El
Hombrecito
Personajes:
LA MADRE
EL HIJO
Voz del poeta
Cuadro
Único
LA
MADRE
(Entra altanera) ¡Hijo! ¿Dónde te has
metido? ¡Hijoooooo! ¡Hijoooooo!
EL HIJO
Siempre te oigo la misma música, madre: hijo, hijo. No soy
tan pequeño que me vaya a perder como cualquier aguja, y
tú sólo sabes andar en busca mía.
LA MADRE
Otra vez están bombardeando esos asesinos ¿No oyes
el ruido de los trimotores y de las bombas? ¿Cuándo
caerán sobre nosotros, sobre ti, hijo?
EL HIJO
Antes ha caído una granada en la huerta vecina, pero no ha
estallado. Espías andan por aquí y han silbado a los
fascistas que hay cuarteles en este lugar. Me gustaría tener
muchos ojos y muchas orejas para conocer a los espías traidores
y apedrearlos.
LA MADRE
¿Por dónde andabas tú cuando cayó la
granada?
EL HIJO
Andaba por la huerta poniendo la oreja en la tierra para escuchar
el temblor del trueno de los cañones.
LA MADRE
No quiero pensar en lo que ha podido sucederte. ¿Cuántas
veces te voy a repetir que no vayas más que donde yo vaya?
EL HIJO
Estoy harto, madre, de ir atado a tu falda. Ya no soy ningún
chiquillo.
LA MADRE
¿Dónde irás con tus quince años y con
tantos peligros de la guerra?
EL HIJO
Me da vergüenza enfrentarme a mis amigos, que todos trabajan
como pueden en el Ejército Popular Me avergüenza verme
entre mujeres, de cola en cola: traer leche, pan, lentejas, y no
llevar un fusil, o un tambor, al menos a las trincheras. ¡Tengo
unas ganas de ver un enemigo muerto, un tanque haciendo fuego y
un cañón con humo! Parezco una niña, y acabaré
en niña, al fin, como tú sigas empeñada en
llevarme cosido a tu ropa.
LA MADRE
Tu padre no quiere que aprendas a manejar el fusil: en cada carta
me lo escribe.
EL HIJO
He aprendido a manejarlo.
LA MADRE
¿Cómo? ¿Cuándo?
EL HIJO
He ido varias tardes al cuartel de los campesinos, y se hacer la
instrucción, y se mover el cerrojo. ¡Si vieras, madre,
qué alegría de coger un fusil! Casi llora uno para
fuera... Me desespera no ayudar a conseguir la victoria.
LA MADRE
¡Cállate! Eres muy pequeño, hijo. Son muy tiernos
tus huesos todavía para llevar el peso de la guerra. No puedo
quedarme sin ti.
EL HIJO
No me cabe duda: tú y mi padre sois facciosos. Me iré.
LA MADRE
Eres nuestra única alegría en nuestra vida. No quiero
perderte. Anda al huerto, hijo y olvida la guerra, que no es para
ti. Cava los alhelíes. No me digas que cavar es faena de
mujeres. Poda la acacia que queda en pie: las otras cuatro ya son
ceniza. También ha tocado a los árboles sentir la
guerra. Algunos compañeras han sido tan inhumanos con los
pinos de la alameda como el fascismo con nosotros. Anda, hijo, a
cavar y a podar, que son, como luchar, faenas de hombre.
EL HIJO
No puedo, madre; no puedo. Oigo las explosiones de las bombas y
toda la sangre se me agrupa en el corazón con rabia. ¿Por
qué no he de pelear yo, que tengo dieciséis años...
LA MADRE
¡Quince, quince solamente!
EL HIJO
...que tengo ganas de salvar España? ¿No dicen los
periódicos que la vamos a perder si habemos hombres cruzados
de brazos?
LA MADRE
Tú no eres un hombre.
EL HIJO
¡Quiero serlo! ¿No dicen que si entran los alemanes
en Madrid, el hambre será más grande que nunca y todos
seremos como bueyes? Están cerca de Madrid, cerca, y si entran,
mi padre volverá a no tener trabajo y ni tú ni yo
alegría. ¡Me iré! ¡Me iré!
LA MADRE
¡No seas loco! ¡No me des esa pena, hijo!
EL HIJO
Nos harán pedazos si entran en Madrid. Mataré los
que pueda en cuanto tenga un fusil y si no tengo fusil, con una
honda, y si no tengo honda, con los dientes, y si no tengo dientes,
los escupiré mientras tenga saliva.
LA MADRE
¿No es mejor que me enseñes a hacer un saludo fascista,
y si vienen lo haremos los dos, a ver si así no nos pasa
nada? Anda, enséñame.
EL HIJO
(Levanta el puño rabiosamente) ¡Así es,
madre!
LA MADRE
Me engañas, hijo. Ese es el saludo comunista.
EL HIJO
Hasta que no me quede aliento dentro de la vida, éste será
mi saludo.
LA MADRE
¿No te asusta la muerte?
EL HIJO
No la conozco, y quiero ver si la asusto yo a ella. Me iré:
¡Me voy, madre!
LA MADRE
¿Adónde vas, hijo? No te muevas de mi lado. Ven aquí,
niño mío. Son muchos los peligros. Cava los alhelíes,
poda la acacia, no irás nunca más por lentejas, te
dormiré en mis brazos...
EL HIJO
No es hora de dormir. Mañana te escribirá mi padre
que estoy con él. ¡Salud, madre! (Se va)
LA MADRE
¡Hijo! ¡Hijooooo! ¡No puedo perderte! ¡Ven,
que me quedo muy sola sin ti! ¡Qué sola me quedo! (Se
detiene en el umbral de la puerta, sollozante)
LA VOZ DEL POETA
(Dentro)
Madres,
dad a las trincheras
los hijos de vuestro vientre,
que la marca de las fieras
en nuestra tierra no entre.
No
contengáis los alientos
que llevan a los caminos
generosos movimientos:
contened, sí, los mezquinos.
Parid,
tejed, compañeras,
gigantes para la hazaña,
para sus hombros bandera
y victorias para España.
No
morirán, yo lo digo:
caerán, sí, pero no muertos.
¡Madres, quedarán conmigo
de relámpagos cubiertos!
LA
MADRE
Hijo: esa voz que oigo no sé dónde y parece que brota
dentro de mi persona, ocupa tu puesto y me quita la soledad y la
angustia. Reconozco la luz que te envuelve desde hoy, y dejo suelta
la rienda de tus impulsos generosos. Crecido en ellos, tus quince
años son veinticinco, tu corazón se agranda. No te
quedarás en la muerte, si caes, que saltarás por encima
de ella. Vivirás, vivirás, te tendré siempre
conmigo y andarás relumbrando sobre todos los montes de España.
Mirad, madres, mirad: ¡Mi hijo avanza como una semilla a convertirse
en el pan de todos los hijos que empiezan a brotar de los vientres
maternos!
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