Hace muchos años los huicholes no tenían
el fuego y, por ello, su vida era muy triste y dura. En las noches de
invierno, cuando el frío descargaba sus rigores en todos los confines
de la sierra, hombres y mujeres, niños y ancianos, padecían mucho.
Las noches eran para ellos como terribles
pesadillas y no había más que un solo deseo: que terminaran pronto para
que el sol, con sus caricias bienhechoras, les diera el calor que tanto
necesitaban.
No sabían cultivar la tierra, no conocían
ninguna industria. Sus habitaciones eran cuevas o simplemente en los huecos
de los árboles o en sus ramas formaban sus hogares. Vivían tristes, muy
tristes; pero había muchos animales que estudiaban la forma de hacerlos
felices. |