Presentación Propósito Estrategias Calendario Inscripciones Notas del olimpo
 

Daniel Bautista Rocha
Medallista de Oro
Caminata
Montreal 1976

Montreal, Canadá.

23 de julio de 1976.

Juegos de la XXI Olimpiada.

Que sea aquí.

Que sea hoy.

Que llegue, al fin, la primera medalla de oro que, en una justa olímpica, conquiste nuestro atletismo... Han sido ya muchos los años de infructuosa espera.

Que no se rinda Daniel Bautista.

Que no ceje ante el acoso brutal de los tres marchistas de la República Democrática Alemana: Hans Reimann, Peter Frenkel y Karl Hainz Stadtmüller.

Que venza el pequeño moreno de ensortijado cabello.

Que se imponga a los tres rubios gigantescos.

Que responda al aliento del público.

Que no desmaye. Que escuche los gritos arrancados de voces que se quiebran por el llanto y la emoción del entrenador polaco Jerzy Hausleber y del fisiatra Arturo Alfaro:

-¡Vamos, ¡Negro, vamos!...

Que se agiten, con más fuerza aún, las banderitas mexicanas que ondean en las tribunas.

Y que nadie pierda un paso de este tramo final de la competencia. Quienes por el oro comprometen este último suspiro avanzan ya sobre la pista de tartán rumbo a la meta. Bautista marcha al frente del pequeño grupo de cuatro. Frenkel, campeón cuatro años atrás, en Munich 72, juega su última carta y va tras el mexicano. Inútil. No resiste el paso. Y ya es rebasado por Reimann quien resopla, quien acelera, quien se lanza a la caza. Qué angustia.

Ya.

Ha sido aquí.

Ha sido hoy.

Ha sido Daniel Bautista

Campeón olímpico en los 20 kilómetros de caminata.

¿El?...

¿El mismo que hace apenas dos años había tomado la decisión de retirarse del deporte?

El mismo.

El, que llora emocionado cuando, bajo los acordes de nuestro Himno Nacional e izado hasta lo más alto se recorta la silueta del lábaro tricolor sobre el intenso azul del cielo canadiense.

Veracruz, febrero de 1974.

El rítmico contoneo de los marchistas ha despertado el mordaz humor de los jarochos.

Y llueven las bromas sobre el grupo de andarines que, en una prueba de exhibición ofrecida esta calurosa tarde dominical, van y vienen a lo largo del malecón después de haber recorrido, entre miradas plenas de curiosidad, las céntricas calles del histórico puerto.

La brisa marina refresca a los caminantes.

Y estalla la alegría veracruzana.

No hay tiempo para dramas.

¿0 sí?...

Agoniza la tarde porteña. Y mientras allá, en la lejanía, el sol parece sumirse en el fondo de la tierra, un grupo de chiquillos imita el paso de los marchistas. El entrenador polaco Jerzy Hausleber observa sonriente la escena... ¿Cuántos futuros estrellas de la caminata han nacido hoy?

Pero hay algo que le preocupa: el gesto de aflicción de Daniel Bautista, uno de sus más prometedores discípulos, quien le ha pedido le conceda unos minutos. Seguramente querrá hablar de la prueba selectiva que, para ganar un lugar en el equipo que competirá en los próximos Juegos Centroamericanos y del Caribe en Santo Domingo-, acaba de realizarse en días pasados sobre un tramo de la carretera Veracruz-Alvarado. Bautista finalizó en cuarto lugar -superado por Raúl González, Domingo Colín y Pedro Aroche- y automáticamente quedó marginado. No viajará a República Dominicana.

Así es.

De eso quiere hablar Daniel.

-¿Sabe, maestro?- dice con voz que se apaga y con el rostro contrito-, tengo ya un año en esto y no observo ninguna mejoría ... He decidido retirarme de la caminata. Regresaré a Monterrey.

