Etapa 4

 

Vinculación curricular (3er. Grado, Español, Bloque 5)

Ámbito: Literatura

Práctica general: Escribir textos con propósitos expresivos y estéticos.
Practica particular: Escribir su autobiografía

 

Una biografía es un texto en el que se exponen los detalles de vida de un personaje, sea famoso o no. Generalmente encontramos grandes libros que en muchas páginas explican las distintas etapas que atraviesa una persona, muchas veces van desde la infancia, y poco a poco nos van contando, con en un gran relato sus antecedentes personales, retratan sus decisiones, sus pasiones, sus tristezas.

En una biografía sucede una vida y muchas historias alrededor. Al terminar de leerla podemos sentir que conocemos al personaje al que estuvo dedicado el libro, y quizá, hasta podemos entenderlo.

Pero, una biografía no son sólo grandes libros, también se puede que unas cuantas páginas y hasta unas cuántas líneas puedan contarnos mucho sobre alguna personal. Incluso, ocurre que la persona misma se decide por contar sobre su vida.

En esta etapa vamos a leer algunos poemas que nos permitirán conocer a tres escritores latinoamericanos importantes, que nos dejaron, a través de sus versos, conocerlos. Comencemos por la gran poeta mexicana Rosario Castellanos.

Autorretrato
Rosario Castellanos

Yo soy una señora: tratamiento
arduo de conseguir, en mi caso, y más útil
para alternar con los demás que un título
extendido a mi nombre en cualquier academia.

Así, pues, luzco mi trofeo y repito:
yo soy una señora. Gorda o flaca
según las posiciones de los astros,
los ciclos glandulares
y otros fenómenos que no comprendo.

Rubia, si elijo una peluca rubia.
O morena, según la alternativa.
(En realidad, mi pelo encanece, encanece.)

Soy más o menos fea. Eso depende mucho
de la mano que aplica el maquillaje.

Mi apariencia ha cambiado a lo largo del tiempo
—aunque no tanto como dice Weininger
que cambia la apariencia del genio—. Soy mediocre.
Lo cual, por una parte, me exime de enemigos
y, por la otra, me da la devoción
de algún admirador y la amistad
de esos hombres que hablan por teléfono
y envían largas cartas de felicitación.
Que beben lentamente whisky sobre las rocas
y charlan de política y de literatura.

Amigas...hmmm... a veces, raras veces
y en muy pequeñas dosis.
En general, rehuyo los espejos.
Me dirían lo de siempre:
que me visto muy mal
y que hago el ridículo
cuando pretendo coquetear con alguien.

 

 

Soy madre de Gabriel:
ya usted sabe, ese niño
que un día se erigirá en juez inapelable
y que acaso, además, ejerza de verdugo.
Mientras tanto lo amo.

Escribo. Este poema. Y otros. Y otros.
Hablo desde una cátedra.
Colaboro en revistas de mi especialidad
y un día a la semana publico en un periódico.

Vivo enfrente del Bosque. Pero casi
nunca vuelvo los ojos para mirarlo. Y nunca
atravieso la calle que me separa de él
y paseo y respiro y acaricio
la corteza rugosa de los árboles.

Sé que es obligatorio escuchar música
pero la eludo con frecuencia. Sé
que es bueno ver pintura
pero no voy jamás a las exposiciones
ni al estreno teatral ni al cine-club.

Prefiero estar aquí, como ahora, leyendo
y, si apago la luz, pensando un rato
en musarañas y otros menesteres.

Sufro más bien por hábito, por herencia, por no
diferenciarme más de mis congéneres
que por causas concretas.

Sería feliz si yo supiera cómo.
Es decir, si me hubieran enseñado los gestos, los parlamentos, las decoraciones.

En cambio me enseñaron a llorar. Pero el llanto es en mí un mecanismo descompuesto
y no lloro en la cámara mortuoria
ni en la ocasión sublime ni frente a la catástrofe.
Lloro cuando se quema el arroz
o cuando pierdo
el último recibo del impuesto predial.

 

Sigamos con uno de los poetas más interesantes de la poesía latinoamericana, el gran Nicanor Parra, quien se ha caracterizado por su creatividad.

Epitafio
Nicanor Parra

De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa,
Hijo mayor de profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
-Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida-
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!

 

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