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Alvaro Gaxiola Robles
Medallista de plata
México 1968
Clavados
Plataforma de 10m

Enero de 1968.

Insistía, ante su marido, Sylvia Widell de Gaxiola:

- ¿Por qué no lo intentas?-... No creo que te cueste mucho trabajo.

Y despertaba aún más las inquietudes en Álvaro quien, sin embargo, no se atrevía a superar la barrera -del tiempo... Y del recuerdo:

- Pero... Ya han pasado más de tres años desde mí último salto.

Aquel salto...

Recordarlo era volver a encerrarse en sí mismo.

Era vivir nuevamente el intenso drama.

Septiembre de 1964...

A sólo un mes de los juegos de la XVIII Olimpiada, en Tokio.

Fosa de clavados de Ciudad Universitaria.

Practica Álvaro Gaxiola, seleccionado nacional, los clavados con giros; esos, los que dan medallas. De repente, lo inesperado: falla ligeramente el cálculo pero, en el deporte y en especial en éste, en el que el cuerpo cae a gran velocidad y en caprichosas maniobras al encuentro con el agua, un error de milímetros puede ser mortal. Sólo un rozón, por fortuna. Pero madera y metal rasgan la piel de la cara del clavadista. Y producen una aparatosa herida que sin ser muy peligrosa, sin causar dolor, requiere a cambio de 20 puntos de sutura que zigzaguean desde lo alto de la frente hasta la nariz. Y producen, sobre todo, la gran pena: Álvaro Gaxiola queda automáticamente fuera del equipo. La competencia está ya muy cercana...

Recuerdos, dolorosos recuerdos.

Y llegaban también aquellos, los que lo remontaban hasta los Juegos Olímpicos de Roma en 1960: cuarto lugar en trampolín; tan próximo a las medallas y tan lejano a la gloria olímpica.

Le devolvía a la realidad la voz de su esposa:

- Pero conservas la calidad... Y en esta ocasión los Juegos van a ser en tu país. Me sentiría muy orgullosa si lo intentaras-.

Insistía una y otra vez:

- Además, el Centro Deportivo Olímpico Mexicano te queda muy cerca -el matrimonio había regresado de Suecia y vivía en el área de Satélite-, Puedes entrenar con toda facilidad.

Y Álvaro, renuente:

- Ya estoy muy viejo para esto -nació el 26 de enero de 1937- No se te olvide que estoy por cumplir 31 años.

Hasta que la dama europea puso punto Final a la conversación:

-Será como tú digas. Sabes que no importa nada de lo que ha pasado, sino que lo único que cuenta es la determinación. Si no quieres intentarlo está bien, pero lo peor que te pudiera suceder sería que te arrepintieras.

Sería ahora o nunca.

Tenía 10 meses para recuperar el estado físico, atlético, técnico y mental de que requiere para la competencia un deportista olímpico. Faltaban 10 meses para los Juegos Olímpicos de México 68, poco tiempo y sin embargo, el suficiente...

Se decidió.

Al día siguiente, causó la gran sorpresa en el doctor Eduardo Hay -en ese entonces presidente del Comité Olímpico Mexicano-:

- Quisiera conseguir un lugar en el equipo nacional...

Nueve meses después, el 26 de octubre de 1968, Álvaro Gaxiola se encontraba en el podio de los ganadores. con una medalla de plata conquistada en la plataforma de los 10 metros y entre las fuertes emociones vividas en el momento, el recuerdo de aquella conversación con su esposa le arrancaba una sonrisa.

El futbol lo era todo en la infancia de Álvaro Gaxiola.

No obstante las frecuentes invitaciones de su hermano Alejandro -dos años menor- para que se le uniera en las prácticas de la natación, él había pedido a sus padres, Álvaro Gaxiola Dávalos y Elisa Robles de Gaxiola, que lo inscribieran en las fuerzas infantiles del club América.

Jugaba como centro delantero.

Álvaro:

- Mi mayor sueño era jugar en la primera división y con el América. ¡Con ningún otro! Hasta la fecha no sé por qué le iba yo a ese equipo... Quizá sus colores, realmente no lo sé. Pero en la escuela todo mundo se burlaba de mí, porque en aquel entonces el Guadalajara ejercía una gran superioridad sobre los cremas y muchos de mis compañeros eran chivas ciento por ciento.