Una de las frases que Hausleber utilizó para convencerlo de que cometía un error, se grabó en forma perenne en la mente de Bautista:

-Hay que ser más grande en la derrota que en la victoria... Porque es aquella la que forja a los campeones; la que los hace nacer de sus propias debilidades.

Daniel:

-Me dijo muchas cosas... Que tenia que aprender de mí mismo, de mis propias posibilidades que, según él, eran muchas. Que un marchista no se logra en un año, sino en muchísimos meses de intenso trabajo y arduos sacrificios; que sólo llegan al podio aquellos que han templado su carácter y que tendría que esforzarme más y más para competir con éxito en futuros torneos internacionales. Me habló de la cercanía de los Juegos Panamericanos 1975- y de los Olímpicos -1976-. "Si sigues mis instrucciones -me dijo- te aseguro que estarás entre los triunfadores".

Fueron palabras proféticas.

Y, mientras el equipo mexicano arrollaba en Santo Domingo -González y Colín hicieron el 1-2 en los 20 kilómetros-, Bautista se hizo a si mismo una promesa:

- Nunca volveré a quedarme.

Daniel:

- Después de conversar con Hausleber desapareció aquel sentimiento de frustración, de fracaso. El me levantó el ánimo. Arregló inclusive -con el pretexto de que Bautista era el campeón de caminata de la policía de tránsito de Monterrey- que yo permaneciera en el CDOM y a partir de ese instante trabajé al ciento por ciento. Era todo lo que necesitaba. Esforzarme y a la vez madurar como deportista.

Hausleber:

- No podía dejar que se me escapara de las manos un prospecto así. Daniel ha sido uno de los mejores caminantes que he conocido, partiendo de la base de que su estructura morfológica es ideal para marchar: estatura de 1.70 metros, músculos elásticos y muy resistentes, piernas cortas que permiten efectuar fácilmente la mecánica del movimiento sin flexionar la rodilla, una extraordinaria capacidad aeróbica, cuerpo atlético, ancho, musculoso y, una gran flexibilidad... Pero todo eso era nada si no se combinaba con un alto sentido combativo, tenaz, estoico en la derrota y sereno con el triunfo y sobre todo, con un desmedido espíritu deportivo... Y un buen humor. Daniel incorporó estas características a su vida deportiva y pronto, muy pronto, se fue para arriba.

Es una gélida mañana ésta, de mayo de 1975 en Bydgoszcs, Polonia. Pero un registro estremece al mundo de la caminata: un desconocido mexicano llamado Daniel Bautista ha roto la marca mundial en los 20 kilómetros. ¡Ha sido superada, al fin, la barrera de la hora y 23 minutos en esta distancia! Bautista ha cronometrado una hora y 22... Y ha dado, a los marchistas del orbe entero una voz de alarma.

Daniel:

- Lo sabía... Sabía que estaba en el camino. Que nadie podría ya detenerme.

Daniel Bautista Rocha nació el 4 de agosto de 1952 en la estación El Salado, San Luis Potosí, aunque de hecho es regiomontano porque cuando tenía apenas dos años, su padre -Daniel Bautista Otero- decidió radicar en Monterrey por la cercanía con Texas y la pizca de verduras y legumbres en ese estado de la Unión Americana. Así que se llevó a su esposa, doña Tomasa Rocha y a sus hijos -Lucio, David y Daniel; después nacerían Eusebio, María y Balbina- a radicar en las orillas de la capital neoleonesa: en Nuevas Colonias, municipio San Nicolás de los Garza.

