Los escritores y los intelectuales podemos influir, en todo caso, en las personas, en el ciudadano de a pie. Nunca en los gobiernos. El poder nunca acepta ser influido por la cultura. Básicamente todos los gobiernos la desprecian, porque es molesta.


La única ilusión que permanece en mí es que uno se pueda comunicar con el lector, con ese ciudadano común como yo. Para mí han sido muy importantes tanto en mi vida como en mi obra las relaciones humanas. El hecho de escribir libros, artículos periodísticos, son formas de las relaciones humanas. Y si bien yo no escribo para influir sobre las personas, es muy estimulante cuando uno se encuentra a alguien que te dice que una frase tuya le aclaró tal duda. Eso es un buen premio para el escritor.

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He estado exiliado en cuatro países. Y durante el exilio uno hace nuevos vínculos, recibe muestras de solidaridad. La vida del exiliado es un fenómeno de ósmosis. Uno le da a ese pueblo que lo recibe lo mejor que tiene y ese pueblo le da cosas a uno.

Es un intercambio enriquecedor y evidente. Cuando uno regresa a su país se cumple la esperanza, el correlato de las nostalgias que fueron tan importantes en el exilio, pero luego, cuando uno está de nuevo en su país también siente nostalgia de ciertas cosas del exilio, que tienen que ver con las personas. Porque de los gobiernos es poco lo que se puede aprender.



Tengo mucha simpatía por la causa zapatista. Me parece además que es una guerrilla fuera de serie, porque es la única de América Latina que ha manejado las cosas con un sentido de la realidad.

No es como otros movimientos de la lucha armada que quieren conquistar el poder para, desde ahí, imponer de forma autoritaria leyes, desarrollos a sus pueblos, con la pretendida aspiración de que mejoren sus vidas. Pero los zapatistas lo que quieren es que la Constitución mexicana se aplique a ellos también, que no los deje fuera. Eso es una cosa muy sabia. Es tal vez el más legal de los movimientos que se dan en México hoy. La historia de México se dividirá en antes y después de ellos.

—¿Qué le dice la palabra México?

Es un país que representa cosas muy positivas para mí. Por sólo mencionar una, cuando yo estaba prohibido en Uruguay, en España, en Argentina y en Chile, en México me publicaban. Orfila Reynal, a quien le guardo una enorme gratitud, al frente de Siglo XXI me siguió editando. Además siempre aquí en México he tenido un buen público, encuentro mucho afecto en la gente, me siento muy bien aquí con las personas que me rodean y a quienes busco. Con lo que me siento mal es con el clima, la polución y la altura.
 
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