Los maestros y la educación

También les compartimos un fragmento de un texto de Carlos Fuentes que, nos da la certeza de que la educación es colocarse en el extremo contrario a la soledad y del lado de la esperanza.

Una dimensión esencial del magisterio es enseñarle a cada alumno que no está solo. Que está en el mundo. Que está con otros. El maestro ha de ser agente contra la discriminación y los prejuicios. Al alumno, el maestro le dice: tú existes. Tú eres único. Pero le enseña, al mismo tiempo, a reconocer la existencia y calidad de otro individuo. Incluso, le dice al niño, al joven, al alumno: reconócete a ti mismo para que reconozcas a tus compañeros, pero también, con humanidad, a quienes no son ni piensan como tú. Que cada individuo perciba la personalidad de otro individuo. Y que ningún joven salga de las aulas sintiendo que su destino ha sido sellado para siempre.

Somos una nación multicultural, tanto en el extremo indígena como en el occidental. La diversidad nos invita a no saltar etapas, a no excluir a ningún componente de civilización, a no olvidar ninguno de los caminos de la relación entre saber, hacer y ser. Pues aprender a saber supone aprender a hacer, y aprender a hacer supone extender el aprendizaje individual al trabajo compartido, a la prueba de una mayor asimilación de la enseñanza mediante experiencias de trabajo y labor social. Pero saber y hacer conducen al cabo al aprendizaje del ser mismo y por esto entiendo, más que otra cosa, la voluntad de tender la mano de la educación a todos: que no se pierda ningún talento de ningún niño, joven o adulto mexicano. Sólo así daremos respuesta humana, respuesta mexicana, a los desafíos del nuevo milenio.*

*Carlos Fuentes, Por un progreso incluyente, México: Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América, 1997.
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