Daniel:

- Fue una etapa difícil. Pero aunque teníamos problemas económicos, vivíamos muy felices. Siempre fuimos una familia muy unida. Y como fuera, de lo que fuera, mi hermano y yo ayudamos a traer algunos pesos a la casa. Yo trabajé de bolero o vendiendo periódicos o haciendo mandados... Lo importante era ayudar mientras mi papá se iba a la pizca o a trabajar como obrero en Monterrey... Obviamente no tuvimos lujos, pero tampoco nos moríamos de hambre. Veíamos la vida con tranquilidad. De chiquillo me gustaba jugar futbol, que es el deporte de los niños. Con una pelota nos divertíamos muchos escuincles y no era problema jugar en el campo, a las faldas de los cerros. Pero también me gustaba correr y así organizábamos varias competencias: el chiste era -ver quién era el más resistente corriendo. Yo gané la mayoría de las carreras entre los muchachos de mi barrio.

En las vacaciones escolares, Daniel acompañaba a su papá a la frontera. Y era uno más de aquellos chiquillos que día a día permanecía en Río Bravo a la espera de sus padres, que como mojados, cruzaban la frontera y se iban a la pizca. En una ocasión, cuando el futuro andarín tenía como 12 años, se metió a nadar en el río. De repente, las corrientes se hicieron más fuertes; Daniel fue arrastrado por ellas y estuvo a punto de perecer ahogado. El trauma vivido ese día tuvo consecuencias: Bautista le tiene pavor al agua y es muy rara la vez que se mete a una alberca.

Daniel cursó la primaria en la escuela Pío XII y ya en la secundaria número 12, Gabino Barrera -en la colonia Juana de Arco comenzó a perfilarse su futuro de deportista: el profesor de educación física era el reconocido maestro Antonio González, forjador de varios atletas que lograrían destacar a nivel nacional. La escuela tenía una pista en la que, propiamente, Bautista comenzó en el atletismo. Primero en carreras de 100, 200 y 400 metros...

Recuerda el profesor González:

- Después se inició en la caminata, compitiendo en los tres kilómetros. Y de inmediato destacó por su disciplina y su carácter, además, por supuesto de sus habilidades físicas. Siempre trataba de probarse a sí mismo, de demostrarse que era capaz de ser veloz y de resistir. Participó inclusive, en pruebas de juvenil A y obtuvo varios primeros lugares.

Hasta que llegó 1968. Bautista competía ya en las pruebas de fondo como los 5 mil metros.

Daniel:

- En ese año se celebraron en nuestro país los Juegos Olímpicos. Yo estaba todavía en la secundaria y nomás acababan las clases y me iba volando a mi casa para ver en la televisión las competencias. Lo que más me impresionó fue ver a José Pedraza. ¡Fue increíble! Ahí nació en mí el gusto por la caminata. Después de ver el esfuerzo del sargento y su coraje al no poder vencer a los rusos, fue cuando me dije: "Yo también seré marchista".

Sería, sin saberlo él, un propósito a largo plazo.

Porque al terminar la secundaria y por presiones económicas, se dedicó a buscar trabajo. Recorrió decenas de fábricas en Monterrey, dejando una solicitud en cada una de ellas sin obtener respuesta. Hasta que un día compró el periódico, buscó en la sección de empleos y descubrió que la academia de policía de tránsito quería a jóvenes aspirantes. Se inscribió en ella. Pasó satisfactoriamente todos los exámenes y entró a la academia en febrero de 1971. Terminó en julio. En agosto ya era oficial de crucero. Tenía apenas 19 años de edad. Y seguía compitiendo en las pistas...

Daniel:

- Por supuesto que mis aspiraciones no habían sido satisfechas aún. Yo buscaba algo más. Así que pedí que me dieran un crucero cercano a la presidencia municipal, ya que por ahí había una escuela de computación y yo quería estudiar esa carrera. Lo hice más o menos durante seis meses, hasta que se me presentó la gran oportunidad: ir a México a competir, primero en los Juegos Infantiles y Juveniles -que se realizaron en Oaxtepec- y después en la promoción de caminata que se efectuó en el CDOM. Ahí fue donde conocí a Raúl González quien, tiempo después y ya en Monterrey, me sugirió que me fuera al CDOM.

