Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936)

Dramaturgo, ensayista, poeta y novelista. Nació en Villanueva de Arosa, Pontevedra, y estudió derecho en Santiago de Compostela, aunque interrumpió sus estudios para viajar a México, donde trabajó como periodista en El Correo Español y El Universal. A su regreso a Madrid llevó una vida bohemia que le ha forjado una imagen similar a la de uno de sus personajes. En 1916 visitó el frente francés de la I Guerra Mundial, y en 1922 volvió a viajar a nuestro país. Al proclamarse la República, en 1931, desempeñó varios cargos oficiales. Su primer libro fue Femeninas, de 1895, con el relato "La niña Chole" de inspiración mexicana, al que siguieron obras de contenido erótico refinado, evocador y musical como sus conocidas cuatro Sonatas (de otoño, estío, primavera y verano), aparecidas entre 1902 y 1905, y que constituyen la biografía galante del marqués de Bradomín. Luces de bohemia, su obra teatral de 1920, estableció una estética de la deformación, por medio de la que estiliza lo bajo, lo feo, con una suerte de gesto desfigurado y caricaturesco que él mismo llama "del héroe reflejado en el espejo cóncavo" y que llamará esperpento. En 1926 publicó una de las novelas más famosas sobre dictadores: Tirano Banderas, texto que antecede a las llamadas novelas de tiranos cultivadas, entre otros, por Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier o Gabriel García Márquez Sus obras teatrales Los cuernos de don Friolera, de 1921, y Las galas del difunto, 1926, inciden en esta estética del esperpento, mientras que en Divinas palabras, de 1920, la palabra sagrada se impone a las pasiones carnales, aunque en escenarios de pesadilla. Murió en 1936.

Variados estilos y géneros cultivó Valle Inclán. Mucho de pesadilla y del llamado "esperpento" hay en su inagotable obra producto de su imaginación creadora. Para comprenderlo mejor, presentamos a continuación un verso satírico escrito por este autor luego del golpe de Estado de Primo Rivera. Valle Inclán, como tantos otros españoles, vio necesaria y urgente la renuncia de Alfonso XIII. Para conseguirlo puso todo su empeño. Primero, ridiculizando al dictador y, segundo, con letrillas que se hacían pronto populares, entrando a formar parte del rico folklore satírico de España. El texto, puesto en boca de un personaje de la obra Divinas palabras dice:

Alfonso, tan pestaña
y ahueca el ala,
que la cosa en España
se pone mala".
Otros versos similares circularon con su nombre por Madrid.
"¡Álzate pueblo español
y cuélgate de un farol!
¡Qué baile la tarantela
con toda su parentela!
Desde la reina británica
A la Eulalia, cabra hispánica.
Desde el príncipe homofílico
Hasta el Fernando el amílico.
Desde el infante zancudo,
Estúpido y sordomudo,
Hasta la infante Isabel
del cartel.
¡Qué todos saquen al sol
la lengua, pueblo español!

Sus poemas, por otra parte, aluden a veces con ironía, a veces con verdadero dolor a la condición efímera del ser humano, como en el caso de "Rosa de Job":

¡Todo hacia la muerte avanza
de concierto,
toda la vida es mudanza
hasta ser muerto!

¡Quién vio por tierra rodado
el almenar,
y tan alto levantado
el muladar!

¡Mi existir se cambia y muda
todo entero,
como árbol que se desnuda
en el Enero!

¡Fueron mis goces auroras
de alegrías,
más fugaces que las horas
de los días!

¡Y más que la lanzadera
en el telar,
y la alondra, tan ligera
en el volar!

¡Alma, en tu recinto acoge
al dolor,
como la espiga en la troje
el labrador!

¡Levántate, corazón,
que estás muerto!
¡Esqueleto de león
en el desierto!

¡Pide a la muerte posada,
peregrino,
como espiga que granada
va al molino!

¡La vida!... Polvo en el viento
volador.
¡Sólo no muda el cimiento
del dolor!

Trabajar con ambientes de sueños, con aspectos sombríos de la vida, no le impidió desplegar la ternura como en la escena tercera de La cabeza del dragón, que a continuación reproducimos;

(Escena tercera)

[En un jardín del palacio del REY MICOMICÓN. Jardín con rosas y escalinatas de mármol, donde abren su cola dos pavos reales. Un lago y dos cisnes unánimes. En el laberinto de mirtos, al pie de la fuente, está llorando la hija del Rey. De pronto se aparece a sus ojos, disfrazado de bufón, EL PRÍNCIPE VERDEMAR]
:

EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- ¡Señora Infantina!
LA INFANTINA.- ¿Quién eres?
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- ¿Por qué me preguntas quién soy cuando mi sayo a voces lo está diciendo? Soy un bufón.
LA INFANTINA.- Me cegaban las lágrimas y no podía verte. ¿Qué quieres,
bufón?
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Te traigo un mensaje de las rosas de tu jardín real.
Solicitan de tu gracia que no les niegues el sol.
LA INFANTINA- El sol va por los cielos, mucho más levantado que el poder de
los reyes.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- El sol que piden las rosas es el sol de tus oros. Cuando yo llegué ante ti, señora mía, los tenías nublados con tu pañuelito.
LA INFANTINA.- ¿Qué pueden hacer mis ojos sino llorar?
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Por unos soldados supe tu desgracia, señora Infantina. Dijeron también que estabas sin bufón, y aquí entré para merecer el favor de servirte. Ya sólo para ti quiero agitar mis cascabeles, y si no consigo alegrar la rosa de tu boca, permíteme que recoja tus lágrimas en el cáliz de esta otra rosa.