2 que se daba como un hecho en Moscú llegaba en Los Angeles,

Ernesto:

-Fue el pago al gran esfuerzo. Habían sido doce años los invertidos para ver cristalizado ese sueño... Lo menos que quería era que terminara esa fiesta en el estadio.

EL MOMENTO MAS SUBLIME

Minutos después, la premiación.

La realiza el catalán Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional.

Y se escucha el Himno Nacional Mexicano.

Y, a un lado de la pista, dos banderas tricolores son izadas hasta lo más alto.

Canto:

-Ese es el momento más sublime que pueda vivir un deportista... La medalla es la constancia, es la realidad que ves y tocas. Pero oír el himno y observar a tu bandera arriba de todas las demás es indescriptible... En ese momento yo recordaba aquella promesa hecha cuatro años atrás...

Ocho días después, Ernesto participaría con Raúl González y Martín Bermúdez en la prueba de los 50 kilómetros. Pero, muy agotado por el esfuerzo anterior, finalizó en décimo lugar, a seis minutos del ganador: Raúl González. Bermúdez fue descalificado.

UN MAL PRESAGIO

Sinónimos de medalla de oro olímpica:

Agasajos, homenajes, recepciones, invitaciones, clausuras, abrazos, inauguraciones, sonrisas, fiestas, popularidad...

Y enojo: el de Hausleber porque sus pupilos se dispersan. Se alejan de los campos de entrenamiento.

Canto:

-Era comprensible su disgusto. Nosotros mismos llegamos a entender que, en cierta forma, éramos usados, pero no había manera de apartarse de todo esto porque, por otra parte, era un reconocimiento a tu esfuerzo, a lo que habías hecho porque, en lo material la medalla de oro no representa casi nada. El gobierno me obsequió un departamento y un automóvil compacto. Eso fue todo. Para sostener mi nuevo ciclo de trabajo tuve que hacer unos comerciales para la televisión, que no me fueron bien pagados y aceptar el apoyo de una marca deportiva extranjera, con material, implementos y una cantidad en efectivo. De no haber sido así, no hubiera podido cumplir con mi siguiente objetivo.

-¿Cuál era?

-Seúl 88. Sí... Ahora seria por mí mismo. Sabía que sería un reto aún más difícil que el de Los Angeles, pero me tuve confianza. Pensaba:
-"Se que tengo la capacidad y la calidad como para aspirar a ganar otra medalla de oro en Juegos Olímpicos... Claro, ya tengo - una, pero cuando se llega a este nivel, uno quiere seguir adelante para dejar huella, para satisfacerse así mismo, a pesar de que las presiones sean más fuertes" . Y me decidí a hacerlo.

Ernesto reflexionaba, pero el tiempo pasaba lastimosamente y Hausleber confió a un reportero:

-Todo esto es un mal presagio...

Y, mientras tanto, Raúl González anunciaba su retiro de la caminata.

Ernesto:

-Llegó el momento en que dejamos agasajos y homenajes para dedicarnos a competir. En abril de 1985, sin estar adecuadamente preparado, abandoné en la Semana Internacional Jalapa. Pero no tenía mucha importancia: salvo la Copa Lugano, a disputarse en Isla del Hombre, Inglaterra, no había un gran torneo a la vista. A mediados de año gané el campeonato nacional, en el autódromo de la Magdalena Mixhuca, con excelente tiempo de 1h 23'50" que ni el propio Bautista logró aquí.

7:19 horas del 19 de septiembre de 1985

Un sismo despierta violentamente a la ciudad.

Y no sólo la sacude en un estertor mortal: la derriba en parte. La incomunica. Viste de dolor sus pequeñas calles y sus grandes avenidas. Mata a su gente entre los escombros de edificios que se desmoronan, que se queman.

Llora el pueblo que abre los ojos azorado. Pero ya está en la lucha mientras la tragedia zigzaguea. Será más fuerte que ella. Se une. Se solidariza...

Una bella lección arrancada al llanto.

Ernesto:

-Nosotros nos preparábamos ya para salir a Inglaterra, pero de inmediato cancelamos el viaje. Y nos quedamos a ayudar. El profesor Hausleber y todo el equipo se dedicaron a auxiliar a los más necesitados. Fuimos a trabajar bajo los escombros, a jalar piedras, a hablar con la gente, a servir en lo que podíamos...

En 1986 Canto conquistó, sin problemas, la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en Santiago de los Caballeros, República Dominicana.

Pero fue todo en ese año.