Corría el año de 1972. El deporte mexicano iniciaba la renovación de atletas, tras la frustrada incursión en los Juegos Olímpicos de Munich -sólo una medalla: de plata conquistada por el púgil Alfonso Zamora-, donde muchos de nuestros deportistas de México 68. habían cumplido su ciclo. Bautista llegó al CDOM, González lo presentó con Jerzy Hausleber... Y así se dio el primer paso...

Bautista inició la veloz carrera . hacia el ascenso.

Lo logró en sólo cuatro años.

En 1973 y a base de una gran disciplina e inquebrantable voluntad, aquel tímido jovencito se había ganado un lugar entre los seis mejores marchistas del equipo nacional. Pero el objetivo era ser uno de los tres mejores. Y eso lo comprendió Daniel al año siguiente en Veracruz. No, lo hecho no bastaba. Era necesario un esfuerzo adicional.

Se produjo después de aquella charla con Hausleber.
Jerzy:

El cambio en Daniel fue radical. Simplemente, era ya otro competidor.

Contó, Daniel, con un aliciente extra:

Los Juegos Panamericanos de 1975 debían celebrarse en Chile; sin embargo y en virtud de un grave problema político interno, ese país declinó organizarlos. Brasil, sede alterna, tampoco aceptó. El difícil momento fue salvado por México, que, a pesar de haber sido anfitrión de esta competencia en 1955, se ofreció a patrocinarla nuevamente.
Daniel:
- Cuando se hizo ese anuncio, por mi mente sólo cruzaba un pensamiento: "La competencia será aquí, en casa... ¡Tengo que estar presente y ganar! Ha llegado el momento de demostrarme a mí mismo que puedo ser un triunfador".

En ese entonces, los mejores andarines del mundo eran los representantes de Alemania Oriental; por América, canadienses y estadounidenses. Sobresalía el californiano Larry Young, campeón de los Juegos Panamericanos de Winnipeg -1967- y de Cali -1971-.

Todo comenzó a cambiar aquella fría mañana de mayo de 1975, en Bydgoszcz, cuando Bautista impuso marca mundial en los 20 kilómetros.

Dijo entonces Hausleber:

- Daniel salió a caminar con su peculiar estilo, sin ver a los rivales y con una sola idea: vencer en el menor tiempo posible.

Los reporteros preguntaron a Bautista cuál había sido la táctica empleada para ganar. Respondió así:

-Ir al frente... ¡Y al diablo el último!

Todo mundo entendió el mensaje: no, no sería fácil en Montreal.

Pero aún faltaba un compromiso: los Panamericanos de México 75.

Por lo pronto, en el torneo selectivo Daniel invirtió los papeles: el fue el ganador, seguido de Domingo Colín y Raúl González, aunque éste se había especializado en los 50 kilómetros. Serían, pues, Bautista y Colín los elegidos para la prueba de los 20 kilómetros.

No defraudarían: oro y plata -respectivamente- para ellos.

Bronce para el ahora excampeón Larry Young.

Comenzaba a escribirse la historia de quien es considerado como el mejor deportista mexicano en la década de los setenta.

Conforme se aproximaba la cita olímpica, crecía en Daniel la confianza en sí mismo:

- Era otra persona, otro competidor, distinto en forma total a aquel incipiente andarín de finales de 1972. Ahora ya era conocido y disfrutaba de los apoyos incondicionales de las autoridades deportivas, que veían en mí a un posible medallista. Por mi parte, gozaba compitiendo. Sentía una rara mezcla de tensión y de felicidad. Mi tranco seguía siendo corto, pero la velocidad que imprimía en toda prueba desgastaba física y sicológicamente a mis rivales. Si tuviese que definirme a mí mismo diría que era un peleador con un carácter forjado en la trinchera de los entrenamientos y las competencias.

Arribamos el 23 de julio de 1976. Escenario: Estadio Olímpico de Montreal, Canadá.

Prueba de los 20 kilómetros de marcha.

