Vicente
Aleixandre
Escritor
en cuya obra destaca el estilo de "poesía pura".
Uno de los más importantes del siglo XX, obtuvo el Premio
Nobel de Literatura en 1977. Su obra fue reconocida desde sus primeros
textos, en 1934 recibió el Premio Nacional de Literatura
de su país. Nació en Sevilla y durante su juventud
se trasladó a Madrid, donde estudió Derecho y Comercio.
Marcado por la tuberculosis, que lo tuvo convaleciente contraída
en 1925, empezó a escribir poesía, tarea a la que
dedicó toda su vida posterior. Por su calidad y estilo, su
obra ha influido notablemente en las generaciones posteriores. Entre
sus poemarios pueden citarse: Ámbito (1928), Espadas
como labios (1932), Pasión de la tierra (1935),
Sombra del paraíso (1944), Mundo a solas (1950)
y Nacimiento último (1953), Historia del corazón
(1954), En un vasto dominio (1962), Poemas de la consumación
(1968), Diálogos del conocimiento (1974), y, póstumamente,
En gran noche, de 1991, que incluye varios poemas inéditos.
Su obra en prosa, Los encuentros, consiste en ensayos sobre
escritores españoles.
Poesía
de enormes sutileza, la de Aleixandre es una poesía que casi
toca la pureza, uno de sus libros principales La destrucción
o el amor, alude a esas distancias mínimas que dominan
dualidades como vida-muerte, osucridad-luz, encuentro-desencuentro,
He aquí algunos ejemplos:
Las
manos
Mira
tu mano, que despacio se mueve,
transparente, tangible, atravesada por la luz,
hermosa, viva, casi humana en la noche.
Con reflejo de luna, con dolor de mejilla, con vaguedad de
sueño
mírala así crecer, mientras alzas el brazo,
búsqueda inútil de una noche perdida,
ala de luz que cruzando en silencio
toca carnal esa bóveda oscura.
No fosforece tu pesar, no ha atrapado
ese caliente palpitar de otro vuelo.
Mano volante perseguida: pareja.
Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.
Sois
las amantes vocaciones, los signos
que en la tiniebla sin sonido se apelan.
Cielo extinguido de luceros que, tibios,
campo a los vuelos silenciosos te brindas.
Manos
de amantes que murieron, recientes,
manos con vida que volantes se buscan
y cuando chocan y se estrechan encienden
sobre los hombres una luna instantánea.
Unidad
en ella
Cuerpo
feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando de la región donde nada se olvida.
Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.
Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde el fondo.
Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
donde muero y renuncio a vivir para siempre.
Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.
Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
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