Álvaro cumplió, en parte, su sueño dorado:

Ingresó a las fuerzas infantiles de¡ club capitalino y recuerda entre otros a Juan Arrieta, al Negro Figueroa, al Yuca Iturralde, a Juan Bosco y a Pedro Malpica. Ellos fueron sus compañeros hasta juveniles... Hasta el día aquel, en el que su destino quedaría enfilado hacia nuevos senderos.

Sucedió que por invitación de un amigo, a su hermano Alejandro -quien nadaba en el centro acuático de la unidad Miguel Alemán le harían una prueba en el equipo infantil de nado de la UNAM, que entrenaba el profesor Manuel Herrera, quien había conjuntado bajo los colores azul y oro a varios de los mejores nadadores de¡ país.

La prueba se realizaría en la alberca Aragón, en la avenida de los Insurgentes, muy cercana al cine Manacar. Y Álvaro, que tenía apenas 13 años, acompañó a su hermano para desearle suerte.

Y mientras Alejandro se colocaba el traj1 de baño, Álvaro quedó curioseando a la orilla de la alberca. Hasta que fue descubierto por el maestro Herrera.

¿Quién es ese joven?-, preguntó el instructor

- Es hermano, de Alejandro.

Y el maestro, con una sonrisa:

- A ver jovencito, usted también venga a entrenar.

- ¿Yoooooo?

- Sí, usted... A ver: nade de pecho.

Álvaro:

- Y pues no me gustó, pero había que apoyar a mi hermano. Después, cuando él fue aprobado e ingresó al equipo, la natación se practicaba en la alberca de Ciudad Universitaria, en donde reinaba un gran ambiente. En esa escuadra destacaban, entre otros, César Borja y Miguel Cornejo. Yo ya llevaba seis o siete meses nadando de pecho, lo que realmente no me gustaba; lo consideraba muy aburrido, pero seguía ahí por disfrutar de todo aquello que me compensaba las largas horas en la alberca.

Pero, en una ocasión, se iban a hacer ciertas composturas a la piscina de Ciudad Universitaria y el equipo entero se fue a nadar al Deportivo Chapultepec, que era uno de los mejores en el deporte acuático de la capital. Ahí entrenaba, sobre todo, la gran gema: el clavadista Joaquín Capilla, ya famoso por la medalla de bronce que conquistara en la Olimpiada Londres de 1948.

En el deportivo Chapultepec, Álvaro Gaxiola se hizo muy amigo de varios clavadistas y, en especial de Ricardo Capilla, Juan Botella y Chavo Madrigal, quienes tenían edades similares a la suya. Y en virtud de que la natación le aburría y de que era constantemente invitado por sus amigos a lanzarse del trampolín o de la plataforma, Gaxiola fue cambiando poco a poco la alberca por la fosa. No estaban nada mal aquellos, sus primeros clavados.

Gaxiola llamó, inclusive, la atención del ya reconocido entrenador Mario Tovar quien le preguntó en una. ocasión:

- ¿Quieres aprender a tirarte buenos clavados?

- Claro que sí maestro-, respondió Álvaro, entusiasmado.

- Pues véngase al deportivo. . . Pero, eso sí, tendrá que trabajar mucho para estar aquí.

Las obras de compostura de la alberca de la UNAM llegaron a su término. El grupo de nadadores universitarios regresaría, pues, a su lugar de origen.

Y entonces, se presentó a Gaxiola la gran alternativa:

. ¿Futbol, equipo universitario de natación o de clavados en el deportivo Chapultepec-

Álvaro:

Había comprendido que el futbol comenzaba a pasar a segundo término. Y que de la natación lo único que me animaba era formar parte de ese grupo. A cambio, sentía una gran inclinación por los clavados y además de la motivación extraordinaria que representaba estar al lado de Joaquín Capilla y ser su compañero de entrenamiento en la fosa o en el catre elástico, se presentaba también la oportunidad de ser dirigido por un gran maestro como Mario Tovar. Así que ya no dudé más.

Una mañana de agosto de 1951, ante Mario Tovar se presentó aquel chiquillo rubio de, sólo 14 años de edad:

- Maestro, quiero que usted me entrene; quiero ser un buen clavadista.

Y Joaquín Capilla, campeón panamericano de trampolín y plataforma -Buenos Aires, Argentina, 1950- y medallista de bronce olímpico -plataforma en Londres-, tuvo a partir de ese día un émulo más.