Favoritos: el alemán Frenkel, campeón olímpico y sus demás compatriotas. En un segundo plano: soviéticos e ingleses. ¿Mexicanos?... Quizás. Pero los europeos no dejan de mirar, con recelo. a esos tres andarines de morena piel: Daniel Bautista, Domingo Colín y Raúl González.

UN TRIUNFO PARA TODA MI GENTE

Daniel Bautista narra lo que sucedió aquella tarde:

Yo tenía la táctica de siempre: ir adelante. Y así lo hice. Raúl y yo comenzamos a jalar. en los primeros kilómetros. A cada paso imprimimos mayor velocidad, tratando de separarnos lo más posible, pero cuando Colín se sumó al grupo atrajo a los alemanes, quienes, a partir de ese momento, jamás se doblegaron.

A los 12 kilómetros sólo quedaba yo en punta. Poco antes, Raúl se había quedado y Colín fue descalificado. Pero los alemanes seguían ahí, tercos a unos metros. Por un momento dudé: pensé que iba a ser difícil ganar la medalla de oro, pero también pensaba en todo lo que habla trabajado y renacía en mí la confianza. Me había preparado intensamente; no podía echar por la borda ese gran esfuerzo.

Cuando faltaban como cinco kilómetros, Frenkel empezó a jalar. Supongo que los alemanes pensaron que me iba a poner nervioso y que me quedaría atrás, pero no: lo emparejé y volví a ponerme al frente. Lo hice así cuantas veces intentaron fugarse.

La lucha sicológica también fue muy fuerte. Cada vez que se me acercaban me decían muchas cosas. Eran como gruñidos. Yo no los entendía. Nada más me reía de ellos: no comprendían que estaban trabajando para mí, porque jamás descansaron. No administraron sus fuerzas, sino - que se alternaron tratando de derribarme. Eso los obligó a gastar energías que yo sí podía cuidar para el peligroso cierre.

Cuando faltaban como dos kilómetros les dije "adiós". Ya ni los vi; con sólo sentir su respiración, muy agitada, sabía que no me podían vencer. Frenkel, como campeón, quiso apretar, pero no pudo. Lo imitó Reimann, pero tampoco me pudo detener. Y así llegamos al estadio... ¡Qué bonito sentí al escuchar el ruido de la gente, los gritos y los aplausos de reconocimiento! Ahí me olvidé del cansancio, de mis adversarios y apuré el paso para terminar. o que más ansiaba era llegar a la meta, ya en primer lugar.

Y lo hizo.

Daniel cruzó la raya final con los brazos en alto y los albos dientes brillando en la franca sonrisa. Detuvo los cronómetros en una hora y 24 minutos y 40 segundos. Nueva marca olímpica. Le siguieron los alemanes orientales Reimann (1h 25:13), Frenkel (1h 25:29) y Stadtmüller (1h, 26:50). Raúl González (1h 28:18) finalizó en quinto sitio.

Daniel:

- De inmediato pensé en mi familia, en mis amigos y sentí un gran orgullo: había sido un triunfo para mi país, para toda mi gente.

Prosigue:

- Cuando llegó el momento de la premiación, sentí algo muy similar al momento aquel en el que entré al estadio: un escalofrío muy especial recorrió todo mi cuerpo. Pero ya al recibir la medalla y escuchar el himno todo cambia. Te invade un indescriptible fervor patriótico. Te sientes más mexicano que nunca y no cambiarías ese lugar por nada en el mundo. Por más dura que haya sido la prueba, estás tan lleno de emoción que se va el cansancio y a la mente vienen tantos y tantos recuerdos.

Muchas placas fotográficas fueron disparadas en el momento en que Frenkel y Reimann abrazaron a Daniel, en un tácito reconocimiento a su victoria.

La caminata mexicana había dado inicio, ya, a su era.

Meses después, Bautista recibiría el Premio Nacional del Deporte.

