Pedro Salinas (1892-1951)

Poeta nacido en Madrid en 1892. Profesor universitario en Sevilla, Murcia, Cambridge y Boston. Es el principal poeta del amor de su generación. Podemos distinguir tres etapas en su producción, la primera que abarca hasta 1932. Poesía pura bajo el influjo de Juan Ramón Jiménez: Presagios (1923), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931). Una segunda etapa de 1933-1939, en donde sus textos alcanzan un erotismo sutil y puro: La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1936) y Largo lamento (1939) son poemarios de esta época donde danta a distintas facetas de la unión o desunión amorosas. Una tercera etapa tras la guerra civil, comprende libros de poemas en los que se observa una lucha entre su fe en la vida y los signos angustiosos que ve a su alrededor, esta etapa comprende las obras: El Contemplado (1946), Todo más claro (1949) y Confianza 1942-44 (1955, libro póstumo que recoge poemas escritos en esos años). Murió exiliado en Boston en 1951.

El amor y el desamor son temas centrales en la poesía de Pedro Salinas. Basta pensar en el título de uno de sus poemarios en donde la sutileza y el vocablo se toman de la mano de manera magistral: La voz a ti debida, poesía de evocación fina, amorosa y permanente. He aquí dos ejemplos.

Ayer te besé en los labios

Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
-¿adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.

Si me llamaras, sí,...

¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: "No te vayas".