Porque, a partir de ese momento, se hizo más pronunciada la curva del declive:

Derrota en la Semana Internacional -en la que ganó el checoslovaco Pribilinec- y sólo regular actuación durante una gira por Europa.

En septiembre y como poseedor del récord mundial, fue invitado a Hildesheim RFA. Pero enfermó de pulmonía unas semanas antes de la competencia y muy debilitado, abandonó la prueba.

Se desploma el equipo.

Hausleber se desespera.

No, ya no hay motivación.

Hasta que una noticia impacta al grupo entero, en los primeros días de 1987: Raúl González anuncia que vuelve a la caminata, y que en breve iniciará su preparación con miras a los Juegos Olímpicos de 1988.

A despertar todo mundo.

Dijo Hausleber:

-Creo que era la motivación que necesitaban los muchachos.

Ya es año preolímpico.

El tiempo apremia.

Hausleber diseña un muy interesante calendario anual de competencias.

Marzo: Semana Internacional, en Jalapa. Canto sorprende al registrar un tiempo de 1h 20'59".

Abril: 1er Campeonato Mundial de Caminata -antes Copa Lugano-, en Nueva York. Canto se propone lograr algo histórico: registrar un tiempo de una hora y 16 minutos. Pero, evidentemente, no está preparado para ello. Imprime un ritmo vertiginoso a su andar hasta que se debilita y pierde el paso. Finaliza en quinto lugar, a un minuto de distancia de Carlos Mercenario, el ganador.

Canto:

-En Nueva York caminé los primeros cinco kilómetros de acuerdo con lo planeado, pero me empecé a sentir mal y aminoré el paso. Todavía en primer lugar crucé los 10 kilómetros, pero al llegar a los 17 empecé a sentir fuertes calambres en todo el cuerpo y no pude recuperarme. No pude salir de la crisis de fatiga y movilidad. Y a un kilómetro de la meta me rebasaron Mercenario, Viktor Mosovik y otros. No me sentí mal, a pesar de no ganar, porque hice un buen tiempo 1h 20'25" y porque me di cuenta de que una marca de una hora y 16 minutos sólo se puede lograr sí se adquiere una inmejorable condición física y se compite en el terreno adecuado. Y esas no eran las circunstancias de ese momento.

Junio: llega con él uno de los incidentes más desagradables y controvertidos de la historia de la caminata mexicana:

Se ha programado, en el autódromo de la Magdalena Mixhuca un torneo de marcha con doble finalidad: será Campeonato Nacional pero, a la vez, selectivo para competir en los Juegos Panamericanos de Indianápolis que ya están a la vista.

Y sobreviene el escándalo. Ernesto es protagonista principal.

Primero: Canto aduce una lesión y no participa en la prueba de los 20 kilómetros, que finalmente gana Mercenario.

Segundo: en la prueba de los 50 kilómetros -en la que Raúl González busca recuperar su sitio en el equipo nacional-, Canto penetra a la pista, inopinadamente, en plena competencia. Y camina durante poco menos de 30 kilómetros. Va ahí, en el grupo que encabezan González, Bermúdez y Hernán Andrade. Infringe con ello todos los reglamentos. Hasta que decide salir. Y se va, tranquilamente...

Consecuencias: la Federación Mexicana de Atletismo sanciona enérgicamente al juez Alfonso Márquez de la Mora, quien permitió la anomalía. Por otra parte y en virtud de que Ernesto es campeón olímpico y también mundial, le permite formar parte de la selección mexicana, pero le hacen una severa amonestación. Esta llega a Canto por escrito. La recibe cuando ya está en Bolivia, donde la escuadra nacional realiza un campamento de altura.

Canto:

-Cometí un error y lo acepto: ese día me sentí en buenas condiciones y decidí entrenar. Hice lo que habíamos hecho en muchas otras oportunidades: caminar en una prueba. Sólo que no lo hice en el sentido inverso al de los competidores. Y eso se malinterpretó. Se dijo en la prensa que, en virtud de un supuesto pique con Raúl González, yo había tratado de perjudicarlo. Pero eso es falso. En ningún momento obstaculicé a Raúl o hice algo que pudiera entorpecer su competencia. Claro, en ese momento fue más válido que nunca aquel proverbio que reza: "No hagas cosas buenas que parezcan malas". Lo sucedido me afect6 emocionalmente, pero días después hablé con Raúl le expliqué mi actuación y todo quedó, aclarado entre él y yo.