CUATRO AÑOS DE TRIUNFOS

Los andarines mexicanos se convirtieron en modelo a seguir. Y en virtud del éxito de los sistemas implantados por Jerzy Hausleber, técnicos y entrenadores de todo el mundo volvieron la mirada hacia nuestro país. ¿Qué está sucediendo allí? Numerosas solicitudes fueron aprobadas y así, el Centro Deportivo Olímpico Mexicano albergó durante largas temporadas a marchistas y técnicos de la Unión Soviética, de Alemania Democrática, de Italia, de España, de Francia... Todos querían saber el secreto mexicano.

Recuerda Daniel una anécdota al respecto:

- En cierta ocasión, un entrenador francés se acercó misteriosamente a nosotros y nos dijo: "tengo todo de ustedes, lo sé todo"... Enumera: "sé a qué horas entrenan, los kilómetros que recorren, las repeticiones que hacen, sus prácticas en el volcán, sus campamentos de altura, las distancias, todos sus datos físicos y técnicos. Como ven, lo sé todo" y sonrió triunfalmente. Pero Pedro Aroche, que estaba con nosotros, le contestó: , lo sabes todo... ¡Qué bueno que así sea! Lo único que te falta es tener unos buenos burros, como nosotros, para que esos conocimientos se te traduzcan en éxitos". El francés entendió muy bien la respuesta y se alejó, cabizbajo, mientras nosotros nos moríamos de la risa.

A partir de entonces, sólo la estrella mexicana brillaría en el firmamento mundial de la caminata.

Con Daniel al frente.

Porque ya no eran sólo las tres primeras grandes victorias -Bydgoszcz, México 75 y Montreal 76-, sino que Bautista hilvanó una importantísima cadena:

1977:

1h 23:31 en el Grand Prix de Bergen, Noruega, en pista, el 14 de mayo.

1h 29:34 en el sexto campeonato Centroamericano y del Caribe en Jalapa, Veracruz, el 6 de agosto.

1h 24:02 en la Copa Lugano (campeonato mundial de marcha) en Milton Keynes, Inglaterra, el 24 de septiembre.

1978:

1h 28:39 en la segunda Semana Internacional, en Jalapa, el 30 de abril.

1h 25:10 en el Gran Premio de pista, en Bergen, el 20 de mayo.

1h 23:37 en la competencia internacional de Valle Hermoso, España, el 28 de mayo.

1h 25:05 en el Grand Prix en Malmoe, Suecia, el 3 de junio.

1h 29:09 en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Medellín, Colombia, el 15 de julio.

1979:

¿Qué hacer?

Estos mexicanos han roto todos los moldes.

¿Cómo vencer a Bautista, quien. en tan sólo unos años ha revolucionado el andar de los marchistas y junto con sus compañeros, ha convertido a la de caminata en una prueba rápida y de constante evolución?

Pregunta sin respuesta.

Hasta que el controvertido juez mexicano Alfonso Márquez de la Mora -más que conocido por su exagerado afán de notoriedad ofreció a los europeos una solución:

El 8 de abril, dentro de la tercera Semana Internacional, en Jalapa, y cuando Daniel se enfrascaba en ardorosa competencia con Raúl González, Márquez de la Mora adujo que Bautista botaba en exceso y le decretó su primera descalificación.

El mundo entero abrió los ojos.

Se había descubierto la fórmula.

Una descalificación en México y por mexicanos, a sólo un año de Moscú...

¿Por qué no podría ser descalificado en Europa?

Comenzaron a circular en el medio de la caminata algunas fotografías tomadas por un reportero gráfico de LEquipe las que, por el ángulo en el que fueron disparadas, hacen aparecer a Daniel botando en una rampa, sin tener contacto con el piso. Las fotografías circularon rápidamente por Europa, y una amenaza se cernió sobre los andarines mexicanos y en especial, sobre Bautista.

