Dámaso
Alonso (1898-1990)
Profesor,
investigador, crítico literario y poeta. Estudió las
carreras de Derecho y Filosofía y Letras. Participó
activamente en las actividades Residencia de Estudiantes donde conoció
a Federico García Lorca, Luis Buñuel y Salvador Fue
catedrático en la Universidad de Valencia y en la Universidad
de Madrid. En 1945 ingresó en la Real Academia Española,
de la que llegó a ser director, y en 1959 en la Academia
de la Historia. Ese año recibió el "Premio Cervantes".
Entre sus poemarios destacan: Los hijos de la ira (1944),
Hombre y Dios (1955) y Oscura noticia (1959). Entre
sus estudios filológicos y críticos pueden citarse:
La poesía de san Juan de la Cruz (1942), Poesía
española: Ensayo de métodos y límites estilísticos
(1950), Estudios y ensayos gongorinos (1955), trabajos donde
sitúa de manera notable a la crítica literaria en
el ámbito de la lingüística. Fundó la
colección Biblioteca Románica Hispánica
fue director de la Revista de Filología Española.
Murió en 1990.
Al
igual que en los casos de Aleixandre y Salinas, en la obra de Dámaso
Alonso hay una preocupación por la pureza del lenguaje, la
sobriedad y el acercamiento al equilibrio entre forma y contenido.
Aún así, como en el poema "Insomnio" perteneciente
al libro Hijos de la ira, el poeta manifiesta su enojo ante
la situación de su país. A continuación unos
ejemplos:
Gota
pequeña, mi dolor
Gota
pequeña, mi dolor.
La tiré al mar.
..................... Al hondo mar.
Luego me dije: ¡A tu sabor
ya puedes navegar!
Más me perdió la poca fe...
..................... La poca fe
de mi cantar.
Entre onda y cielo naufragué.
Y era un dolor inmenso el mar.
Insomnia
Madrid
es una ciudad de más de un millón de cadáveres
(según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho
en el que hace 45 años que me pudro, y paso largas horas
oyendo gemir al huracán, o ladrar los
perros, o fluir blandamente la luz de la luna. Y paso largas
horas gimiendo como el huracán, ladrando como
un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre
caliente de una gran vaca amarilla. Y paso largas horas preguntándole
a Dios, preguntándole por qué
se pudre lentamente mi alma, por qué se pudren más
de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente
en el mundo. Dime, ¿qué
huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? ¿Temes que
se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas
letales de tus noches?
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