Álvaro:

- Así de fácil: todos queríamos llegar a ser como él.

Tovar exigió constancia en los entrenamientos.

Gaxiola aportó constancia en los entrenamientos.

Y también, una cualidad innata, para la práctica del deporte por él escogido.

Resultado: al mes sostenía -su primera competencia. Participó en los Juegos de la Revolución y quedó en tercer lugar.

Álvaro:

- Estaba avanzando muy rápido y entonces cometí el error de todo principiante que tiene éxito: llegué al exceso de confianza. Ya el mundo me venía chiquito, pues cómo no, si ya era yo de los buenazos. Afortunadamente para mí, vino una competencia que me hizo ver mi nivel auténtico. Fue un torneo interuniversitario en Guadalajara. Ahí me fue muy mal en resultados, pero muy bien para mi estado mental: me situó.

Mario Tovar habló con él inmediatamente. Le dijo:

Estás todavía muy chamaco y te encuentras en plena etapa de aprendizaje, Tienes, cualidades para llegar a las alturas pero, para ello, tendrás que prepararte y no sólo como clavadista, sino como persona. Olvidémonos por el momento de más competencias y concentrémonos en los Juegos Centroamericanos y del Caribe -programados en 1954 para realizarse en Panamá, pero por problemas políticos en este país, la sede fue otorgada a México-. ¿De acuerdo?

¡De acuerdo maestro!

Álvaro:

- Lo hice. Me concentré en esa competencia. Me preparé intensamente y así, apenas al año y medio de haberme iniciado en los clavados, gané un lugar en el equipo que competiría en los Centroamericanos -del 6 al 20 de marzo-. Esto me hizo renunciar va definitivamente a mi pasión de la infancia: el futbol.
En la justa de trampolín, Álvaro Gaxiola obtuvo ante el asombro colectivo, la medalla de bronce. Fue superado únicamente por sus .compatriotas Manuel Sevilla y por supuesto, Joaquín Capilla. México también hizo el 1-2-3 en plataforma: Joaquín y Alberto -Capilla y Rodolfo Perea.

Llegó a sus labios el dulce sabor de la victoria.

Por otro lado y en virtud de que en ningún momento abandonó sus estudios, culminó exitosamente con destacadas calificaciones la preparatoria. Tenía ante sí, la oportunidad de ser becado por una universidad estadounidense.

Y se fue.

Con un amargo sabor de boca: tenía que dejar de ser dirigido por Mario Tovar. De él se expresa así:

- Mario se cocía aparte como entrenador En realidad, fue el fabricante de clavadistas más grande que ha habido en nuestro país. Era un estudioso de¡ deporte pero, más que nada era un sicólogo muy especial. Nadie como, él para motivar a sus discípulos.

- Caso extraño el suyo, porque jamás fue nadador o clavadista, sino luchador. Y sin embargo, preparó a excelentes nadadores y construyó con su trabajo a los mejores clavadistas mexicanos, exceptuando a Carlos Girón. Pero su mayor logro, en mi opinión, fue el haber creado toda una escuela, una escuela muy mexicana en esta disciplina.

- No era dicharachero ni apapachador. El decía con toda claridad lo que esperaba de uno dejaba que uno procesara la información y esperaba con toda paciencia. los resultados. Y casi siempre eran exitosos... En los cuatro años que estuve a su lado, lo más impresionante fue que lo encontré en cada momento que necesité de él. Hizo de gente con poco talento buenos deportistas y a quien tenía facultades corno Joaquín, lo convirtió en el mejor; hizo de él un capítulo aparte en la historia mundial de los clavados.

INGENIERO EGRESADO DE LA
UNIVERSIDAD DE MICHIGAN

Álvaro acudió a la Universidad de Michigan en donde, además de graduarse como ingeniero civil, continuó entrenando.

Durante su estancia en Estados Unidos se dio tiempo para competir en México, en los Juegos Panamericanos de 1955, en los que no logró éxito alguno. No obstante, en 1959 dio la gran sorpresa al triunfar en los Panamericanos de Chicago donde superó, en estrujante final, a los estadounidenses Robert Webster y Gary Tobian.

Era suyo, a pulso, el lugar que Joaquín Capilla dejara vacante al retirarse después de obtener la medalla de oro en la justa olímpica de Melbourne 1956.