Daniel hizo caso omiso de todo ello y prosiguió con su carrera de victorias:

1h 22:16 en la competencia internacional de Valencia, España, el 19 de mayo.

1h 22:16 en Bergen, Noruega, donde ocupó el segundo lugar superado por Domingo Colín, el 26 de mayo.

1h 21:04 en la competencia internacional de Estocolmo, el 13 de junio.

1h 28:15 en los Juegos Panamericanos de San Juan, Puerto Rico el 13 de julio.

1h18:49, marca mundial, en la Copa Lugano celebrada en Escliborn, Alemania Federal, el 29 de septiembre.
1h 20:06, récord mundial de pista, en Montreal, el 17 de octubre.

1980

1h 20:59 en la cuarta Semana Internacional, en Jalapa, el 30 de marzo.

1h 20:59 en el Grand Prix de Formia, Italia, el 13 de abril.

En ese entonces fueron más demandadas las fotografías tomadas por LEquipe. Uno de los muy interesados en conseguirlas era el juez alemán federal Ulfert Kramer resentido con Bautista porque había sido un perenne vencedor de su pupilo, Bernard Kannenberg.

Así, el 20 de abril y en un triangular entre Alemania Federal, España y México, celebrado en Dusseldorf, Kramer descalificó a Bautista cuando éste iba solitario en punta. No obstante, el triunfo correspondió a los mexicanos Félix Gómez y Ernesto Canto, quienes hicieron el 1-2.

En la última prueba antes de los Juegos Olímpicos de Moscú, Bautista se anotó otra victoria.:

1h 21:05 en el Grand Prix de Bergen, el 3 de mayo.

Daniel llegó a Moscú y su olimpiada con un récord impresionante a partir de aquella marca en Bydgoszcz: 19 victorias -entre ellas tres marcas mundiales, una medalla de oro olímpica, dos panamericanas y dos centroamericanas-, un segundo lugar y dos descalificaciones.

Era el favorito lógico.

Pero...

UNA FIGURA QUE SE PERDIO EN EL PUENTE

Moscú 24 de julio de 1980.

Prueba olímpica de los 20 kilómetros de marcha.

Hay un boicoteo -de algunos países de Occidente- contra los juegos.

Pero eso no importa porque los mejores andarines del mundo se encuentran en la línea de salida. Y como cuatro años antes en Montreal, Bautista, González y Colín integran el equipo mexicano.

Sobre ellos está depositada la atención.

Ya parten...

Bautista toma la punta desde la salida misma. Le sigue un grupo compacto, pero es él quien marca la pauta, el ritmo de la prueba.

Y allá va, Daniel siempre al frente.

En el kilómetro 12, los jueces descalifican a Colín. González, sofocado, se rezaga más adelante. Mientras tanto, en la delantera, Daniel sostiene una ardua batalla con el soviético Anatoly Solomin. Detrás de ellos, el italiano Mauricio Damilano se mantiene a la expectativa.

Ya están a dos kilómetros del final. Se escucha el clamor del estadio. Los punteros avanzan por el circuito aledaño al río Moscova. Daniel, quien conserva el liderato, entra a un largo puente. Todos lo ven entrar pero nadie lo ve salir, porque el juez polaco Kirkov decreta su descalificación. Instantes más tarde, entre el juez mexicano Márquez de la Mora y el italiano Tossí, eliminan a Solomin. Y queda listo el escenario para que un sorprendido Damilano se encuentre con una medalla de oro, rodeado del estupor de los aficionados congregados en el estadio, que a través de una gigantesca pantalla de televisión habían seguido los pormenores de la competencia y estaban seguros de que Bautista sería nuevamente el campeón olímpico.

Cero. Cero medallas.

Y cero también en la prueba de los 50 kilómetros, en la que participarían Bautista y González, acompañados ahora por Martín Bermúdez.

Sólo abandonos: Martín en el kilómetro 24; Daniel, en el 32, Raúl, en el 37. 31,

¿Y?...

