Entre el texto y el lector hay un lazo de placer, una gozosa dependencia que llena los trabajos y los días. Cada libro que leemos es un fragmento en una cadena de islas que nos conforman y sustentan.

El otoño recorre las islas, título que elegimos como homenaje al libro póstumo de uno de nuestros grandes poetas tabasqueños, José Carlos Becerra (México, 1936-1970, Italia), aglutina una serie de proyectos de lectura con actividades que pueden realizarse en el salón de clase o bien, si cuentan con conexión a Internet, participar en foros de discusión latinoamericanos a distancia, donde los alumnos apoyados por sus maestros, respondan a las preguntas generadoras de debate, planteadas al inicio del foro del escritor estudiado y/o enviar sus reflexiones sobre la obra en la Red Escolar Latinoamericana.

Un enjambre de hojas resuena bajo los pies y el alma de quien comprende lo que lee; se trata de una sabiduría y disfrute ancestrales que el otoño devuelve a quien transita sus islas.

El lenguaje es el medio entre la razón y el sentimiento, cuanto más rico es nuestro lenguaje, más lo es nuestro espíritu y ¿qué mejor cómplice para enriquecer el mundo interior y la capacidad de comunicarnos que los libros?

Cada texto (una hoja del otoño) es formativo de una esencia que crece; la literatura es un benigno dardo que acierta directo en la superación de la inteligencia, la imaginación creadora y la memoria y, más aún, se habla de tú con nuestras emociones más profundas, nuestros instintos, duelos, amores y pasiones.

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