Álvaro:

- Joaquín acababa de alcanzar el éxito, la medalla por la que había luchado a lo largo de tantos años. Su retiro constituyó un reto para las nuevas generaciones. El triunfo que conseguí en Chicago, en una de mis mejores actuaciones en la plataforma, hizo concebir esperanzas de que en Roma 1960 podríamos refrendar lo hecho por Capilla en Melbourne. Juanito Botella y yo éramos considerados como sus más viables sucesores.

Pero la actuación de ambos distó mucho de lo esperado.

Boltella falló su último salto en el trampolín y rescató con un gran susto la medalla de bronce, después de haber disputado arduamente la de oro. Gaxiola ocupó apenas el cuarto lugar.

Álvaro:

- Los Juegos Olímpicos de Roma no significaron nada bueno para mí ni para Juanito. Mario Tovar tenía una gran confianza en que los dos estaríamos entre los ganadores, pero al final fracasamos y en especial yo. Teníamos los clavados para imponernos en el torneo pero desde el primer día, el 27 de agosto, cuando clasificamos, estuvimos muy bajos. Juan ocupó el tercer lugar, yo el sexto. Las finales fueron el 29 y pese a que ya ambos teníamos la experiencia de varias competencias internacionales, a los dos nos faltó colmillo.


En ese entonces, Álvaro había culminado sus estudios de ingeniería en la universidad de Michigan y aunque tenía un buen trabajo en aquel estado de la Unión Americana, optó por reinstalarse en México, después de los juegos de Roma.

Y volvió a entrenar y a ser dirigido por Mario Tovar.

En los juegos Centroamericanos y del Caribe -Kingston, Jamaica, 1962- obtuvo medalla de plata en trampolín y de oro en plataforma. En la tabla fue superado por Juan Botella, de quien se vengó en los diez metros; tercero fue Ricardo Capilla.

Siguió preparándose. La mira, el nuevo objetivo, era ahora la Olimpiada de Tokio, 1964. Y fue campeón del selectivo para integrar el equipo de clavados que acudiría a la cita en el Imperio del Sol Naciente.

Todo iba sobre ruedas.

Pero...

Álvaro:

- Estaba practicando en la fosa de Ciudad Universitaria los clavados de giros en el trampolín cuando, en uno de ellos, un error de cálculo me hizo golpearme la cara con la tabla y caí muy mal al agua. Fue un golpe de rozón en la frente, que requirió de la inmediata atención médica. Nunca perdí el sentido, aunque a toda velocidad mis compañeros me sacaron de la alberca y me llevaron al hospital, donde me realizaron una operación que requirió de 20 puntadas en frente y nariz. Y yo, de por sí, ya con muy poco pelo sobre la frente...

Un viaje a Tokio fue cancelado.

El lugar de Gaxiola fue ocupado por su amigo Roberto Madrigal quien, como él cuatro años atrás, finalizó en cuarto lugar en la plataforma.

Gaxiola consideró que había llegado el momento del retiro.

Sobre todo cuando, atendiendo a una especial invitación, se trasladó a Estocolmo, Suecia,* contratado por una importante compañía telefónica. Ahí se casó en agosto de 1965. Volvió en el invierno de 1967.

Y ya aquí, la insistencia de Sylvia, la frenética lucha contra el espectro de aquella fosa de clavados de Ciudad Universitaria y ese golpe inoportuno... Hasta que llegó el momento de decisión:

Álvaro:

En verdad, yo ni siquiera había pensado en competir en nuestros Juegos. Y de no haber sido por la tenacidad de mi esposa, jamás lo hubiera intentado. Tenía tres años de no tirarme un clavado en forma oficial, aunque físicamente me mantuve bien. Me gustaba hacer ejercicio, correr y practicar gimnasia en cualquier parque con mi esposa Sylvia y mi pequeña hija Ingii.

Aquí, las cosas habían cambiado.

Mario Tovar, considerado mundialmente como uno de los mejores entrenadores, ya no estaba al frente del equipo de clavados. Los dirigentes, enajenados en su afán de contar con preparadores extranjeros, habían contratado al estadunidense Jack Roth, quien trabajaba con un grupo de nuevos clavadistas como José de Jesús Robinson, Luis Niño de Rivera, Jorge Telch y varios más.

Álvaro:

- Hablé en forma muy directa con el doctor Hay. Le dije que trabajaba en una empresa de telefonía, que estaba casado, que tenía una hija, que vivía a unos minutos del CDOM y que tenía la gran ilusión de representar a México en los Juegos Olímpicos de nuestro país. El doctor confió en mí y me permitió entrenar, sobre todo porque durante mis estudios en la universidad de Michigan había conocido a Roth.