Quejas. Maldiciones. Inculpaciones.

Y un retiro:

-¡Me voy de la caminata! ¡Ya no quiero saber más de esto!-, dijo Daniel.

Y se fue.

Es un campeón olímpico que sigue trabajando por el deporte.

Con sencillez.

Conserva la sonrisa humilde. Y el optimismo. Cuando habla del pasado lo hace sin rencor, sin amargura... Aunque con un poco de sarcasmo.

- ¡Me retiré porque comprendí que en la caminata no sólo hay que vencer a los rivales sino convencer a los jueces.

- ¿Por qué se fue, Daniel?.

Por la conjugación de muchos factores. El deporte es hermoso y la competición también, pero estaba ya cansado de las largas concentraciones, de vivir solitario en un cuarto del CDOM, mientras que mi familia me esperaba inútilmente -Daniel casó con María Dolores Ortiz y son padres de Daniela, Nayelli, y Jorge de Jesús-... Lo extrañaba todo: mi gente, mi tierra...

- ¿No influyó lo que sucedió en Moscú?

- Quizás haya sido la gota que derramó el vaso, pero era una decisión que yo había madurado meses atrás. La de Moscú fue una competencia normal, sólo que me descalificaron.... Pudo haber sido justa o injustamente; eso quedará en la conciencia de aquellos jueces.

Está en forma.

Aunque retirado desde 1980, se mantiene en activo porque ha sido, sucesivamente, administrador de un centro deportivo en Monterrey y encargado de la escuela de caminata del ISSSTE en el estado de Nuevo León. Y desde hace unos meses, titular del deporte en Monterrey.

Reflexiona Daniel:

- Aquella medalla olímpica me dio muchas cosas. No sólo aquellas que tanto llenan el espíritu y que sobrevinieron en ese momento de triunfo, sino aquellas que se producen con el paso de los años: ahora tengo un trabajo que realmente me gusta y puedo ayudar a que muchos jóvenes y niños disfruten de lo que yo no tuve: mejores condiciones para la práctica de su deporte... Y siendo México un país de jóvenes y niños, preocuparse por ellos es una de las principales obligaciones que tengo. Muchos se pierden por una deficiente educación física o porque no han sido bien conducidos en el deporte. Nuestra misión debe ser la de llevarlos poco a poco, encaminarlos por la actividad atlética que sea más apta para ellos.

Charla Daniel con fluidez, va directo al punto... Como hacía en las pistas: siempre al frente.

- A mi me gusta hablar con los niños. Hacerles comprender que para llegar al éxito hay que trabajar y ser responsables. Que nada viene gratis. Que ser campeón es sólo una consecuencia del cariño y del amor con que uno emprenda todo reto.

En la oficina donde se realiza la charla destaca el reconocimiento que le fue otorgado a finales de 1987, cuando la Federación Internacional de Atletismo lo eligió como el segundo mejor andarín del mundo en la historia de la prueba de 20 kilómetros, superado sólo por el soviético VIadimir Golubnichy.

Comenta Daniel, sonriente en todo momento:

- Me gusta que me vean como un ser normal. Que sepan que si gané una medalla olímpica y llegué a las máximas alturas en mi deporte y que si di triunfos y satisfacciones a nuestro país, lo hice a base de esfuerzo y sobre todo, de mucha constancia en el entrenamiento. Eso es lo que me gusta proyectar:

hacer ver a las nuevas generaciones que no es necesario llegar a ser campeón para sentirse satisfecho, pero sí hay que luchar por ser siempre mejores. Lo demás vendrá por añadidura. Y entonces se sabrá que pocas actividades, como el deporte, puedan despertar en un ser humano el gran orgullo de representar dignamente a todo un país.

Fuente:

Medallistas Olímpicos mexicanos.
Comisión nacional del Deporte. Portal: Actívate ya.
Enero de 2004.

REGRESAR