Principios de agosto: Juegos Panamericanos, en Indianápolis. Canto abandona en el kilómetro seis. La prueba es ganada por Mercenario.

Ernesto:

-Caminé muy bien durante los primeros cinco kilómetros, pero de pronto sentí un tiron, un dolor muscular que me hizo parar. Caminé cuatro pasos más y me caí. Nunca me había pasado eso. Sentía más coraje y desaliento, por una lesión que por haber quedado fuera de la competencia.

Finales de agosto: 11 Campeonato Mundial -de Caminata en Roma. Canto es descalificado en el kilómetro 13.

Ernesto:

-Después de los Panamericanos fui tratado espléndidamente por los doctores Rafael Caballero y Jacinto Licea, quienes, como en un milagro, en un par de semanas me dejaron listo para la nueva competencia. Pero en Roma sucedió lo increíble: apenas habíamos salido el estadio y ya me había amonestado un juez. sentíamos que algo malo iba a suceder, pese a que la prueba se desarrollaba a un ritmo muy lento. Así sucedió por desgracia. Los jueces me descalificaron y unos kilómetros más adelante hicieron lo mismo con Mercenario... Habían ido los jueces y no mis adversarios, quienes me habían despojado del título.

Llevado por la , ira, Canto anunció su retiro.
Pero poco después y convencido por Mario Vázquez Raña, presidente del Comité Olímpico Mexicano, decidió proseguir en el deporte.
Vázquez Raña había ofrecido más apoyo a los marchistas e intervenir para que se practicara una revisión a fondo de los reglamentos internacionales de la caminata.

La escena se repetiría un año después, en Seú1 88.

Año olímpico que comienza mal para los marchistas que cumplen con la peor gira europea en la historia del equipo.

En el campeonato soviético, Canto es descalificado nuevamente.

Y, entre el desánimo colectivo, se apresta la escuadra nacional a defender, en pistas coreanas, los títulos olímpicos.

23 de septiembre: prueba de los 20 kilómetros de marcha.

La engalana el campeón, pero su rostro es sombrío.

Kilómetro siete: Joel Sánchez es descalificado.

Kilómetro 17: Ernesto Canto asume la delantera. Poco a poco deja rezagados al alemán oriental Ronald Weigel, al italiano Mauricio Damilano, al checoslovaco Pribilinec y al soviético Pechíne. Pero no avanzará más: ha acumulado ya tres tarjetas. El juez-árbitro, Ulfert Kranimer -aquel que poco antes de Moscú 80 decretara la primera descalificación de Daniel Bautista en una competencia internacional-, se interpone en su camino. Lo descalifica.

Invade a Ernesto la rabia, le mata la decepción, llora.

Encuentra un hombro amigo: el de Daniel Bautista.

Es a la inversa, la misma escena de 8 años atrás en Moscú.

-¡Esto no es justo!-, se queja. Volverás, Ernesto...

En la propia Seúl anunció Canto su retiro. Habló de un robo, "de un complot para perjudicarnos, porque de otra manera el oro hubiera sido mío".

Criticó enérgicamente la actitud de los jueces:

-Probablemente floté, sí, pero, ¿quién no lo hace en la actualidad? ¿Por qué sólo descalifican a los andarines mexicanos?

Y, como en Indianápolis, dijo que se iba.

Pero Mario Vázquez Raña volvió a hablar con él. Le hizo recapacitar. Le ofreció promover una reunión de jueces internacionales programada para 1989, en nuestro país-. Y Canto decidió continuar.

Hoy como en los viejos tiempos.

El entrenamiento.

El sacrificio.

El esfuerzo.

La pasión.

Suda Canto. Se afila su rostro.

-Me preparo intensamente -dice-... Ya tengo una nueva meta: Barcelona 92.

Sonríe optimista. Pero el gesto se vuelve duro cuando afirma el andarín:

-Porque es mucho lo que está en juego: mi prestigio, el de la marcha mexicana, mi amor por el deporte, mi compromiso conmigo mismo y con una afición que, a pesar de todo, no de creer en nosotros... Ahora vamos a pelear con nuevas armas, con técnica renovada que evite más injusticias como las ya vividas. Queremos que se escuche nuestro himno en tierras catalanas, y que en su cielo ondee nuestra bandera. Es un reto. Otro más. Pero el deporte está lleno de ellos.

Como aquel, que nació en Moscú....

Fuente:

Medallistas Olímpicos mexicanos.
Comisión nacional del Deporte. Portal: Actívate ya.
Enero de 2004.

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