Y hubo que volver a empezar.

Con toda entrega. Con la misma que, años atrás, lo llevara a ser insustituible en el equipo. Rápidamente, quizá más rápidamente de lo que él mismo hubiera calculado, Álvaro Gaxiola fue recuperando el control en sus saltos. Pero era su constancia en los entrenamientos, su vehemencia por obtener un lugar en el equipo, lo que le hacía diferente a los demás.

Dice Alberto Capilla, quien en esa época fungía como director de la comisión de clavados:

- De inmediato, Álvaro destacó sobre sus compañeros, lo que obviamente provocó ciertos problemas en especial con los clavadistas más jóvenes que se sentían desplazados. Esto llevó a Roth, que era un tanto irresponsable, a exigir, en una ocasión, que la Federación Mexicana de Natación prohibiera que Álvaro continuara... Pero Javier Ostos, Antonio Mariscal y o nos opusimos rotundamente. ¿Cómo despedirlo si era nuestra mejor carta- Tal vez no se tiraba clavados de 9 de calificación, pero su gran cualidad era la constancia: no fallaba y además, tenía una enorme confianza en si mismo y en sus saltos; confianza, en fin, de que podría ubicarse nuevamente entre los mejores de] mundo.

Se programó una gira de fogueo para el equipo mexicano de clavados. Sería durante julio y se competiría en varias fosas europeas.

Álvaro:
- Pese a que tuve poco tiempo para entrenar a partir del momento de mi reaparición, califiqué para esa gira. Entonces fuimos a la competencia de Bolsano, Italia, una de las más prestigiosas en el medio y ahí derroté a Klaus Dibiasi, en esos momentos el mejor clavadista del mundo. Para mí, esa victoria representó mucho, pues me dio la confianza total de que en octubre, podría estar en inmejorables condiciones durante los Juegos.
Posteriormente, el equipo compitió en Alemania Oriental y en la Unión Soviética.
Y de ahí, a los XIX Juegos Olímpicos...
Aquellos de México 68.
Una nueva emoción.
Una gran emoción.

Álvaro:
- Unos Juegos son unos Juegos; son lo máximo. Son la excitación, el reto, la gran dificultad... En los últimos 30 días previos a la inauguración me di cuenta de que mi consistencia era buena, que era difícil que fallara un clavado y aunque éstos tenían una calidad standard, sentía que podía estar en la lucha por alguna medalla. Me gustaba recordar la competencia de Bolsano y yo mismo me alentaba: te puede ser de oro". . .
En la noche del 24 de octubre, reinaba la alegría en el complejo olímpico Francisco Márquez.
Porque iniciaba el torneo de clavados cuando la gente saboreaba, aún, el momento de triunfo del Tibio Muñoz. Y el público colmaba las tribunas, tanto de la fosa como de la alberca, en una apasionada espera para ver a otro mexicano subir al podio de los vencedores.
Y bajo una enorme gritería de entusiasmo y apoyo, Álvaro calificó en segundo lugar en las eliminatorias. Se palpaba desde ya, la posibilidad de una medalla.

Álvaro:
- Cuando inicié la competencia estaba muy motivado. Más aún después de mi primer salto, un simple al frente: me sentí tan relajado y con tanta confianza que supe al instante, que sí, que podría finalizar entre los tres primeros.
Noche de algarabía para el público mexicano:
También calificó José de Jesús Robinson en la sexta casilla, mientras que Maritere Ramírez ganaba bronce en los 800 metros de nado libre.
26 de octubre: la final.

Que la narre Álvaro:
- Ese día también me sentí magníficamente. Los primeros saltos me habían salido muy bien y me mantenía en segundo lugar. Cuando llegaron los últimos cuatro, los libres, yo mismo me motivaba: "ahora sí, la medalla no se me escapa". Cumplí aceptablemente los saltos de vuelta y media al frente con tres giros, vuelta atrás con dos giros y dos vueltas y media adentro y alcancé puntuaciones que me daban el primer lugar faltando sólo el último clavado.
En esos momentos, cuando la presión acaba a los clavadistas, cuando realmente se decide la competencia, estaba muy relajado, sin nervios; los que estaban nerviosos eran mis compañeros, mis amigos, los aficionados. Si saltaba bien, tenía la medalla. Aunque Klaus Dibiasi me seguía muy de cerca.
Mi turno fue primero. Me lancé un clavado, muy bien logrado, de vuelta y media atrás en extensión. Pero Dibiasi ejecutó un salto con más alto grado de dificultad: dos y media vuelta en holandés; lo sacó brillantemente y con pulcritud y ahí me ganó la medalla de oro.
En el amplio tablero electrónico aparecieron los resultados:

1.- Klaus Díbiasi, Italia, 164.18 puntos.
2.- Álvaro Gaxiola, MEXICO, 154.69.
3.- Win Young, Estados Unidos, 153.93.
4.- Keíth Russell, Estados Unidos, 152.34.
5.- José de J. Robinson, MEXICO, 143.62.
6.- Lothar Mattes, Alemania del Este, 141.75.

Y al éxtasis.

A sentir el cariño del público. A escuchar gritos y ovaciones. A ver izar la bandera tricolor. A llorar.

Álvaro:

- Sentí una enorme satisfacción. En Roma había quedado en cuarto lugar y quiérase que no, tenía clavada una espinita. Había estado muy cerca. de ganar una medalla pero finalmente, como todos aquellos que obtienen un cuarto sitio en el deporte, estaba muy insatisfecho porque me había quedado lejos, muy lejos de la gloria deportiva: una presea olímpica... Ahora había cumplido una revancha personal con mi propio destino y sobre todo, había dado a mi país un motivo más para enorgullecerse.

Al abandonar el complejo acuático, conversando con el doctor Hay, Álvaro coincidió con el presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien salía feliz. El mandatario le pidió se acercara, le felicitó, le dio un caluroso abrazo y lo citó para desayunar en Los Pinos.

Recuerda Álvaro:

El presidente Díaz Ordaz fue conmigo una persona excelente. Fue muy cálido, muy sincero en su felicitación. Aquella mañana en Los Pinos no dejaba de hablar, con gran entusiasmo, de todo lo por él vivido en aquellas jornadas del deporte acuático en el complejo. Se sentía que era auténtica su admiración hacia nosotros. Charlamos muy a gusto, como si fuésemos dos viejos amigos. Cuando nos despedi. mos, estrechó mi mano con firmeza y me obsequió un bello reloj.

Realizado su viejo anhelo, Álvaro Gaxiola llevó a casa su medalla y pudo retirarse en paz. Y se convirtió en entrenador. Llegó, inclusive, a preparar al equipo mexicano que se adiestraba para competir en los Juegos Olímpicos de Munich 72. Sin embargo, no pudo estar presente en la competencia: en febrero de ese año y por cuestiones de trabajo tuvo que trasladarse a Inglaterra, lo que lo alejó por completo de los clavados.

Hombre que conserva la esbeltez de aquel competidor de hace 22 años, el ingeniero Álvaro Gaxiola vive ahora en Guadalajara. Es representante de la compañía telefónica sueca, en una zona que se extiende hasta el Bajío y parte de Tamaulipas. El sol le ha bronceado la piel, que contrasta notablemente con el blanco cabello. Aquella cicatriz del 64 es una tenue sombra que se desliza, inadvertida, por la frente.

Tiene Gaxiola, la capacidad innata de sonreir. Su risa es franca, espontánea.

Predomina la amabilidad en él.

Vive feliz, asegura.

Y habrá que creerle.

Ya no son sólo Sylvia e Ingii quienes le acompañan; ésta última tiene dos hermanitas más: Michelle y Aniiika.

Álvaro, 22 años después:

- A través del deporte pude demostrarme a mí mismo que, con mucho trabajo y gran dedicación, uno puede tener éxito en el área que escoja. El deporte me hizo vivir intensamente, me enfrentó a muchísimos retos y me ofreció notables satisfacciones, como las de representar a mi país en incontables ocasiones o realizar un buen número de viajes y en especial, hacer amigos por doquier. Me hizo vivir aquel instante de la premiación, que vale por toda una existencia. Me hizo hombre, pues. Y finalmente me enseñó que aún a los 31 años, cuando uno supone que está acabado para el deporte, no hay nada que la voluntad humana no pueda doblegar. Todo, todo eso me enseñó el deporte...

Fuente:

Medallistas Olímpicos mexicanos.
Comisión nacional del Deporte. Portal: Actívate ya.
Enero de 2004.

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